Sevilla salió pero, aún así, la boda del otoño a menos curiosos y menos prensa de lo que se esperaba. La expectación se mantuvo aunque, de cinco a siete de la tarde, lo más joven que se vio por los alrededores fue a Enrique Ponce y a Luis Astolfi secundados por muchos políticos sevillanos de segunda fila, que tuvieron que llegar a pie mientras el alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, a quien por aquí llaman «el cabezón», entró en coche oficial hasta el patio donde no maduran los limones, porque los que colgaban de los árboles estaban de lo más verdes. Sorprendió la calidez de José Bono y su esposa, Ana Rodríguez, que pusieron al mal tiempo buena cara, porque el ministro de Defensa escuchó algo infrecuente en un enlace, pero que ya va siendo común a la actualidad española: silbidos y gritos de «¡fuera, fuera!», como si el enlace sevillano fuese la continuación del 12 de octubre madrileño. Al pueblo, cada vez más soberano, le ha dado por chillar como desahogo, protesta y evidencia de cabreo, igual que algunas señoras adelantaron el aireamiento de sus estolas, pese a los otoñales calores sevillanos realzados por un día despejado, luminoso y con el cielo de un azul transparente. Incluso por aquí cuestionaban cómo a una boda celebrada a media tarde se acude con vestido largo que produjo ¡ay!, críticas en las puristas.
El traje, de Manuel Mota. Cayetano y Genoveva Casanova se casaron ayer por la tarde en la capilla del Palacio de Dueñas en Sevilla ante el cuadro de la Virgen de Guadalupe, la patrona de México, durante una ceremonia oficiada por el sacerdote Ignacio Jiménez. La novia llegó al templo, que había adornado con una flor blanca oriunda de su tierra llamada alcatraz, del brazo de su padre, Larry Casanova, con un diseño de Manuel Mota para Pronovias. Un vestido de Alta Costura, inspiración años 50, de color blanco hielo compuesto por un palabra de honor entallado hasta la cintura de «voile» de organza de seda natural con aplicaciones de encaje, dos metros de cola y un velo de cuatro. También lució una chaquetilla de encaje «chantilly» con cuello alto, mangas largas y botonadura central bordada en microcristales «glasé» a juego con los zapatos de punta redonda y forrados en raso natural. Además, como es tradición, la novia, de cuyo peinado se encargó Alberto Cerdán, lució joyas que le cedió la Duquesa de Alba para dar el «sí, quiero». Hubo que esperar hasta las seis de la tarde para presenciar el desfile de rostros conocidos. La madre de Genoveva, Marian, escogió un Dior en gasa tuquesa y un bolero de marabú del mismo color, y su hermana, Denise, un Carolina Herrera rojo. Muy pronto llegó también Victoria Ibarra, condesa de la Maza, con un traje corto de terciopelo granate combinado con corpiño de encaje verde y tocado de plumas en los mismos tonos y, tras ella, Carmen e Isabel Cobo, ésta última que, en mayo, se convertirá en marquesa de Benamejí sorprendió con un traje bordado en diamantes. El académico Luis María Anson, Emilio Butragueño y Francisco Rivera Ordóñez, éste acompañado por su hermano Cayetano, lucieron el chaqué de testigos, y Paloma Segrelles hija encendió ovaciones al llegar en carruaje de caballos. María Chávarri, de verde botella, vino del brazo de su esposo, Javier Soto, y rieron ante el grito de «¡Torero, torero!» dirigido a Curro Romero. Su esposa, Carmen Tello, prefirió un diseño en encaje negro con forro verde oliva y estola de visón. La anécdota la protagonizaron dos chicos que alzaron dos banderas republicanas en el número 14 de la calle Dueñas, es decir, justo enfrente de la fachada del palacio. De lo que no hay duda, es de que los tocados de plumas están de moda, como el de la marquesa de Isasi, que asistió con su esposo y con su hija Victoria Carvajal. El Litri colocó la estola de visón color caramelo a su esposa, Adriana Carolina Herrera, quien lució un traje tipo túnica griega en color verdoso tornasolado, y pisándoles los talones llegaron Antonio e Isabel Burgos, en beige. Gema Ruiz Cuadrado, con el hombro al aire, acudió sola y presenció los silbidos dirigidos a José Bono y su mujer, Ana Rodríguez, de Torreta. Ramon García y Patricia Cerezo, en dorados, viajaron acompañados por la actriz Lydia Bosh, también en beige, y por Alberto Martín. Enrique Ponce interrumpió el tráfico para que se bajara del coche una impresionante Paloma Cuevas, que llamó la atención por llevar un modelo verde nilo estampado que le dejaba toda la espalda al aire y un recogido muy alto. El ex jugador madridista Pedja Mijatovic y su esposa, Aneta, con bolso de marabú, presenciaron otra de las anécdotas de la tarde. Ahí va: Luis Astolfi y un grupo de amigos llegaron a palacio en el taxi número 428, cuya carrera dejaron sin pagar. El conductor no se marchó del lugar hasta que alguien de la casa le dio los doce euros que le debían.
De los novios, ni rastro. Después, todos ellos disfrutaron de un banquete servido por Salvador, el antiguo cocinero de la Casa de Alba, en el que no faltaron aperitivos y cócteles típicos mexicanos durante un festejo que estuvo animado por mariachis y por las rumbas de Siempre Así. Por lo que hemos podido saber, durante la cena, los invitados estuvieron repartidos en dos comedores, en una parte del patio y en algún salon. Por cierto, los platos en los que comieron los asistentes no eran de la colección de la Casa de Alba, sino una de las que suele utilizar el cátering del citado restaurador. Después de varias horas a las puertas de Dueñas, los Alba no aparecieron por los alrededores. Sólo se vio a Fernando Martínez de Irujo llegar alrededor de las cuatro de la tarde «troller» en mano, así como al propio novio, pero los que estuvimos haciendo guardia no pudimos ver ni a la Duquesa de Alba ni a sus hijos: el duque de Huéscar, Carlos; el de Aliaga, Alfonso; el conde de Siruela, Jacobo; y la duquesa de Montoro, Eugenia. Resumiendo: hubo escasa grandeza de España en el vestirse, excepto en los casos de gente de toda la vida, que acudió con el preceptivo traje corto, como la condesa de la Maza y Ana Rodríguez de Bono. En cuanto al mariachi, presuntamente importado en directo desde México, en realidad se trata de un grupo de la Hacienda Zapata, situada en Alcorcón y llamado Ballet folclórico Cielito Lindo.