La música posee la capacidad de evocar sentimientos y emociones con mayor intensidad e inmediatez que otras expresiones artísticas: tristeza, alegría, tranquilidad, inquietud, etc. Esta evidencia, recogida por Leonardo Casais, miembro del Departamento de Neurociencias de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cádiz, es el punto de partida de la mesa que, bajo el título Música y Psiquiatría, preside el científico en el marco del XI Congreso Nacional de Psiquiatría que se celebra en Santiago de Compostela.
Recuerda el experto que el ser humano ha utilizado la música desde sus orígenes como medio terapéutico. Es más, las culturas primitivas lo siguen haciendo como medicamento del alma. Por su parte, Occidente ha creado una cultura musical de intenso y violento ritmo, devorado fundamentalmente en grupo y con una función probablemente catártica.
En todo caso, Casais entiende que quizás no sea acertada la asimilación de la música a un medicamento manufacturado. A su juicio, lo más adecuado es establecer una función primordial preventiva; la música culta, la popular, la ambiental, etc., forman parte de la vida de gran parte de la Humanidad, que la utiliza como una especie de bálsamo benefactor: alivia las penas cotidianas, alegra en las fiestas y nos emociona profundamente en algunas circunstancias.
El experto de la Universidad de Cádiz considera que desde la conferencia de García Lorca (Teoría y Juego del Duende, Buenos Aires, 1933), este fenómeno se viene denominando duende, un término que representa esa intensa emoción especial, no muy duradera y siempre compartida, que marca la relación entre el artista que pone sus cinco sentidos en la ejecución y el público expectante en comunión, todo ello dentro de una atmósfera afectiva singular.
Se trata de un fenómeno único. El duende, puntualiza el especialista, se da en todas las culturas y no precisa una formación musical especial. Esto invita a pensar que su asiento cerebral está en las zonas filogenéticamente más antiguas. Es algo atávico que pertenece a la herencia genética del ser humano.
La capacidad del hombre para el disfrute de la música es una cualidad específica del ser humano, fruto de un cerebro que puede poner en marcha simultáneamente todos los órganos de los sentidos y focalizarlos en la fuente musical, enriqueciendo la experiencia con la memoria, las representaciones, o la fantasía.
Más allá de las percepciones sensoriales y el mundo de los sentidos, Leonardo Casais recuerda que la comunidad científica sustenta estas apreciaciones tras su constatación por vía empírica. Gracias a las técnicas de neuroimagen funcional es posible ver cómo se iluminan y colorean las diferentes áreas implicadas, que serán zonas diferentes cuando se toca un instrumento, a la hora de cantar o en el momento de escuchar música.