Suma y sigue. Ése era el gran objetivo, ganar al precio que fuese, porque una derrota suponía un palo serio. El Sevilla lo sabía y no dio opciones a los rumanos. El primer periodo nervionense fue inmaculado, carente de errores, rozando la perfección con un juego preciosista, presionando, metiendo atrás al rival, castigándole por las bandas y asestándole dos golpes letales en tan sólo 16 minutos. Ahí se acabó el choque, que no la exhibición local.
Juande lo había avisado. Había que salir con intensidad, con agresividad. Había que comerse al rival, destrozarlo sin que tuviera tiempo a darse cuenta de que había comenzado el encuentro. Un gol en los albores del choque era la clave, según el manchego. Los andaluces salieron con la lección bien aprendida, liderados por un desequilibrante Diego Capel. Al almeriense se le veía fino. Y lo estaba, ciertamente, porque al poco de arrancar se la hacía a su par por la siniestra y le ponía el cuero en la cabeza a Kanouté para que el malí cabeceara a placer al fondo de la red.
Se había abierto la veda. Ahora tocaba cerrar el choque. Al equipo se le veía dispuesto. Keita se exhibía en la medular arrancando olés por doquier, Luis Fabiano y Kanouté se movían abriendo espacios, Capel continuaba volviendo locos a su marcador y Navas y Alves se sumaban a la fiesta. Atrás Drago se encargaba cuando la ocasión lo requería de poner las cosas en su sitio. El Sevilla andaba sobrado, jugaba bien, percutía y percutía... y volvía a percutir. En esas llegaba el minuto 16, el público seguía el consejo del Club y comenzaba a corear el nombre de Puerta, los de Juande se armaban de coraje y Luis Fabiano, merced a una excelente asistencia de Daniel, le hacía un siete al portero y marcaba un tanto calcado al que le hizo al Slavia. 2- 0 y sentencia.
Sentencia, que no final. Porque el vendaval siguió su curso. Hasta Poulsen y Keita lo intentaban desde lejos. El malí arrancaba todo tipo de elogios cuando su lejano trallazo se estampaba en el palo derecho de Zapata. Espectacular. Con la madera temblando y el Sevilla acosando de forma ya hasta abusiva se llegaba al descanso.
En el segundo periodo el equipo salió más relajado. Adriano rozaba el tanto en alguna que otra ocasión, pero estaba claro que el conjunto nervionense había reducido la marcha. Los rumanos poco a poco se estiraban. Salía al campo Dica, un peligroso delantero. El Steaua se jugaba el todo por el todo y avisaba en primera instancia, salvando la papeleta Drago. En la segunda el serbio ya no estaba ahí y Petre recortaba distancias. Se despertaban algunos fantasmas, pero se iban a la cama poco después, ya que los hispalenses se recompusieron bien, pusieron el candado y comenzaron a salir a la contra desperdiciando clarísimas ocasiones de gol. No, ya no iba a haber más gol, aunque tampoco era necesario con la victoria en el bolsillo.
Seis puntos. Tres de diferencia al Slavia, seis al Steaua. Una victoria en Rumanía puede poner el pase a tiro. Todo esto después de un partido en el que el Sevilla volvió a ser maestro en la clase de los gallitos. Hizo un primer tiempo espléndido, equilibrado, lindo, delicioso. Hizo 45 magníficos minutos. Volvió a ser ese Sevilla que todos queremos ver y que esta campaña no siempre está apareciendo. Que el equipo no se vaya en mucho tiempo. Porque así, sin riesgo de ser atrevido, es imparable.