Se estima que en torno al 4% de población mayor de 65 años vive en residencias; esto supone que unas 300.000 personas mayores se alimentan todos los días gracias a los menús que preparan las residencias de ancianos. La configuración de estas dietas es de una gran importancia, ya que no sólo son las responsables de mantener a este colectivo frágil con un adecuado estado nutricional, sino que su salud puede verse afectada directamente según lo que coman.
En este sentido, Javier Aranceta, presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria, ha impartido una interesante ponencia sobre la Elaboración de dietas en centros residenciales, en el seno del VII Congreso Nacional que la Sociedad Española de Médicos de Residencias (SEMER) está celebrando en Bilbao durante los días 26 y 27 de octubre.
Tanto en España como en Europa se han hecho estudios en ancianos que viven en residencias y en ancianos que viven en sus casas. En esos estudios se muestra que al menos el 20% de la población mayor no está bien nutrido y tiene riesgos nutricionales objetivos. A la gente que tiene una dieta monótona, que sólo toma cosas blandas, que sólo come un reducido tipo de alimentos y que no tiene una alimentación bien regulada, le sucede que su estado inmunológico es peor: coge más catarros, gripes, bronquitis, neumonías, se le deteriora su osteoporosis, su tensión no la tiene bien....
En general, según afirmó Javier Aranceta, desde el punto de vista nutricional están mejor alimentados los ancianos que viven en residencias que los que lo hacen solos. La razón de esto se encuentra en que los ancianos que viven en residencias están más regulados, ya que toman regularmente su desayuno, comida, merienda y cena. Por otro lado, los que viven solos se saltan comidas y tienen normalmente una comida más monótona porque van un poco a su aire y nadie les controla.
Otro aspecto a tener en cuenta es que cuando los mayores están enfermos a veces tienen dificultades para tragar o para absorber determinados elementos. Además, puede darse el caso de que estén encamados, o inmovilizados. Todas estas situaciones se pueden mejorar con nutrición básica adaptada, o sea, con comidas trituradas, con comidas enriquecidas, con preparados o incluso puede darse el caso que se le deba poner al anciano nutrición enteral por sonda, o nutrición parenteral. En las residencias hay muchas maneras de aportar nutrientes a esta persona mayor y asegurar que, por lo menos, la dieta ayudará a favorecer un mejor estado de salud.
Una dieta adecuada supone mejor salud y menor gasto sanitario
La alimentación que se plantea en una residencia es un elemento tremendamente complejo. Por una parte se trata de gente mayor que ya tiene unas necesidades especiales debido al envejecimiento. Así, tienen problemas de manera natural en la absorción de algunas vitaminas, como el ácido fólico, en la absorción de hierro, de calcio, problemas ligados a los procesos de envejecimiento. Luego suelen tener una composición corporal alterada: o tienen mucha grasa o están muy delgados y hay muchas peculiaridades.
Además, el experto afirmó que hay un segundo nivel en la configuración de la dieta que consiste en adaptar los patrones básicos de la dieta de los ancianos a las patologías que tengan estas personas. Las personas mayores, normalmente, no tienen sólo una alteración, acostumbran a tener varias a la vez. Por lo tanto la habilitación de nutrientes tiene que ser muy individualizada.
Acción terapéutica
La correcta configuración de los aportes alimentarios a través de una dieta puede hacer que ésta, en sí misma, tenga una acción terapéutica, y pueda ayudar a mejorar el pronóstico de muchas enfermedades. En sí misma sería como una acción farmacológica o medicamentosa más que ayudaría al resto de las pastillas o terapias físicas que se pongan en funcionamiento, aseveró Aranceta. Es un tema importante porque se pueden abaratar los costes a través de la reducción de medicamentos, que en algunos casos pueden resultar caros, y en la prevención de enfermedades dentro de este colectivo, ya que la salud de los ancianos mejora y enferman menos.
Por ejemplo, la dieta puede desarrollar una labor clave en la regulación de la composición corporal de una persona, bien porque tenga mucha grasa o bien porque esté mal nutrido y mejore así su estado nutricional.
También puede, por sí misma, ser capaz de regular el nivel de azúcar sanguíneo y ayudar a un paciente diabético a mejorar su situación. O ayudar a controlar los niveles de tensión arterial o hacer que sea necesaria una cantidad sustancialmente menor del fármaco que esa persona pueda estar tomando.
El experto continuó enumerando los efectos positivos que una dieta adecuada puede tener sobre los niveles de colesterol o de lípidos sanguíneos, sobre el desgaste en las artrosis que son muy frecuentes en los ancianos, o en los casos de osteoporosis, donde pueden contribuir a que se incorpore más calcio, magnesio, y proteínas al hueso y por tanto, el deterioro y los dolores sean menores y los huesos se vuelvan más robustos.
Según Aranceta, la dieta puede ayudar incluso a que el anciano concilie mejor el sueño ya que hay muchos componentes en la dieta que sabiendo distribuirlos en la cena o en elementos que están después de la cena, pueden ayudar a que el anciano duerma mejor. Por ejemplo, los lácteos y los hidratos de carbono tomados un rato antes de acostarse pueden ser un elemento clave para favorecer el sueño, explicó.