La higiene bucal es imprescindible para evitar la aparición de tales efectos adversos. La genética, una diabetes no controlada, el tabaco y los antecedentes de piorrea son las más importantes para la aparición de la periimplantitis. La microflora bucal es determinante en la aparición de esta patología tras un implante.
La realización de implantes dentales ha supuesto una auténtica revolución para aquellas personas que carecen de una o varias piezas dentales o que incluso no poseen dientes propios. Sin embargo, tras el implante, es necesario que el paciente mantenga un adecuado control del mismo, ya que, según sean sus características, podrá desarrollar con más o menos facilidad periimplantitis, una patología que puede dar al traste con el buen resultado de la operación.
Éste es el tema central de la conferencia del experto portugués en periimplantitis, Gil Alcoforado, en su participación en la 42.ª reunión de la Sociedad Española de Periodoncia y Osteointegración. Y es que la periimplantitis se caracteriza por ser un proceso inflamatorio que afecta a los tejidos de soporte de un implante dental y que puede conllevar incluso la pérdida del tejido óseo en el que se inserta el implante.
Susceptibilidad individual
Alcoforado comenta que la génesis de la periimplantitis no está completamente esclarecida. Sin embargo, se ha demostrado estadísticamente la existencia de características tanto individuales como de comportamiento que se relacionan con una mayor prevalencia. Entre ellas, cita una eventual susceptibilidad genética, el hábito de fumar, la diabetes no controlada y una historia clínica previa de piorrea. Además, prosigue el experto, se ha constatado que la acción de la microflora bucal es determinante y necesaria para que surja la periimplantitis.
Por otro lado, no está tan claro la importancia de los materiales empleados en el implante en la aparición de esta infección. No existen conclusiones definitivas en la literatura científica acerca de si los implantes pulidos o los rugosos se asocian a una mayor o menor prevalencia de la periimplantitis, por lo que los estudios existentes no se pueden extrapolar de una manera generalizada, recalca el experto.
Infección silenciosa
Son muchas las razones que aconsejan mantener un seguimiento periódico de los implantes una vez realizados. Quizá una de las más importantes sea el hecho de que la periimplantitis puede aparecer con un cuadro asintomático, sin muestras externas evidentes, por lo que en muchas ocasiones puede ser una situación clínica que puede pasar desapercibida.
Por otro lado, según indica Alcoforado, a veces, su presencia se asocia a un cuadro infeccioso con la existencia de dolor, supuración y molestias, por lo que su detección por parte del propio paciente resulta más sencilla, si bien estos casos se dan en estadios más avanzados de la infección.
De este modo, debe ser el especialista quien diagnostique la patología y compruebe si existen bolsas periimplantares patológicas o, en los casos más avanzados, movilidad del implante. Por su parte, también comenta que radiológicamente comprobamos la presencia o no de pérdida de masa ósea debida al proceso infeccioso, por lo que el análisis debe ser completo.
Curación y tratamiento
El objetivo primordial de la terapéutica de esta infección es la estabilización de este proceso infeccioso, así como garantizar un mantenimiento a largo plazo de los resultados obtenidos con las diferentes modalidades de tratamiento, comenta el odontólogo. Así, es importante que la rehabilitación implanto- soportada no termine en el momento que se coloque la prótesis definitiva sino que se instituya un protocolo de soporte que monitorice a largo plazo la salud periimplantar. En este sentido, Alcoforado expone que después del implante es conveniente volver a evaluar los riesgos generales, individuales y puntuales de cada caso clínico para adecuar el número y frecuencia de las consultas de seguimiento.