Hoy lunes día 10 de agosto se cumplen exactamente 25 años de un momento inolvidable: la ascensión de la Selección Española al podio de los Juegos Olímpicos de Los Angeles 1984 para recoger una medalla de plata ya legendaria en la historia de nuestro baloncesto.
El 10 de agosto de 1984, en el legendario Forum de Inglewood (Los Angeles), nuestra Selección, sin apenas tiempo de haber pasado por la ducha, subió al podio para recibir una medalla de plata histórica. Hacía apenas unos minutos que, en la final del torneo, Estados Unidos aquel Dream Team universitario encabezado por Michael Jordan- había ganado el oro por un contundente 96-65. Pero España ya había celebrado su plata por anticipado, dos días antes, cuando al derrotar en la semifinal a Yugoslavia (74-61) se había ganado el derecho a jugar el último partido del campeonato, con la medalla asegurada y valorada prácticamente como si fuera la de oro.
Aquella plata olímpica en Los Angeles no fue el primer gran éxito de la historia del baloncesto español: antes se habían celebrado otras dos medallas, las del primer Eurobasket (1935) y la del que once años antes, en 1973, se había disputado en Barcelona. Pero ambas pertenecían a la vieja historia del blanco y negro. La de 1984, en cambio, fue la plata que marcó el inicio de nuestra historia moderna: durante muchos años fue el mayor referente de varias generaciones de aficionados, que tuvieron en los Corbalán, Epi, Fernando Martín, Antonio Díaz Miguel y compañía el espejo en el que mirarse, el ejemplo a través del cual convertirse en militantes de nuestro deporte, la ilusión por lo que calzarse unas botas, botar un balón y tratar de emular a aquellos ídolos tan aparentemente inalcanzables pero tan cercanos y mundanos a la vez.
La plata de 1984 fue una plata clave para el baloncesto español porque a partir de la ilusión que generó perfectamente asimilable a la que ahora generan nuestros héroes actuales- crecimos en todo: en cantidad, en calidad y sobre todo en ilusión y en ambición. El 84 fue el punto de partida de una historia que ahora, ya en el siglo XXI, ha alcanzado su mayor esplendor.
Recordarlo exactamente mañana, el 10 de agosto de 25 años después, no es una obligación. Es un placer.
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