SEFF11, Universidad de Sevilla y Casa Asia se unen para mostrar producciones de Kazajstán, Tayikistán y Uzbekistán, pertenecientes a las épocas anterior y posterior a la disolución de la URSS. El Festival de Sevilla amplía así su programación dedicada a Rusia, país invitado en esta edición, que se celebra del 4 al 11 de noviembre.
El Festival de Cine Europeo de Sevilla 2011 y el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus), en colaboración con Casa Asia, mostrarán a partir del 4 de noviembre la cinematografía de las antiguas repúblicas soviéticas en una nueva sección denominada Cinestán. Cine de Asia Central, antes y después de la URSS.
El ciclo, que coincide con la elección de Rusia como país invitado en el SEFF11, ha tomado como ejemplos representativos tres países, Kazajstán, Tayikistán y Uzbekistán, y ha seleccionado dos películas de cada uno de ellos, correspondientes a dos periodos distintos, antes y después de la desaparición de la Unión Soviética.
La sección Cinestán proyectará así seis producciones que pertenecen a dos épocas significativas: la primera, entre 1963 y 1972, caracterizada por los tópicos temas de la filmografía soviética. El segundo periodo, de 1992 a 1998, arranca con la disolución de la URSS y la independencia de las repúblicas centroasiáticas, donde el cine se convierte en un instrumento para reconstruir la identidad perdida de los pueblos de Kazajstán, Tayikistán y Uzbekistán.
Las cintas escogidas son No eres huérfano, del director Shukhrat Abbasov (Uzbekistán, 1975), El orador, de Yusup Razykov (Uzbekistán, 1998), Hassan-Arbakesh, de Boris Kimyagarov (Tayikistán, 1965), Kosh ba Kosh, de Bakhtiyar Hudoinazarov ((Tayikistán, 1993), La tierra de los padres, de Shaken Aymanov (Kazajstán, 1966) y Aksuat, del realizador Serik Aprymov (Kazajstán, 1998). La cinematografía de Asia Central resulta poco conocida para el gran público europeo, no sólo debido a la falta de recursos para su producción y circulación, sino también a su aislamiento histórico. En concreto, las cintas seleccionadas son un claro paradigma de la influencia estética soviética, en blanco y negro, y por otra, del nuevo cine independiente que despunta.
El ciclo Cinestán se engloba dentro de la iniciativa Festival Camp_US. Sevilla Festival de Cine Europeo y la Universidad de Sevilla han renovado su acuerdo de colaboración existente por el que nació Festival Camp-US. Un año más, esta iniciativa propiciará que los universitarios sevillanos refuercen su relación con el cine a través de varias actividades, como el curso sobre la aportación de Valle-Inclán al cine, masterclasses, prácticas de gestión cultural, voluntariado, etc
Las proyecciones del ciclo Cinestán se realizarán en el Auditorio del CICUS, en la calle Madre de Dios, 1, durante la semana de celebración del Sevilla Festival de Cine Europeo, entre los días 4 y 11 de noviembre.
PROGRAMACIÓN:
«No eres huérfano» (Ty ne sirata) Uzbekistan. Shukhrat Abbasov. 1963, 75.
Esta película uzbeka redunda en algunos de los temas característicos del cine soviético de los años sesenta, relacionados con los episodios más dramáticos originados por la II Guerra Mundial. No obstante, Shukhrat Abbasov supo dotarles de una luz diferente, conservando la ideología formal soviética y sustituyendo el papel de benefactores que se les solía otorgar a los rusos o eslavos, por la generosidad de una familia uzbeka, que se hace cargo de catorce niños de diferentes nacionalidades, huérfanos de guerra. La familia uzbeka reemplaza al «padre ideológico», al Estado, que contradictoriamente habría debido encargarse de su protección, tal y como se pone de manifiesto en aquellas escenas donde se marcan las normas de convivencia doméstica.
«Hassan-Arbakesh» Tayikistán. Boris Kimyagarov. 1965, 92
Esta obra de Boris Kimyagarov es una protesta contra el poder soviético en Tayikistán, y una denuncia del conflicto entre dos mundos y dos culturas. Pero, al contrario de lo que ocurre con otras obras antisoviéticas que mostraban luchas y derramamiento de sangre, Kimyagarov enseña el proceso de sovietización pacífica, que para Stalin, no obstante, era más peligroso que la violencia.
Hassan es un pobre carretero que, enamorado de la bella Saodat, inicia una verdadera odisea para ganar dinero y poder casarse con ella. En realidad, Hassan es el héroe épico, la personificación del hombre honrado y valiente que vence dificultades mientras ayuda a los desvalidos; el problema que plantea la película es que Hassan es un tipo de héroe que los nuevos tiempos no necesitan. La sovietización de Asia Central, con sus ejércitos de obreros trabajando en fábricas o mujeres rechazando el velo islámico tradicional, no busca héroes individuales que destaquen por sus cualidades, sino un gran colectivo homogéneo.
«La tierra de los padres» (Zemlya otsov) Kazajstán. Shaken Aymanov. 1966, 90
Es una de las películas kazajas más brillantes de la época soviética. El joven guionista, poeta y músico Olhzas Suleimenov, junto a Shaken Aymanov, uno de los fundadores del cine kazajo, trabajaron juntos en la elaboración de esta película. De las once películas, rodadas entre 1954 y 1970, este largometraje es único por mostrar el sufrimiento real del autor por el destino de su país y el de sus compatriotas. La historia empieza un año después de finalizar la II Guerra Mundial. Los protagonistas, un anciano y su nieto, recorren Kazajstán en tren para poder encontrar el cadáver de su hijo, que murió en Rusia, y así poder enterrarlo en su hogar. Durante el viaje, surge el diálogo generacional: entre un viejo arqueólogo que representa el modelo occidental, un anciano cuya prioridad es la tradición y su nuera, que hace el papel de mediadora entre estos dos mundos contrapuestos
«Kosh ba Kosh» Tayikistán. Bakhtiyar Hudoinazarov. 1993, 98
La gran contribución de esta película al cine de Asia Central es la historia de amor que se narra entre muerte y destrucción, a causa de la guerra civil que devastó Tayikistán tras asumir la independencia. Paisajes y escenas de guerra aparecen como telón de fondo para la historia trágica de amor entre Daler y Mira. El director, Hudoinazarov, nos transporta a otro mundo dentro del mundo en guerra; Daler, tras salvar a Mira de una apuesta en la que ella era el premio, la lleva consigo a las montañas, donde él trabaja en una estación de funicular que une la ciudad con las montañas. En las alturas reina la paz, pero el funicular conecta con la tierra y con la guerra, haciendo que en ocasiones este nexo pueda ser vital para la pareja, pero también origen de la desgracia.
«Aksuat» Kazajstán. Serik Aprymov. 1998, 80
Esta película marca un hito en la cinematografía de Kazajstán, por entender el cine como un medio de comunicación vinculado al proceso de construcción nacional. Hasta entonces, la producción cinematográfica en Kazajstán había estado condicionada por las líneas ideológicas y formales del sistema soviético; posteriormente, debido a una especie de síndrome postcolonial mostró un rechazo hacia las propias costumbres tradicionales. Aprymov recorrió este camino desde que rodó en 1989 «Última parada», donde se mostró hostil a la exaltación de las tradiciones de su país. Por el contrario, en «Aksuat» su perspectiva cambia por completo; la historia reúne y separa a dos hermanos: Kanat, el más joven, vive en la ciudad, y Aman, sigue en el pueblo. Kanat se ha convertido en un empresario y «nuevo rico» que ya no habla kazajo, sino sólo ruso, pero tiene que volver a Aksuat con su esposa rusa embarazada huyendo de unos acreedores. La paradoja es que el triunfador acaba hundido y fracasado, mientras Aman sigue siendo un hombre respetable que cuida de su familia. No obstante, tampoco el entorno de Aman es idílico, debido a la expansión de la mafia local, pero aún así, su integridad parece a prueba de toda adversidad.
«El orador» (Orator) Uzbekistán. Yusup Razykov. 1998, 84
Yusup Razykov adopta uno de los géneros clásicos de la región: el de las películas revolucionarias y heroicas de los primeros tiempos bolcheviques, con el ánimo de revisar viejos esquemas y formas de narrar. Iskander, el protagonista, es un pobre carretero que se ve envuelto en situaciones difíciles dentro de su comunidad. Al regresar un día a casa, encuentra a su hermano agonizando, y al morir éste, según la tradición, debe hacerse cargo de sus bienes, su casa y sus dos mujeres. Al ser uno de los pocos que hablan ruso en su comunidad, se ve obligado a colaborar con el órgano de propaganda del régimen. Su situación se hace insostenible, porque además tiene que ocuparse de tres esposas y un hogar, motivo por el cual las autoridades le instan a quedarse sólo con una mujer, y él decide irse con otra joven revolucionaria, experimentando el proceso de hibridación cultural existente. Entre tanto, serán sus tres esposas anteriores las portadoras de la verdadera identidad uzbeka.