
Recuerda uno cuando iba a la Feria del Libro en la Plaza Nueva. Un adolescente que intuía que dentro de los libros había cosas maravillosas. No compraba ninguno porque, entonces, era feliz. No tenía dinero, esa inquina de los mayores. Los libros que valen no hay dinero en el mundo para comprarlos. Eso lo sabe uno ahora, cuando se ha pasado media vida buscando la luz en páginas escritas desde la soledad. De todas formas, tiene uno la certeza de que el mundo sería mucho peor si no estuviera escrito. Y no puede evitar la ternura por la gente que quiere dejar la piel en la mano que sostiene una pluma. Los escritores, las escritoras, son gente rara, rebelde, que no se resignan a pasar por la vida sin rasgar la piel del mundo. De todo habrá en la viña nuestra. Pero no deja uno de admirar, sí, a pesar de todo, esta Feria de papel impreso, donde de, una u otra manera se vende el alma de cada uno. Allí estaremos, en la Feria de Libro de Madrid el sábado 1 y el domingo 2 con el buen amigo Juan Antonio Corbalán. Por si alguien pasara o pasase por allí.

