
PER ME REGES REGNAN.. Al Fernandino modo
La patrona de Sevilla es, desde hace siglos, más que un icono devocional que transciende al cariño de los fieles que cada agosto regresan para rendirle culto o que durante el año forman un goteo constante de visitantes a la Capilla Real de la Catedral; es todo un tratado de imaginería tardomedieval que guarda consigo el enigma de la su sonrisa postreconquista. .
Orígenes que se remontan a los tiempos de las Cantigas de Santa María de Alfonso X y que son un perfecto ejemplo de la llegada del culto cristiano a esta ciudad en 1248 de la mano de su padre, el Rey San Fernando. Con la marcha del Islam, Sevilla recibía a la Virgen con los rasgos góticos imperantes por aquel entonces en toda Europa pero sin escultores autóctonos que lo desarrollaran todavía. Como aseguró el profesor de Historia del Arte, Manuel Jesús Roldán, en un análisis del repartimiento de la ciudad permite comprobar que entre los primeros repobladores de la Sevilla cristiana de 1248 no hay ningún escultor, aunque sí aparecen los nombres del alarife, Pedro Ibáñez, del pintor Juan Pérez o del orfebre Juan Simón. Esto nos lleva a considerar que en un primer momento hubo un predominio de la pintura mural frente a la realización de nuevas imágenes escultóricas. La adaptación de la antigua mezquita mayor de la ciudad como templo cristiano sería un buen ejemplo de ello».
Aún así, la poca imaginería de entonces nos han llegado algunos ejemplos frente a aquellas pinturas murales del momento que fueron modificadas por modas en muchos de sus casos.
Son varias las imágenes escultóricas de la Virgen datables a mediados del siglo XIII. Entre estos ejemplo destacan la que iconografia tradicional denominó como «fernandinas», aunque apenas haya documentación certera sobre algunas de estas tallas que resistieron el paso del tiempo gracias a su devoción popular y que fueron recargadas y desmejoradas a veces, con estéticas posteriores, sobre todo en los tiempos barrocos del XVII y XVIII con el añadido de coronas, bordados, joyas, mantos o vestidos
Estas tallas, en diferentes templos d la ciudad, algunas olvidadas del devocionario con el tiempo, vivieron un auge con la proclamación del patronazgo de la Virgen de los Reyes sobre la Archidiócesis por el Cardenal Segura en 1946 y con la confirmación por el Papa Pío XII. Como asegura el propio Roldán, «esto conllevó un estudio iconográfico de las imágenes fernandinas por el catedrático d arte Hernández Díaz, con un reportaje gráfico que permite el conocimiento de estas imágenes sin sus añadidos barrocos, siendo además el paso previo a la restauración que se realizó con posterioridad de la
Virgen de los Reyes en 1948.
El modelo bizantino
El formato es claro: La Virgen aparece entronizada «siguiendo modelos bizantinos como el de la Panaguia Nikopoia, virgen trono caracterizada por el esquematismo y la simetría de la composición. Hernández Díaz la relacionaba con el llamado grupo de Chartres, es un maniquí articulado de 1,76 m. diseñado para ser vestido y con un engranaje interior que le permitiría algún tipo de movimiento como la bendición de los fieles», recalca Roldán. La devoción que siempre le rodeo estuvo cargada de leyendas, desde su intervención en la propia Reconquista hasta su misteriosa realización, se cuenta que deambulaba por la catedral de noche, al tener los zapatos roidos,... Yo lo achaco a los descarados ratones d la catedral,.. Esa es una de las multiples leyendas que acompañan a la imagen de
La Virgen de los Reyes anclada en el marco fernandino, su estudio muestra dificultades ya que el monasterio de monjas del cister no funcionaba con estabilidad hasta la década de 1250. Esto hace dudar sobre su posible origen en una donación por parte del Rey Santo», añade Roldán. Aunque no hay dudas sobre el origen posterior, barroco, de la imagen del niño Jesús.
La imagen es dulce y portentosa, felicidades a las Reyes. Juan Manuel Rodríguez

