
Triple efemérides de San José
Llega un nuevo 19 de Marzo en el que celebramos la solemnidad de San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, también el día del Seminario y además el día del Padre. Es ciertamente una fecha importante dedicada al humilde carpintero de Nazaret, gran santo, modelo de esposo y padre bueno que asumió la crianza y custodia del mismísimo Jesucristo. No en vano invocamos la protección de quien fue el hombre justo que cuidó de nuestro Salvador, aceptando en todo momento la voluntad de Dios.
Quienes celebramos nuestra onomástica vamos corroborando con el paso de los años la trascendental importancia del santo bajo cuyo patronazgo estamos, pues en la Sagrada Familia desempeñó el papel fundamental de esposo de la Santísima Virgen María y padre adoptivo del Hijo de Dios. Fue ejemplo de rotunda fe, entregando libremente toda su vida al misterio de la Encarnación y cumpliendo siempre los designios divinos.
Merecidamente es patrono de la Iglesia Universal por declaración del Papa Pío IX, además de protector de los trabajadores y obreros como celebramos cada primero de mayo. El padre humano de Jesucristo es asimismo padre espiritual de todos los creyentes, que lo veneramos como castísimo y glorioso patriarca San José.
Celebrémoslo en su fiesta principal que es también el día del Seminario, por ostentar el patronazgo de quienes están llamados a ser padres espirituales del pueblo de Dios, aunque donde no es festivo se celebra el domingo más cercano. Este año la jornada tiene como lema “Sembradores de esperanza”, siendo muy necesario orar ante la grave crisis de vocaciones sacerdotales que padecemos. Roguemos al Cielo nos conceda muchos y santos sacerdotes, que habrán de ser nuestros curas en esta época de secularización.
La tercera celebración es el día del padre, tan importante como entrañable al honrar a todos los padres, biológicos o adoptivos, por el mucho amor, sacrificio y entrega que ello conlleva. La paternidad crea una transcendental responsabilidad, pues a menudo los hijos heredan de sus progenitores rasgos y conductas determinantes de la personalidad.
Ser padre es un acto desinteresado que se recompensa con el regalo de sentir el amor filial. Padres e hijos formamos una comunidad de amor por lo general difícilmente superable en complicidad e intensidad. Decía Rousseau, con todo acierto, que “un buen padre vale por cien maestros pues es siempre el mejor profesor de vida”. Ciertamente merecen el reconocimiento de los hijos por su paciencia, sus consejos y toda su entrega paternal.
Valoremos y cuidemos siempre a los padres, aunque sea cierto lo que escribió Charles Wadsworth: “cuando un hombre se da cuenta de que su padre tenía razón, ya tiene un hijo propio que opina que su padre está equivocado”. Así es la vida, pero sólo el paso de los años nos hace comprenderlo todo en sus justos términos. El padre se entrega sin pedir nada a cambio porque, en palabras de Denis Lord, “un padre no es el que da la vida, que eso sería demasiado fácil; un padre es el que da el amor”. Exactamente es así.
Los abuelos tenemos nuestra festividad específica de San Joaquín y Santa Ana, pero a fin de cuentas somos fundamentalmente padres de los padres, redoble de paternidad, que nos vemos reflejados en los hijos y agraciados con la alegria de los nietos. Dicen que a los mejores padres los ascienden a abuelos y así debe ser, porque en amor nadie les gana. Por eso los padres y abuelos nunca nos vamos aunque muramos, porque quedamos para siempre en Dios y también en el amor de nuestros deudos. El amor nunca muere. Felicidades en esta triple efemérides y que el patriarca señor San José nos proteja siempre.
José Joaquín Gallardo es abogado

