Si de los consejos de muchos católicos hubiera dependido, ellos mismos se habrían quedado sin el Dios al que adoran.
Si llegan a recomendarle a Cristo las maneras prudentes con las que se toman la vida, a estas horas aún estaríamos sin su Resurrección, porque a estas horas aún estaríamos también sin haberse entregado a su Pasión.
Si es por ellos y su comodidad, Dios no llega a los altares, no pasa de la orilla de Galilea, no se atreve a caminar sobre las aguas, no se embarca
Son los que recomiendan no meterse en líos, no complicarse la vida, como si le rezaran a un diplomático que se salvó de todas a base de nadar y guardar la ropa. Pero Cristo fue amorosamente perfecto y políticamente incorrecto. Cristo resultó molesto a los poderes establecidos, dio problemas de orden público, alteró la resignada concurrencia de las calles y hasta la serenidad más inútil de las montañas.
Me los imagino queriendo torcer el destino más apasionante y valiente de la Historia de la Humanidad, tentándole con el sofá para que abandone la arriesgada idea de no tener dónde reclinar la cabeza.
-Lo que tú tienes que hacer es dejar de meterte en líos. ¿Qué necesidad tienes tú de eso? ¿Acaso no te han dado un trabajo estable, no te va bien en la carpintería, con más, con menos, pero con un sueldo fijo?
-¿Qué te incumbe a ti una matanza de inocentes de hace ya treinta años o la cabeza de un soñador como el Bautista?
-Te vas a estrellar, lo tuyo es una guerra perdida de antemano, te la vas a buscar sin necesidad. ¿No estás bien en Nazaret, con tu casa, tranquilo, viviendo incluso en casa de tus padres, qué más quieres?
¿Qué más iba a querer Dios? Aquello de lo que muchos creyentes no se enteran desde sus poltronas y seguridades. No saben leer el Evangelio ni por el forro.
Con sus voces de cautelas cobardes, incapaces de más movimientos que el de sus brazos persignándose todo el día, el Papa Francisco también hubiera estado abocado a la parálisis, aguantando lo suyo de interesados en que las cosas no cambien, como si Cristo hubiera sido un conformista inamovible, preocupado por tener los garbanzos seguros.
-Con la edad que tienes, Francisco, para dos días que vas a estar aquí, ¿quién te manda aventurarte tanto, en vez de pasar lo que te queda lo más apacible que puedas? Te vas a buscar enemistades por todas partes, críticas, murmuraciones, faltas de apoyo, impopularidad, detractores, enemigos y en el peor de los casos cualquier día te envenenan. Mira cómo acabó lo de Juan Pablo I.
Por suerte para los hombres, Cristo fue radical, se la jugó entera, se partió la cara, avanzó sin miedos manifestando convicciones que le costaron la vida. ¿De dónde ha salido, pues, una religión con tantos rendidos y plegados a las injusticias y a los ascos sociales más repugnantes?
Dios no quedó bien con todo el mundo; precisamente por eso lo salvó.