Van a por todas, no cabe ninguna duda. Tras el revelador décimo aniversario de la muerte de Lola Flores le tocó a Carmen Sevilla. Menos mal que ella tiene paraguas, aunque todo lo rebatido por la artista ya lo contó Carlos Herrera en las memorias que hizo sobre Carmen. Sevilla olvida hasta lo que ya ha explicado; siempre ha necesitado apuntador, y, para eso, resultaba indispensable el extinto Sebastián Junyent. Así, arremetió contra «¿Dónde estás, corazón?» sin darse cuenta, las hemerotecas cantan, de que lo comentado eran las respuestas, sus dichos y gracietas. Carlos Ferrando anda todavía recolectándolas. Y está obteniendo una buena cosecha de precisiones.
Claro, que la canallada contra la ya casi recuperada Rocío Jurado tiene otro calibre, diferente bajeza: José María Franco, el ex chófer de Rocío Carrasco y Antonio David, otro criado infiel y trincón, publica ahora un libro. Ya estuvo largando durante los últimos años, siempre al pairo de lo visto y callado cuando sus jefes aún formaban un matrimonio feliz. También contempló el difícil trago que pasó David al tener que convivir con su suegra en La Moraleja para no ser denunciado por «abandono del hogar». El ex guardia civil se enquistó en un casi histórico, aunque incomprensible, «no me moverán». Se largó cuando las circunstancias y la Justicia dejaron de respaldar su nada airosa posición. Y, hablando de desaires, esta noche presentan este librito, y lo hacen a destiempo y sin realce. Además, sus páginas han pasado por distintas manos porque nadie le encontraba el punto. El sirviente utiliza hábilmente, al menos eso, la estrategia de disfrazar a los personajes, cambiándoles el nombre. Así, Rociíto se transforma en Lucerito, y su ex marido, en David Goliath. Algo de eso tiene el malagueño del que ya apenas se sabe nada. Es increíble cómo la fama genera sombras que luego desaparecen. Y me vienen a la cabeza dos de los que más porquería echaron sobre Carmina Ordóñez, de cuya muerte se cumple este sábado un año. Lara Rodríguez, ya en paradero desconocido, tras amargar los últimos años de la Divina, y su tercer ex, Ernesto Neyra, otro que pasó a mejor vida, si es que eso es posible. Todos ellos, siempre sacándole jugo a una intimidad que no merecieron compartir. El tiempo los ha puesto en su sitio, y, por eso, Franco se apresura a largar basura, real o prefabricada, a fin de seguir en ese candelero. Fue un habitual de todos los programas rosa y, después de haber agotado el filón, ahora reabre la mina a la caza de nuevas vetas. Nada le importa la fidelidad jurada, su lealtad, ya rota, a Antonio David, o el respeto, no digo cariño, que podían inspirarle la Jurado y su gente. No le frena ni su convalecencia, «porca miseria». Parece que Fidel Albiac, advertido, ya ha pedido medidas cautelares para que el traidorzuelo no pueda seguir soltando y cobrando en sus comparecencias televisivas. Vaya folclore.