Ingentes y procelosas son las multitudes que viven hoy su devenir cotidiano fuertemente obsesionadas por la comida y la bebida, angustiadas por cuidar su salud a golpe de comida sana y manjares políticamente correctos. Sin duda, el enemigo público, el amenazante Apocalipsis ha cambiado de identidad. Ya la humanidad no se siente acosada por el hambre, por la guerra, por la muerte y por la peste, sino más bien por el colesterol, por los triglicéridos, por el ácido úrico, por las transaminasas y por otros aguerridos espectros satánicos impronunciables y maléficos.
Lejos de amedrentarse, de dejarse intimidar por tan espeluznantes e invisibles villanos, nuestra civilización ha optado por organizarse, por agruparse y plantear nuevas estrategias, renovadas batallas y sofisticadas armas para combatir y acorralar tan luctuosa amenaza. Así han llegado para renovar nuestras vidas la macrobiótica, el omega seis, el omega tres, el rólex, el viceroy, la fibra, el nylon, el polen, el germen de trigo, los alimentos bióticos, los prebióticos, los hare- krishna, la alianza de civilizaciones, el estatut, la secta Moon, la libertad duradera, la leche de soja, el fiambre de pavo, las isoflavonas y Operación Triunfo. Parece claro que ya el jamón ibérico, las gambas blancas, el solomillo, el cordero lechal, los langostinos tigre, el Ribera del Duero y la morcilla de Burgos viven sus últimas horas y su más postrera agonía aniquilados por legiones de viandas catalogadas en el libro de estilo de lo políticamente correcto.
Vienen tiempos nuevos que habrán de tener a la innovación como denominador común: dentro de tan prometedora renovación se abre paso con fuerza el canibalismo, la antropofagia, práctica gastronómica enormemente enraizada en nuestra cultura y en nuestros hábitos. Uno de sus más fervientes defensores, en la actualidad, es Dorángel Vargas, alías el comegente, ciudadano venezolano que ha llegado a afirmar que comer gente es como comer peras. Este hombre, nacido en 1957 en el seno de una familia dedicada a la agricultura y que llegó sólo a sexto de primaria, cocina a sus víctimas con hierbas exóticas y les da sólo una cocción para conservar todas sus propiedades nutritivas. El nos ha explicado que los hombres delgados - ha matado a una docena- saben mejor que las mujeres y que los sabores más agradables se consiguen en la zona del vientre.
Otro inestimable precedente de progreso nos ha venido aportado por una conocida cadena internacional de comida rápida, al decidirse a servir porciones de cuerpos humanos dentro de sus menús. Una de las primeras en disfrutar tal innovación ha sido Anna Ayala, en el condado de Santa Clara, en California, al comerse un dedo enterito dentro de su plato de chiles con carne. Había un dedo de casi cuatro centímetros, con la uña bien arreglada", declaró Anna Ayala, según lo publicado por el diario San Jose Mercury News.
No lo duden, la esperanza ha renacido y lo políticamente correcto enaltecerá nuestras vidas de la mano de la antropofagia.