L ACTUAL mandato municipal el segundo como alcalde del socialista Alfredo Sánchez Monteseirín termina en realidad dentro de apenas un par de meses. Pese a que las elecciones municipales no están convocadas hasta la primavera de 2007 en mayo, el mes florido del novelista Alfonso Grosso la gestión municipal, que no se caracteriza precisamente por su rapidez y su capacidad de adaptación a las necesidades de los sevillanos, empezará a decrecer en lo real para hacerse omnipresente en lo aparente. El ritmo de los partidos políticos se impondrá a las necesidades y toda la política local la más cercana, la real se transformará en un circo electoral en el que el fondo de las cosas será sacrificado en favor de la forma, las sonrisas, las fotos y las promesas. Probablemente las mismas promesas de siempre.
Escasa creatividad En octubre, más o menos, a la vuelta del verano, y tras un mes de septiembre cuyo principal interés consistirá en saber si las obras puestas en marcha durante los últimos tiempos podrán estar listas para su inauguración, aunque sea parcial lo que no se termina o está a medias se inaugura igual, todos los esfuerzos de los políticos locales se concentrarán en intentar ganar puntos en una carrera que, como siempre, se presenta muy apretada, casi cuestión de décimas. Un puñado de votos serán los que decidan la Alcaldía.
Los tiempos preelectorales tienen esta servidumbre: todo se pasa por la turmix del pensamiento simple. Todo se plantea en términos maniqueos. Todo se convierte en lemas, frases hechas y aburrimiento. Algunos, incluso, tienen hasta problemas para acuñar sus frases de campaña. Monteseirín es un ejemplo. Hace tres años, cuando en el PSOE local el líder natural todavía era José Caballos, una tarde, después de varias reuniones previas con Izquierda Unida, el hacedor socialista que ha quitado y puesto virreyes durante años; antes de que Chaves decidiera mandarlo al ostracismo optó por plantear un giro radical en una campaña que no aportaba novedad alguna. Así nació, tras inspirarse en las páginas de los periódicos, aquella máxima del urbanismo bajo sospecha que, aplicada a los andalucistas, resultó ser un éxito. O quizás no tanto. El lema no fue en realidad más que el lazo del regalo. El cáncer del PA ya existía: era su política urbanística, pero también la prepotencia con la que gobernó durante años, imponiendo sus criterios electoralmente minoritarios a cualquiera de los dos grandes partidos que pactara con ellos la administración del poder.
Alfredo no quería El hoy alcalde, que salía de cuatro largos años de cohabitación con los andalucistas en los que tuvo que votar recalificaciones, apoyar proyectos tan lesivos para la ciudad como la antigua reforma de la Encarnación y defender operaciones de reforma urbana tan nefastas como la que sembró de losetitas de chalé buena parte de las calles de Sevilla, al oír la resolución de Caballos, tuvo hasta que sentarse. ¿Agredir a los andalucistas, con los que probablemente iba a tener que volver a pactar para seguir en la Alcaldía? No parecía una buena idea. Pero la cosa ya estaba decidida. A Monteseirín lo lanzaron ante la prensa con el guión hecho para que interpretara locución política, que es una de sus virtudes. Y lo hizo bien: el mensaje dio un giro a la campaña cuando el PA optó por no entrar en el juego y, con su silencio, confirmó la mayor. Cuando Monteseirín repetía en todos los barrios que el urbanismo del PA era sinónimo de corrupción política, José Núñez, el candidato del PA, respondía que el mundo estaba cambiando (el lema de los andalucistas). Y efectivamente cambió: por escaso margen, pero el suficiente, los andalucistas se vieron en la oposición tras doce años de poder omnímodo en Plaza Nueva e IU ocupó el papel de bisagra con el PSOE.
Ahora las cosas están igual, pero al revés: quienes tienen que reconquistar el poder son los andalucistas, que, según las últimas encuestas, pudieran volver a ser la llave política de Sevilla. La diferencia con tiempos pretéricos, empero, es que sólo pueden abrir el candado del podera otro con ayuda de un tercero. De ahí la opción del tripartito. Los estudios demoscópicos, pese al desgaste del PSOE, no otorgan al PA una base electoral demasiado sólida. Sus antiguos votos huyen en masa hacia el PP. Si se cumplen estas cábalas, probablemente volverán a ser protagonistas de la política local, pero siempre como actores secundarios. Los años de éxito quedan muy lejos. Ahora sólo administran las rentas antiguas. Ya lo dicen el refrán: el que tuvo (poder), retuvo. Pero todo mengua.
Paso cambiado La cuestión es ver qué nueva línea abren los socialistas. Con las encuestas en la mano sólo pueden tirarle retóricamente hablando al PP, apelando al lugar común que identifica al elector con el hincha deportivo. Es decir: vota por los tuyos sólo porque son los tuvos, independientemente de cómo lo hagan. Los otros no son los tuyos. Magro consuelo. El alcalde, mientras tanto, ante la falta de un guía político ido Caballos, siquiera temporalmente, nadie le ha dicho todavía por dónde debe ir repite todavía lo del urbanismo bajo sospecha pese al riesgo evidente de tener que volver a necesitar al PA tanto para formar gobierno como para impedir que éste pudiera formarlo en un momento dado con el PP. La situación le ha cogido huérfano. Con el paso cambiado. Tiene la opción de terminar algunas obras e intentar que la gente crea que la ciudad ha mejorado. Mientras tanto, en el Ayuntamiento se sigue sesteando. La reforma territorial los nuevos distritos no funciona. Ni la Junta ni el Estado apuestan ya por Sevilla. Sólo los privados, previo acuerdo urbanístico, muestran algo de ilusión, pero lo hacen en la medida en que obtienen beneficios. El circo electoral está en camino. Pronto llegará a la ciudad.