Tal y como asegura Jesús Ezcurra, la mesa trata la violencia entre diferentes sexos desde una perspectiva psiquiátrica y social, con diferentes abordajes diagnósticos y terapéuticos, para delimitar la importancia de las diferentes patologías psiquiátricas en el fenómeno de la violencia entre sexos.
En lo que se refiere al tratamiento integral de la violencia doméstica, Paz Corral, profesora de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, entiende que la violencia de género, como otros sucesos traumáticos, generan miedo, terror e indefensión, ponen en peligro la integridad física o psicológica de la mujer y dejan a la víctima en tal situación emocional que desborda con frecuencia la capacidad de responder de manera adecuada con los recursos psicológicos habitualmente disponibles.
Al hilo de esta reflexión, la experta mantiene que la violencia de pareja es una muestra de violencia generada intencionadamente y supone una quiebra en el sentimiento de seguridad de la víctima, que puede sentirse incapaz de retomar su vida con normalidad y de recobrar la esperanza en el futuro.
Matiza la experta que las víctimas de maltratos pueden presentar, además de estrés postraumático, un nivel muy elevado de otros síntomas psicopatológicos, tales como ansiedad, depresión, bajo nivel de autoestima y un nivel muy alto de inadaptación a la vida cotidiana. Este estado de perturbación psicológica les impide tomar medidas para abandonar la situación de maltrato. Por todo ello, el maltrato interfiere claramente con el funcionamiento diario de estas personas.
En estos casos, el tratamiento psicológico se hace indispensable para la recuperación de todas las secuelas psicológicas y de los problemas añadidos. Éste ha de plantearse desde una perspectiva multidisciplinar en la que se valora la situación personal y social de la mujer y se hace un plan de intervención psicológica con todos estos datos en un nuevo contexto de seguridad en el que se encuentra la víctima tras la denuncia, separación o solicitud de ayuda.
A juicio de Paz Corral, la Ley Integral contra la Violencia de Género, de diciembre de 2004, facilita que se tomen medidas inmediatas para proteger a la víctima y a sus hijos de nuevos episodios de violencia. Sin embargo, puntualiza, la prevención de la violencia familiar no ha hecho sino dar sus primeros pasos. Las vías de actuación deben ser diversas: a nivel escolar y familiar, la educación igualitaria y no sexista basada en el respeto y en la buena convivencia, así como en el rechazo de la violencia como una forma de solución de problemas; a nivel social, el apoyo a las necesidades básicas (económicas, psicológicas y jurídicas) de las víctimas, así como un cambio cultural que genere una opinión más favorable hacia las víctimas y que, al mismo tiempo, disuada a los potenciales agresores; en el ámbito profesional, la preparación a los profesionales implicados (médicos de atención primaria, psicólogos clínicos, enfermeros, etcétera) en la detección temprana del problema; y en el ámbito judicial, la toma de decisiones rápidas y efectivas.
De esta forma, subraya la especialista, la mujer percibe que el maltrato no es un mero asunto privado y que este tipo de conductas son objeto de rechazo por parte de la comunidad. Es importante la demostración de que la sociedad se va a mostrar intolerante con las conductas violentas y que, llegado el caso, puede adoptar las medidas adecuadas. Sólo así, desde esta perspectiva amplia, se puede atajar el problema, disuadir a los posibles agresores de implicarse en conductas violentas y recuperar a las mujeres víctimas de este grave problema.
En la mesa también está presente José Luis Romero, psiquiatra del Hospital Broadmoor del Reino Unido, un centro de alto riesgo que trabaja con pacientes extremos. El experto forma parte de un grupo de trabajo que incide en el estudio de la violencia sexual. El objetivo de esta investigación, propone el experto, es el de establecer si en el caso de la violencia sexual cabe hablar de delincuentes o de enfermos, siempre en función de las patologías psiquiátricas que subyacen tras un acto de estas características.
Irene Linares es miembro del Instituto de Medicina Legal de Galicia y participa en la mesa desde una perspectiva original: la simulación y las falsas denuncias en violencia de género. Tras revisar el papel que juegan los medios de comunicación en este campo y las normativas legales vigentes, la experta señala que, desde el punto de vista de la víctima, es posible centrarse en los diversos modos de simulación desde una perspectiva psiquiátrica, particularmente en aquellos aspectos específicos de simulación, disimulación y sobresimulación aplicados a las situaciones de violencia de género. Esta cuestión plantea dificultades para una correcta evaluación forense, por lo que se detecta la necesidad de un abordaje multidisciplinar y coordinado del tema.
Irene Linares piensa que, desde la perspectiva de la víctima, la simulación hace referencia a aquellos casos en que alguien simula haber sido víctima de violencia de género por muy diversas razones, algunas de ellas propias de un desarreglo psíquico. Tampoco es infrecuente la disimulación o el deseo de ocultar las secuelas de esa violencia. Por último, la sobresimulación hace referencia a la exageración de estas mismas secuelas, bien como respuesta al daño sufrido, bien para conseguir la separación de la fuente de conflicto o bien para obtener algún beneficio legal entre otras razones.