
Se cumplieron los pronósticos y la lluvia que amagó durante buena parte de la jornada terminó destrozando el Sábado Santo porque cogió, que no sorprendió, a las cuatro cofradías de la jornada en la calle. Los Servitas estaban ya fuera de la Catedral y con un encomiable esfuerzo, el primero de sus pasos decidió aligerar hasta volver a su casa, a pesar de que era una auténtica manta de agua la que caía sobre Sevilla. Fue sin carreras entre los nazarenos y con el cortejo sin descomponerse, pero con el paso del Cristo de la Providencia casi sin parar y escoltado por costaleros de refuerzo. Enfiló Bustos Tavera evitando en lo posible los resbalones que provocaban la cera y el agua. A las nueve menos diez de la noche, la Cruz de la Guía, estaba en la Capilla de los Dolores. No hubo ayer vuelta por la recoleta plaza de Santa Isabel. El agua lo impidió.
El palio de cajón de la Soledad de los Servitas optaba por refugiarse en la Anunciación que ayer se volvió a convertir en auténtico refugio para los pasos ya que allí también decidió volver la otra la Soledad, la de San Lorenzo. Lastimera fue la imagen que ofreció ayer la singular dolorosa ya que el aguacero empezó a cebarse con el paso que mandan los Ariza en el Duque y tuvo que ser protegida por un plástico. Ya en La Campana, se optó no por girar y volver a la cercana plaza de San Lorenzo sino seguir hasta la Universidad. Las prisas eran tantas que el paso se llevó por delante una de las vallas.
Cuando la Soledad llegó a la puerta de l Anunciación se disponía a entrar su homónima. Sin embargo, la de San Lorenzo terminó pasando al interior del templo en primer lugar. Allí se vivieron las mismas escenas que se registran cada vez que la lluvia descompone una jornada de Semana Santa, sobre todo teniendo en cuenta que son numerosos los niños nazarenos y los monaguillos.
Y si el desorden se convertía en protagonista en la Anunciación, otro tanto ocurría en la Catedral donde se refugiaron los tres pasos del Santo Entierro así como el del Cristo de las Cinco Llagas y la Virgen de la Esperanza de la Trinidad. Todos tenían la posibilidad de regresar a sus respectivas sedes desde el Templo Metropolitano pero teniendo en cuenta no sólo el parte meteorológico sino que en la Catedral se iba a celebrar la Vigila Pascual por lo que, o se marchaban antes de que ésta comenzara, o deberían esperar hasta que esos actos litúrgicos finalizaran. De todas formas, a medida que pasaban los minutos, parecía que la lluvia, una vez que desbarató el Sábado Santo, no iba a volver, o al menos con la intensidad que lo hizo a las ocho y media de la tarde.
Pocos después de las nueve y media de la noche, el Santo Entierro, ya sin representaciones ni autoridades, salía por la Puerta de San Miguel del Templo Metropolitano. El recorrido que siguieron hasta San Gregorio fue el mismo de la Carrera Oficial pero, lógicamente, en sentido contrario aunque, eso sí, con una rapidez inusitada y mientras las sillas de la Carrera empezaban a ser retiradas.
A esa misma hora, la junta de los Servitas decidía aprovechar la hora larga que los meteorólogos daban de tregua para regresar desde la Anunciación a la capilla de los Dolores. Los capataces del primero de los pasos confirmaba que, a pesar de la rapidez con la que se regresó al templo no había que lamentar daños entre los costaleros. Para evaluar los daños que el agua provocó en las imágenes aún es pronto aunque la hermandad llamó de inmediato a Antonio Dubé de Luque para que estudiara los posibles perjuicios ocasionados por la lluvia. No en vano, fue Dubé de Luque quien restauró las imágenes de Montes de Oca.
A las diez de la noche, y después de ver de nuevo la triste imagen de cómo cae el agua que se almacena en un palio cuando sube o se baja la rampa de la Anunciación, la Soledad de los Servitas emprendía el regreso con los tres tramos de nazarenos que no llegaron a la capilla de los Dolores con el resto de la cofradía.
Con rapidez se formó también la parte de la cofradía de la Trinidad que se refugió en la Catedral y el Cristo de las Cinco Llagas emprendía la vuelta al Santuario de María Auxiliadora. A la vez, los tramos de nazarenos con la Cruz de Guía al frente y el Sagrado Decreto, se organizaron en la Colegial del Salvador que durante una hora recordó, con seis pasos en su interior, la exposición «Esplendores de Sevilla» de 1992. La Trinidad, en un intento por evitar nuevos chaparrones, regresó por la Ronda Histórica en vez de hacerlo, como es tradicional, por la calle Sol. Los tres entraron antes de lo previsto en su templo, aunque el Decreto salió del Salvador a las diez y media de la noche.
A pesar del desbarajuste de la jornada, en Sevilla seguía habiendo ganas de Semana Santa y lo mismo por la Avenida que por la Encarnación, la gente rodeó los pasos y las candelerías lucieron encendidas. Los toques fúnebres de las bandas, propios del día, volvieron a sonar.

