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Écija, la ciudad del sol y de las once torres

hace 14 años
Pueblos de Sevilla

Cuentan que un día el diablo les dijo a los ecijanos: “Vosotros que tanto amáis al Sol, ¿queréis llegar a él? Para ello tendréis que construir doce torres, ni una menos”. Los ecijanos, que efectivamente sentían una gran admiración por el astro rey, comenzaron entusiasmados la tarea que el diablo les había señalado.

Sin embargo, cuando estaban construyendo la que hacía la número once escucharon la voz indignada de Dios: “Vosotros, soberbios, ¿cómo osáis pretender llegar a mí?” Y diciendo esto lanzó un terrible rayo que destruyó en parte una de las edificaciones. Como penitencia, los ecijanos hubieron de construir un templo junto a cada una de las torres. Y es por eso que aún hoy en día en esta localidad existen once torres, una de ellas inacabada... Esta leyenda refleja perfectamente la esencia de Écija: no en vano se la conoce como la “Ciudad del Sol” o la “Ciudad de las Torres”. Su fundación, atribuida legendariamente a un capitán griego llamado Astur, debió de producirse en realidad hacia la época tartésica, a principios del primer milenio a.C. Hasta la conquista romana, hacia el 200 a.C., se trató probablemente de un pequeño poblado turdetano de cabañas, emplazado en la ligera elevación conocida como Cerro del Alcázar o de San Gil (“El Picadero”).

La ciudad conoció su mayor etapa de esplendor durante la dominación romana: participó a favor de César en las Guerras Civiles contra Pompeyo y, hacia el año 14 a. C., se fundó ya en el llano la colonia llamada “Augusta Firma Astigi”: una gran ciudad de nueva planta, con calles pavimentadas trazadas en retícula regular, cloacas y red de distribución de aguas, templos, foro, termas y anfiteatro, junto a un puente por el que la Vía Augusta cruzaba el Genil. La ciudad siguió siendo un importante foco cultural y religioso a la caída del Imperio, en época visigoda, cuando llegó a ser sede de un obispado, y en época islámica, en la que fue capital de provincia durante el emirato y el califato. Los cronistas árabes destacan la fertilidad y riqueza de su territorio, en el que se asentó un importante poblamiento beréber: los musulmanes introdujeron los cultivos de regadío y, entre ellos, el algodón cuyo desarrollo característico en Écija llevó a acuñar el sobrenombre de Madînat al-qutn (“La ciudad del algodón”). En mayo de 1240 Écija fue conquistada por Fernando III y repartida entre nuevos pobladores castellanos, entre ellos muchos nobles, las Órdenes militares y la Iglesia. El desarrollo de la gran propiedad terrateniente que ha marcado toda la historia posterior, bajomedieval y moderna arranca, en buena medida, de este reparto feudal y de su desarrollo en la Época Moderna. En 1404 Enrique III restituyó a Écija el título de “ciudad”. Los favores reales siguieron: Carlos I añade el título de “Muy leal” al de “Muy noble” que ya ostentaba Écija. Felipe V le otorga el nombramiento de “Constante, leal y fidelísima” en 1710. Todo el siglo XVIII, considerado “El siglo de oro ecijano”, vive un esplendor de construcciones civiles y de iglesias, vinculado a la concentración de la propiedad y del poder eclesiástico y aristocrático: no en vano en esta época radicaron en la ciudad unos 40 títulos nobiliarios, 13 de ellos Grandes de España. Mimada por la realeza, en 1880 Alfonso XII otorga al Ayuntamiento el tratamiento de “Excelentísimo”. Ya en nuestro siglo, concretamente en 1966, recibe un nuevo título, tan merecido o más que los anteriores: el de “Conjunto Histórico-Artístico”.

CÓMO LLEGAR Situación: En el kilómetro 455 de la Autovía de Andalucía, a 89 kilómetros de Sevilla y a 50 de Córdoba. Extensión: 974 km2. Habitantes: 40.000 Oficina de Turismo: Palacio de Benamejí. Teléfono: 955902933. Ecitur (Empresa de Servicios Turísticos). Teléfono: 954832862 http:www.ecija.org

DÓNDE QUEDARSE -Hotel Astigi, de dos estrellas. Teléfono: 954830162 -Hotel Ciudad del Sol, de dos estrellas. Teléfono: 954830300 -Hotel de la Vega, de una estrella. Teléfono: 954833710 -Hotel Los Molinos, de una estrella. Teléfono: 955.50.06 ¿???????

NO SE PIERDA -La iglesia de Santa Cruz. -La iglesia de Santa María. -La iglesia de Santiago. -El palacio de Benamejí y el Museo Histórico Municipal. -El palacio de Peñaflor. -Las once torres.

Plaza de España: El Salón

Sumario: Los nobles alquilaban el conjunto de los edificios, a excepción del balcón.

La plaza principal de Écija, cuyo nombre oficial es Plaza de España, aunque es más conocida como “El Salón”, está situada cerca del foro de la ciudad romana de Astigi: recientes excavaciones han sacado a la luz una natatio (piscina), una palestra (plaza para ejercicios deportivos y gimnásticos) y otros vestigios de época romana, sobre los que en la Edad Media se ubicó un cementerio islámico. En la plaza encontramos numerosas iglesias y miradores, así como el Ayuntamiento ecijano. Todo ello la convierte en una de las más bellas de Andalucía, o en “la más insigne”, según la denominó el ecijano Luis Vélez de Guevara en “El Diablo Cojuelo” Entre los miradores más interesantes se encuentran los de Peñaflor y Benamejí, ambos barrocos, del siglo XVIII. Sus representantes alquilaban todo el edificio a excepción del balcón. De esta forma, cuando tenía lugar algún acontecimiento importante en la plaza principal, los nobles disponían de un lugar privilegiado y exclusivo para presenciar los diferentes eventos sociales o religiosos. El de Benamejí presenta una fachada realizada a partir de galerías, con arcos de medio punto sostenidos por columnas de piedra blanca; corona el edificio un antepecho que cobija en el centro el escudo del marquesado de Benamejí. El mirador de Peñaflor se sitúa en una construcción alta y amplia, con cuatro plantas de arcos que descansan sobre columnas barrocas; como en el caso anterior, en la zona superior se eleva un antepecho en el centro para contener el escudo de la casa de Peñaflor, y se remata con bustos y esculturas del XVIII.

-Palacio de Peñaflor Sumario: La actual Biblioteca Municipal destaca por su balcón de 59 metros. Originalmente se trató de una construcción de estilo renacentista del siglo XVI, pero fue reformada durante el XVIII, por lo que actualmente su aspecto es barroco. Este Monumento Nacional fue la residencia de los marqueses de Peñaflor hasta que a mediados del siglo XX murió sin descendencia la última marquesa, quien lo legó a una fundación que años después lo cedió al Ayuntamiento. Por ello, desde hace algunos años este edificio alberga la biblioteca municipal, salas de exposiciones, salones para asociaciones culturales locales... Lo más destacado del palacio es su impresionante balcón, de 59 metros, que recorre toda su fachada principal siguiendo la curvatura de la calle. Por ello se le conoce como la “Casa del Balcón Largo”. En cualquier caso, el resto de la fachada es igualmente impactante, con su decoración de pinturas al fresco, que alterna motivos paisajísticos y arquitectónicos. Junto a la torre-mirador se abre la hermosa portada barroca, fechada en 1726. Si entramos en su interior llegamos al apeadero, desde donde se contempla la portada de piedra de las caballerizas, apenas ornamentada por el escudo de los marqueses. A la derecha, la escalera de honor se abre en dos tramos y se cubre con una cúpula de media naranja decorada con artísticas yeserías. En el muro de acceso a la planta principal se encuentra un lienzo de la Virgen del Rosario, espléndidamente enmarcado, perteneciente a la Escuela Sevillana del siglo XVIII. Del apeadero pasamos al patio central, que presenta dos plantas de arcos superpuestos en sus cuatro frentes y en el centro una fuente de mármol. En la zona claustrada muestra un original friso que cubre la zona inferior, formado por placas de tres tipos de mármol: negro de Córdoba, rosa de Cabra y ágata de Lanjarón. Esta decoración se complementa con un conjunto de cornucopias de ágata y madera dorada, utilizada en época barroca como elemento decorativo, al tiempo, práctico, puesto que en ellas se colocaban antorchas encendidas, cuyas llamas, reflejadas en el mármol, produciendo un hermoso espectáculo de luces.

Edificios civiles

LOS NUEVE PALACIOS DE LA NOBLEZA Pocas ciudades en Andalucía pueden presumir de poseer una arquitectura civil tan rica como Écija. La gran cantidad de títulos nobiliarios que han existido en esta ciudad a lo largo de su historia explica esta riqueza. Nueve palacios y un buen número de casas señoriales lo demuestran.

  • Palacio de los Palma Este edificio, construido durante el siglo XVI y reformado durante el XVIII, perteneció a los Marqueses de las Cuevas del Becerro en un principio, siendo actualmente propiedad de la familia de los Palma. Con su portada barroca y su fachada en esquina con guardapolvos, compone uno de los más hermosos conjuntos ecijanos. De su interior destaca el patio porticado y los salones cubiertos por artesonado de lacería mudéjar del siglo XVI. Un palacio “de cine” con leyenda En este palacio se rodó en la década de los cincuenta una película llamada “Bajo el cielo andaluz”, que estuvo protagonizada por una de las más populares intérpretes la copla: Marifé de Triana. Tal vez se eligió este edificio por su interés artístico o tal vez por ser el escenario de una romántica leyenda. Realmente, el protagonista de la historia es el Postigo de San Rafael, que se sitúa en la zona posterior del palacio. Éste era el lugar donde se citaban dos enamorados. Él era el capitán de un famoso grupo de bandoleros: los Siete Niños de Écija. Un día, yendo por un camino, encontró a una hermosa joven que había sido asaltada, y nada más verla se enamoró de ella. Decidió llevarla en su caballo hasta la ciudad, y durante el camino la muchacha le contó que pertenecía a la familia Palma, a cuyo palacio se dirigía para residir en él mientras convalecía de una enfermedad que sufría desde hacía algún tiempo. Ella también se enamoró del bandolero, por lo que desde ese día se encontraron cada noche en el postigo. Sin embargo, de repente la joven faltó a la cita; el capitán averiguó que había empeorado de su enfermedad, por lo que fue a buscar un cuadro con la imagen de San Rafael, del que ella era muy devota, para rezar por ella. Pero la mala suerte quiso que, mientras colocaba la pintura de este arcángel en el lugar de sus citas secretas, la guardia detuviera al bandolero. Al día siguiente le ajusticiaron a la misma hora en que ella moría a causa de su enfermedad. Y desde entonces el cuadro sigue en el postigo, como recuerdo de la pareja de enamorados y de su triste historia.

-Palacio de Santaella Este palacio dieciochesco alberga actualmente un club deportivo privado, por lo que popularmente es conocido como el “Tenis Club”. Posee una interesante fachada labrada en piedra, cuya portada está flanqueada por pilastras en forma de cariátides. En su interior se levanta una escalera cubierta por una cúpula de tambor decorada con yeserías policromadas y frescos que simulan ventanas. La semejanza de estas pinturas con las del Palacio de Peñaflor hace pensar que, probablemente, fueron realizadas por el mismo taller. Es también destacable la carpintería de este palacio, en especial sus magníficas puertas talladas. . -Palacio de Justicia Su decoración está basada en la Alhambra, con azulejos de Triana (sumario – se puede poner o no) Este edificio es conocido popularmente como Palacio de las Tomasas, ya que perteneció a dos hermanas ecijanas apodadas así. Presenta una exuberante decoración “historicista”, basada en la ornamentación de la Alhambra, lugar que impresionó vivamente a sus propietarias, y es uno de los más admirados por los visitantes y forasteros. En el zaguán encontramos un zócalo de azulejería de Triana, firmada por Kierman. Destacan también los artesonados, el patio principal y la escalera. -Ayuntamiento La Casa Consistorial es un edificio construido entre los siglos XIX y XX, de estilo neoclásico y trabajado en ladrillo visto. Se ubica en la Plaza de España. La pieza más artística del edificio es la Sala Capitular, que se cubre con un artesonado renacentista del siglo XVI procedente del Convento de San Pablo y Santo Domingo, actualmente sin culto. Lo más interesante, sin duda, de la estancia es un mosaico del siglo II colocado en el centro. Se trata de “El Sacrificio de Dirce”. La historia de Dirce El mosaico que se encuentra en la Sala Capitular del Ayuntamiento refleja una escena de la mitología griega: la reina Dirce está siendo atada por dos jóvenes a la espalda de un toro. Los dos muchachos son Anfión y Zeto, hijos de la reina de Tebas, llamada Antíope, a la que su ambiciosa hermana Dirce arrebató el trono. Los hermanos fueron abandonados y crecieron sin conocer su estirpe real. Cuando, una vez adultos, lo supieron no cejaron hasta vengarse de su tía, a la que ataron a un toro como castigo. Sin embargo, tras su muerte, los dioses se apiadaron de ella e hicieron que brotara una fuente en el lugar donde fue enterrada.

-Otros palacios Además de los ya mencionados y del palacio de Benamejí, convertido hoy en museo (Ver Museo Histórico Municipal), existen otros palacios de gran valor artístico y arquitectónico, como es el de los Garcilaso, con su portada decorada con relieves de caballeros y leones; el de Alcántara, construido con piedra de Estepa; el de Almenara Alta, en cuya fachada se abre una galería con arcos de medio punto; o el de Valdehermoso, con su hermosa portada plateresca. Pero no sólo los palacios son interesantes, artísticamente hablando, en Écija. También se conservan diversas casas dignas de mención. Una de ellas es la del Gremio de la Seda, sector que gozó de gran importancia en la ciudad. Su portada es barroca, del XVIII, y presenta arquerías abiertas al exterior y guardapolvos decorados con bellas pinturas al fresco. Más antiguo es el Arca Real del Agua, ya que data del XVI. Este antiguo depósito de agua, diseñado por Hernán Ruiz III, cuenta con una fachada renacentista en la que un arco de medio punto, las pilastras y la cornisa sustentan tres escudos. Del mismo siglo es el edificio de las Carnicerías Reales, ejemplo notable del Renacimiento andaluz, proyectado también por Hernán Ruiz III. Su portada está labrada en piedra y enmarcada por pilastras, cornisa y frontón.

Arquitectura militar Los restos visibles de la muralla que rodeó la ciudad de Écija hace siglos son bastante escasos, ya que se limitan a algunas torres diseminadas por la ciudad. Sin embargo, muchos lienzos de la muralla se conservan ocultos, en el fondo de viviendas privadas, en patios o en muros medianeros, y su trazado ha condicionado el urbanismo de lo que fue zona intramuros. Dos de las torres albarranas, las de Quintana en la calle Merinos y la de Colón, son construcciones imponentes de época almohade (segunda mitad del siglo XII-primera mitad del XIII). Otros restos de las fortificaciones medievales y de una de las puertas pueden contemplarse en el Cerro del Alcázar.

Una tradición taurina con diez siglos de anticipación La importante tradición taurina de Écija se remonta al siglo VIII, cuando los caballeros practicaban una serie de juegos montados a caballo, ante los toros. Pero no es hasta el XVIII que aparece el toreo a pie. Sin embargo, la localidad continúa hoy en día muy estrechamente vinculada al caballo. De hecho, en el término se emplazan el Centro de Reproducción Equina y Remonta, con la Yeguada Militar, y diversas ganaderías civiles. Respecto al arte de la lidia, hay que tener en cuenta que Écija no sólo posee una amplia plaza de toros construida precisamente sobre las ruinas del que fuera anfiteatro romano, sino que además es la cuna de grandes nombres del toreo y del rejoneo, como son los grandes toreros José Antonio y Tomás Campuzano, nacidos en Écija, criados en Gerena y que viven actualmente en Sevilla; Bartolomé Jiménez Torres; Guillermo Gutiérrez “El Ecijano”; Pepe Luis Vargas, que sufrió una grave cogida en la Maestranza al recibir al toro a “porta-gayola”, y que hoy dirige la escuela de tauromaquia de la ciudad; Jaime Ostos que actualmente vive en Madrid retirado de los toros, Pedro Cárdenas y Jesús Callejón.

La caza y la cetrería en Écija La caza es una actividad hondamente arraigada en esta localidad. Es tradicional la cacería de liebres a caballo, aunque también es un entorno magnífico para practicar la caza de perdices, tórtolas, codornices, el tiro de pichón, e incluso la caza mayor en las cercanías de Hornachuelos. Además, la “Ciudad de las Torres” es el escenario donde desde hace ocho años se celebra cada mes de diciembre el Certamen Internacional de Cetrería de Écija, al que acuden aficionados y expertos de todo el mundo.

El Callejón de la Trampa Cerca de la Plaza de Santa María se encuentra el Callejón de la Trampa, así llamado popularmente por ser el escenario donde se desarrolló una historia de amor. Cuentan que en el siglo XVIII llegó a Écija desde América un rico anciano llamado Don Gonzalo Gil y Pérez del Pulgar, quien casó con una bella joven ecijana llamada Doña Violante de Carvajal. Era tal la hermosura de la dama que su esposo no le permitía salir a la calle más que para ir a la misa del alba con su ama. Ésta, apenada por la triste vida de su señora, le contó su historia a un apuesto caballero del cual había sido nodriza, llamado Don Luis de Sarabia. Tanto le habló la anciana de lo bella que era Doña Violante que Don Luis sintió curiosidad y acudió a la Iglesia para conocerla. Allí se presentó a la joven y al momento se enamoraron. Desde ese día se citaban en el balcón de la dama, hasta que Don Gonzalo comenzó a sospechar y les tendió una trampa terrible: colocó en el balcón un cordel tan fino que en la oscuridad resultaba casi invisible; cuando el caballero subió no lo vio y se ahogó. A la mañana siguiente, apareció el cadáver del joven en el callejón y en su alcoba el de Doña Violante, con un puñal en el pecho y una nota de su esposo que decía: “Justicia, no venganza”. El asesino escapó y nunca fue encontrado. Los padres de Don Luis, en recuerdo de los dos enamorados, colocaron en el balcón de sus citas un lienzo de un Ecce Homo, que estuvo alumbrado por velas cada noche hasta principios del siglo XX, cuando fue trasladado al interior de la casa.

  • Museos

Museo Histórico Municipal El Palacio de Benamejí, sede del Museo Histórico Municipal, declarado Monumento Nacional, está considerado como uno de los mejores palacios barrocos de Andalucía,. Construido a mediados del siglo XVIII, los Marqueses de Benamejí lo habitaron hasta que fue heredado por los Condes de Valverde durante el XIX; desde principios del siglo XX hasta 1995 albergó la Comandancia Militar y desde 1997 cuenta entre sus estancias con la Oficina de Turismo. Del edificio destaca su impresionante fachada, flanqueada por dos altas y hermosas torres, y su magnífica portada barroca de mármoles polícromos de un barroquismo ondulante pero solemne. La doble puerta presenta clavos labrados en forma de barca con dos remos, motivo simbólico propio de los Marqueses de Benamejí. Al traspasarla, entramos en lo que fue apeadero del palacio, que actualmente funciona como un patio de acceso, de donde arranca una hermosa escalera de estilo imperial, cubierta con una monumental cúpula, que se abre en dos tramos. Desde este patio se accede a la Oficina de Turismo, a la sala de exposiciones y a otras estancias del museo. El auténtico patio presenta galerías de arcos de medio punto, y la ornamentación es de ladrillos tallados. En el centro se sitúa una espléndida fuente realizada en piedra y varios tipos de mármoles.

El museo tiene varias secciones temáticas: la de Arqueología, la del Caballo y el Arte Ecuestre, además de salones de actos, sala de audiovisuales y de exposiciones temporales; en el futuro se prevé su ampliación con secciones de Artes y Costumbres Populares, Bellas Artes y Siglo XVIII ecijano. Una de las zonas más importantes, que mayor número de visitantes atrae, es la Sección de Arqueología, recientemente organizada con criterios eminentemente didácticos. Sus fondos proceden de materiales recuperados en excavaciones urbanas, de las colecciones municipales o de la donación o depósito temporal de piezas por parte de los ciudadanos. Posee cuatro salas, respectivamente dedicadas a Prehistoria, Protohistoria, Época Romana y Edad Media/La ciudad. Entre sus valiosos contenidos destacan una espectacular joya de la orfebrería tartésica y tres “estelas de guerreros” tartésicas, así como el magnífico mosaico romano llamado “El Cortejo de Baco y el nacimiento del vino” que, por su diseño, composición y colorido, se considera uno de los más interesantes de la Bética. Son igualmente notables las colecciones de cerámica islámica, inscripciones romanas y utensilios metálicos prehistóricos. El museo es, además, un centro de investigación que cuenta con un equipo de restauradores y arqueólogos que trabajan en la conservación y clasificación de los restos que aún continúan llegando al museo, procedentes de diferentes yacimientos del término municipal ecijano. El fantasma del Palacio, que hace funcionar las máquinas de escribir Como muchos otros edificios históricos, el de Benamejí también cuenta, según algunas personas, con un fantasma que recorre las salas haciendo notar su presencia. Dicen que se trata del espíritu de una de las marquesas, que murió en el palacio hace muchos años. Realmente no hay muchos testimonios acerca de su existencia, aunque un sargento que trabajaba en el edificio, cuando se encontraba destinado en la Comandancia Militar, aseguró que en ocasiones había visto con sus propios ojos cómo las máquinas de escribir funcionaban solas. El único palacio que tiene derecho a dos torres Todos los palacios ecijanos tienen una sola torre, salvo el de Benamejí, que cuenta con dos. La razón se explica por una anécdota a medio camino entre la historia y la leyenda: hace algunos siglos, todo noble que poseyera un palacio tenía derecho a construir en él una sola torre. Cuando el de Benamejí se estaba edificando, el rey Carlos III se encontraba en la ciudad. Dado que un ala ya estaba terminada, el marqués invitó al monarca a alojarse en su palacio durante su visita a Écija. Así ocurrió, y durante su estancia en Benamejí, el soberano se sintió tan agasajado que concedió al noble un privilegio que deseaba; éste le pidió una torre para su palacio, y le fue concedida. Años después, volvió Carlos III a la localidad astigitana, y se sorprendió al descubrir que Benamejí tenía dos torres. Indignado, pidió explicaciones al marqués, quien le explicó que una había sido un privilegio concedido por él mismo, y la otra le correspondía por ser derecho de todo noble. Ante esta respuesta, el monarca hubo de reconocer que el marqués tenía razón. Tesoros del museo La Sección Arqueológica es, por sus contenidos, la más interesante del museo, aunque llama la atención la existencia de una Sala del Caballo y del Arte Ecuestre. La explicación puede estar en el hecho de que en la campiña ecijana pastan célebres yeguadas, con ejemplares únicos de pura raza española y árabe, convirtiendo a la “Ciudad del Sol” en un centro hípico de gran importancia en Andalucía.

Edificios religiosos

Sumario: El terremoto de Lisboa de 1755 destruyó gran parte del patrimonio artístico de la ciudad, que tuvo que ser reconstruido.

Son 21 los recintos religiosos, entre iglesias y conventos, que existen actualmente en la capital astigitana. No es extraño este importante número, ya que, como se mencionó anteriormente, Écija fue sede episcopal, e incluso presume, entre aires de leyenda, de haber sido evangelizada por San Pablo, de quien se dice visitó dos veces la ciudad.

Iglesia de Santa María Sus campanas recuerdan a las de la Giralda de Sevilla Está situada en la plaza de su mismo nombre y parece ser que se fundó poco después de la conquista cristiana, aunque los documentos escritos más antiguos que se conservan sobre su construcción datan de la primera mitad del XVI. Está emplazada sobre los cimientos de un templo mudéjar del siglo XIII. El edificio, fechado finalmente en el XVIII, comenzó a construirse en 1717 por la torre; pero cuando aún no había finalizado la obra se produjo el terremoto de Lisboa, que le dañó seriamente, por lo que se reanudó la construcción en 1788. El proyecto fue de Pedro de Silva, y la ejecución estuvo a cargo de diversos arquitectos: Antonio y .Ambrosio de Figueroa, Fernando Rosales y José Álvarez. Exteriormente presenta dos portadas: abierta en el lado derecho, adintelada y con pilastras, en la que se aprecia una decoración de taracea en mármol blanco y negro; la otra, situada a los pies de la iglesia, es la más monumental. Ésta última es doble, ya que presenta un gran arco coronado por una figura que representa la Fe y sobre la puerta figura una hornacina con la imagen de la Asunción. Su cancel es una de las piezas más valiosas de este templo: de estilo barroco con influencias mudéjar, está labrado en cedro, caoba y mármoles, y aparece cubierto por un cuarto de esfera de lacería. Junto a la portada principal, se levanta la torre, cuyo cuerpo de campanas recuerda a la Giralda, aunque su estilo es más cercano al barroco, con una decoración basada en azulejería romboidal y labores de cantería. El templo tiene planta salón con tres naves separadas por pilares y cubiertas por bóvedas. En la zona izquierda se añaden al edificio la Capilla Sacramental, un hermoso claustro y otras pequeñas dependencias. De su interior destaca el Retablo Mayor, presidido por una imagen de la Asunción, titular del templo, en forma de templete de estilo rococó y decorado con rocalla. Tras el retablo se encuentran la sillería del coro, en la que aparece una pintura sobre tabla de la Virgen de la Antigua fechada en torno a 1575 y atribuida a Villegas Marmolejo. La Capilla del Sagrario está decorada con frescos de reciente ejecución, aunque lo más interesante es su original retablo del XVIII. Está concebido como un arco de triunfo en honor del Sacramento y en la hornacina central figura una imagen de Nuestra Señora de Belén. Curiosamente, su ornamentación mezcla imágenes del Antiguo y del Nuevo Testamento. Bajo el retablo encontramos el único ejemplar de escultura funeraria medieval: las sepulturas de Doña Teresa López de Córdoba y Don Lope Suárez de Figueroa, su hijo, cuyos escudos figuran en el frontal del túmulo. El conjunto es de alabastro blanco, está fechado entre 1390 y 1400, y pertenece al taller toledano de Ferrant González. En el muro izquierdo descubrimos un púlpito llamado de San Vicente Ferrer, ya que se supone que en él predico el santo. En el patio se muestra una interesantísima colección arqueológica, iniciada en 1945 a instancias del párroco, don Francisco Domínguez, quien empezó en ese año, previa autorización de las autoridades eclesiásticas, a reunir en el claustro diversas piezas obtenidas por la donación de sus poseedores y procedentes de hallazgos en fincas del término municipal de Écija y sus alrededores. Lo más interesante de la colección se guarda celosamente en una estancia destinada a archivo. Se trata de un retrato de Germánico que constituye uno de los mejores ejemplares romanos existentes en España. Está realizado en mármol blanco y es posible que perteneciera a un busto o a una escultura de cuerpo entero. Conserva, además de la cabeza, el cuello completo y el arranque del tórax, con algún pequeño deterioro producido por el arado en el momento del hallazgo. Los estudiosos estiman que debe ser una obra de los años 20 a 25 de nuestra era, y es una de las más populares y visitadas por los turistas alemanes por considerarse el fundador de su patria. San Vicente Ferrer resucitó a la pecadora Raquel Cuenta una leyenda que un día se encontraba predicando San Vicente Ferrer desde el púlpito que hoy lleva su nombre, y estaba presente una joven judía, llamada Raquel, quien comenzó a burlarse de lo que el santo decía. De repente, el cancel, junto al que permanecía la muchacha, se derrumbó sobre ella, muriendo aplastada. Al terminar la prédica, San Vicente ordenó que levantaran la pesada puerta y devolvió la vida a Raquel. Ella, al comprender que se trataba de un milagro, se convirtió al cristianismo y fundó un convento; sin embargo, no pudo profesar, como deseaba, ya que las autoridades religiosas se lo impidieron en castigo por su pecado. La plazuela de los novios y el monumento a la Virgen del Valle A finales del siglo XIX, el monumento a la patrona se encontraba bastante deteriorado y durante un tiempo se planteó la posibilidad de eliminarlo. Algunos sectores de la población estaban descontentos con él, y en especial con la tenue iluminación de la plazuela que favorecía la presencia de parejas de novios en el lugar, algo inapropiado argumentaban- por la cercanía de la iglesia de Santa María. Sin embargo, una señora adinerada, muy devota de la Virgen del Valle, se comprometió a aportar la cantidad necesaria para restaurar el monumento… y para mejorar su iluminación.

Tesoros de Santa María

La Iglesia de Santa María posee uno de los patrimonios más variados e interesantes, ya que, además de los contenidos religiosos habituales, cuenta con una valiosa colección arqueológica. Dicha colección se muestra en el patio del templo y se compone de piezas de diferentes épocas: desde esculturas animales y frisos decorados de la etapa ibérica a restos arquitectónicos y figuras humanas romanas, entre las que destaca un retrato de Germánico. En el interior de la iglesia destacan diversas pinturas de Villegas Marmolejo, así como las esculturas funerarias de dos nobles ecijanos.

Iglesia de Santiago Su retablo es el más importante del Arzobispado tras el de la Catedral de Sevilla Se trata del edificio religioso más interesante del patrimonio astigitano, siendo además una de los más hermosos de Andalucía. Todo ello, unido a la conjunción de estilos diferentes que presenta, le ha permitido ser considerado Monumento Nacional. Su construcción data del siglo XV y su estilo es gótico-mudéjar, aunque con reformas en siglos posteriores. La iglesia, de planta rectangular, distribuida en tres naves separadas por pilares, conserva tres portadas góticas y una interesante torre, diseñada por Juan Núñez y construida en el XVIII; realizada en ladrillo, presenta en su fuste balconcillos enmarcados en piedra y está rematada por un cuerpo de campanas. El patio, como la torre, es barroco y en él descubrimos en un muro una cabeza humana tallada en piedra de la que se cuenta una curiosa leyenda. El interior del templo destaca por su Retablo Mayor, tallado en estilo de transición del Gótico al Renacimiento, que muestra relieves sobre la Pasión y la Resurrección de Cristo. Presenta relieves y esculturas del círculo de Jorge Fernández y pinturas sobre tabla atribuidas a Alejo Fernández, del siglo XVI. Está presidido por una talla del titular, Santiago. La riqueza artística y la traza de este retablo lo convierten en uno de los más importantes del Arzobispado, tras el de la Catedral de Sevilla. Por su parte, en la nave del Evangelio aparecen una serie de pinturas atribuidas a Pedro de Campaña, pintor máximo de la Escuela Sevillana del XVI, y representan a la Virgen de la Antigua, a Jesús entre los Doctores, la Visitación, la Asunción, así como diversos santos. El retablo lo preside una magnífica imagen del Cristo de la Expiración, del siglo XVII, considerada una de las obras más importantes de Pedro Roldán. En cuanto a la nave de la Epístola, su riqueza no le va a la zaga, ya que presenta pinturas sobre tabla atribuidas a Villegas Marmolejo, en las que aparecen representadas la Anunciación, la Sagrada Estirpe, el Bautismo de Cristo, la Purificación…En el camarín central se venera a la Virgen de los Dolores, talla relacionada con la Escuela de Roldán. La capilla del Sagrario aparece presidida por un retablo-portada del XVIII, cubierto por un gran dosel; en él figuran diversos relieves acerca de la Santa Cena y la Adoración de los Reyes y los Pastores, además de esculturas de la Inmaculada y Santa Apolonia. Detrás de esta capilla se sitúa un sorprendente camarín decorado con motivos de rocalla en 1790 por el alarife José Díaz Acevedo. No menos interesante es la Capilla “indiana” de los Montero, donde figura una imagen de la Virgen de Gracia. Destaca la decoración con motivos y figuras típicas del arte hispanoamericano.

Corrupción en la “democracia” musulmana Cuenta una antigua leyenda que durante la etapa musulmana de la ciudad se celebraron elecciones para elegir al caíd (alcalde). Existían dos candidatos y el sistema de votos consistía en que cada uno era representado por una bola verde o por una bola blanca. Cada uno de los puntos donde se podía votar era vigilado por una persona, pero el encargado del barrio donde hoy se levanta la Iglesia de Santiago era partidario del candidato representado por la bola blanca, por lo que, sin que nadie le viese, se iba tragando todas las verdes que iban llegando. Sin embargo, fue descubierto y denunciado a las autoridades. Tras someterse a juicio, fue declarado culpable de un delito que se castigaba de una forma terrible: el condenado debía ser enterrado desde el cuello a los pies hasta morir, y la leyenda dice que el moro no podrá escapar hasta que tengan lugar unas elecciones limpias.

-Iglesia Mayor de Santa Cruz Se levanta este templo sobre el terreno donde se encontraba, quizás, la primitiva iglesia cristiana visigoda del siglo V, de la que apenas se conserva el capitel de una columna en el patio. Dicha iglesia fue destruida durante la dominación musulmana, por lo que se erigió en el mismo lugar la Mezquita aljama, es decir, la mayor o principal; es cierto que en su base se conservan, incrustadas junto a otras inscripciones romanas y modernas, dos lápidas árabes califales (siglo X) que se refieren a la edificación de fuentes durante los reinados de Abd al-Rahmân III y Al-Hakam II. Se ha dicho que la parte inferior de la torre correspondería a un alminar de la mezquita, enmascarada por el posterior campanario renacentista, lo que no parece probable. La torre fue reformada en el XVII y XVIII, y en ella se repiten detalles ornamentales de la Giralda de Sevilla. Durante el siglo XIV se derribarían los restos de la mezquita reutilizada como iglesia, levantándose un templo de estilo gótico-mudéjar. También esta iglesia fue destruida, aunque en este caso no fue por la acción humana, sino por el terremoto de Lisboa de 1755. El seísmo derrumbó prácticamente todo el edificio y sobre sus restos se construyó a finales del XVIII un nuevo templo de estilo neoclásico, según proyecto del maestro Ignacio Tomás. Sin embargo, éste no llegó a terminarse, por lo que actualmente faltan las cubiertas de dos de los cinco tramos de la iglesia, así como su fachada. Aunque parezca paradójico, la visión romántica de una construcción, inacabada, con los restos del arco mudéjar y del patio renacentista, convierte a este templo en uno de los más interesantes y atractivos de la ciudad. Igualmente atractivo es su interior, por el gran número de obras de arte que guarda. En principio, en la Capilla del Sagrario se venera a la Virgen del Valle, patrona y Alcaldesa Perpetua de la localidad. Se trata de una imagen gótica, fechada en el siglo XIV y relacionada con la Escuela de Reims. En su retablo figura un hermoso sagrario de plata y coral. Otra joya que se encuentra en este templo es un sarcófago paleocristiano del siglo V que se utiliza como Altar Mayor. Se encontró durante los años sesenta en el patio donde se sitúa el arco mudéjar, enterrado a tres metros de profundidad, vacío y sin cubrir; se supone que perteneció a algún obispo. El sarcófago de piedra presenta esculpido el frente principal con diversas escenas: el sacrificio de Isaac, Daniel con los leones y la representación de Jesús como el Buen Pastor. Las inscripciones figuran en griego. El Retablo Mayor es barroco, del siglo XVIII, y está presidido por una talla de la Virgen del Socorro atribuida a Jerónimo Hernández. Se conservan en esta iglesia otras imágenes de gran valor, como el Cristo de la Sangre, también llamado de los Gitanos, obra de Gaspar del Águila, del siglo XVI, que preside un magnífico retablo del XVII atribuido a Cristóbal de Guadix. Perteneciente a la Hermandad del Silencio, encontramos también en Santa Cruz la talla de Jesús Abrazado a la Cruz, atribuida al taller de Pedro Roldán. Se da la circunstancia de que esta imagen no lleva la cruz sobre su hombro, como la mayoría, sino que la sujeta por delante, al igual que el titular de la Hermandad del Silencio de Sevilla. Tantas son las piezas de arte que encierra este templo que a veces se encuentran en los lugares más curiosos: hace sólo unos años se halló en un armario de la sacristía, con motivo de unas obras, la talla de un Cristo Yacente, de autor y época todavía desconocidos. También en la sacristía se conserva una de las obras maestras de Villegas Marmolejo, una pintura sobre tabla denominada “Cristo, Fuente de la Vida”, datada en el XVI, y de inspiración flamenca, además de una magnífica cajonería. De la colección de orfebrería de este templo destaca una custodia procesional de Francisco de Alfaro, ejecutada por este platero en 1586; del mismo autor son otras piezas como una cruz de altar y un copón. Además se guardan numerosas obras del gran platero cordobés Damián de Castro. El Cristo de los Gitanos fue a casa de quien perdió la fe Se dice que hace muchos años, Curro, un miembro muy devoto de la Hermandad a la que pertenece esta imagen, tenía un hijo que enfermó repentinamente. El hombre rogó al Crucificado que salvara al pequeño, pero finalmente éste murió. El hombre perdió la fe y prometió no procesionar nunca más con su Hermandad hasta que el Cristo de la Sangre fuera a verle. Pasaron algunos años y el antiguo hermano cumplió su promesa; pero, un día, durante la procesión, comenzó a llover, por lo que se decidió guardar la imagen en un taller de herrería próximo. Se trataba del taller de Curro, que antes de ver entrar al Cristo en el local oyó una voz que decía: “Como no vienes a verme, vengo yo a verte a ti”. Y así recuperó la fe. La Virgen que vivía en el Valle Como suele suceder en nuestra tierra, existen diversas leyendas en torno a la patrona de la ciudad. Una de ellas, que probablemente sea cierta, explica el motivo de su advocación: durante el siglo V, la copatrona de Écija, Santa Florentina, fundó el primer convento de monjas, y lo hizo a orillas del río Genil. Por aquellos entonces, el Papa San Gregorio Magno cedió al hermano de la santa, San Filgencio, una talla de Nuestra Señora. Éste, a su vez, se la entregó a la comunidad fundada por Santa Florentina, ya que carecían de imágenes que venerar. Dado que la Virgen carecía de advocación, y que el convento se encontraba en un valle, las hermanas decidieron llamarla así: Nuestra Señora del Valle. Existen varias leyendas más acerca de la patrona: al parecer, durante la invasión musulmana, el convento quedó arrasado, y la imagen desapareció. A partir de este punto circulan dos versiones. Una de ellas asegura que un grupo de ecijanos se llevaron la imagen de la patrona y los restos de la fundadora a Berzocana, una localidad de Cáceres, por lo que muchos consideran que la talla de la Virgen de Guadalupe que allí se venera es realmente la Virgen del Valle, siendo la actual una obra posterior. Según la otra versión, la imagen de la patrona y los restos de la santa fueron escondidos y el convento destruido, hasta que, en el siglo XV, un noble astigitano encontró la talla y en el mismo lugar levantó un monasterio jerónimo para que los monjes guardaran la imagen; sin embargo, hacia 1835 el convento estaba en tan mal estado que hubo que trasladar la Virgen a un templo más seguro: desde entonces se encuentra en Santa Cruz. El 8 de septiembre se celebra en la localidad su onomástica con una solemne función en la Iglesia Mayor de Santa Cruz y con una fastuosa procesión. ESCAPARATE Nº 3: Tesoros de Santa Cruz La de Santa Cruz es la Iglesia Mayor de Écija, no sólo en el sentido eclesiástico sino también en el artístico, ya que en su interior podemos encontrar algunas de las imágenes más valiosas de toda la ciudad, entre ellas la de la patrona, la Virgen del Valle, además de una pieza especialmente interesante y que atrae a visitantes y expertos en arte de diferentes países: el sarcófago paleocristiano del siglo V.

  • Iglesia de San Juan Se trata de una iglesia del siglo XVI, de la cual sólo se conserva el sagrario, que fue reformada durante el XVIII y el XIX. La razón, como en otros casos, fue el deterioro que sufrió el templo a causa del famoso terremoto de Lisboa. Se iniciaron a finales del siglo XVIII obras de reforma del templo, según el proyecto de Ignacio Tomás, pero a principios del XIX se paralizaron sin haber llegado a su fin (ya que únicamente se habían ejecutado los arranques de los muros y parte de los soportes) debido a la invasión francesa, a la que siguió la Guerra de la Independencia. Pero cuando ésta acabó nunca se reiniciaron las obras. Y como en el caso de la Iglesia de Santa Cruz, el conjunto inacabado en el que se mezclan columnas y capiteles con la vegetación que actualmente funciona como patio es uno de los mayores atractivos de San Juan. El edificio consta de una sola nave, con crucero y cabecera plana. En el muro derecho se abre la única portada, mientras que la torre se levanta a los pies. La de San Juan es la torre más emblemática de la ciudad, y fue una obra de Fernando Martín Bizarro, fechada en la segunda mitad del XVIII. Llena de color y movimiento, con una decoración basada en azulejería, pináculos y ondulaciones, la remata una veleta en forma de ángel que porta el estandarte de la Orden de Malta. En el presbiterio se encuentra el Retablo Mayor, de estilo barroco y fechable en el XVIII; está presidido por una imagen de Jesús Nazareno, y en el cuerpo superior figuran diversos relieves y esculturas. Una de las piezas más valiosas de este templo es una pequeña talla del XVIII de un Crucificado de Pedro Roldán que se ubica en la sacristía, sobre una cajonería de madera decorada con motivos rococó, realizada en 1779 por Juan Guerrero. Volviendo a la iglesia, en la capilla Sacramental encontramos un retablo-portada del XVIII con relieves de la Adoración de los Reyes y de la Circuncisión, así como esculturas de San Francisco de Paula y San Antonio con el Niño. Aquí radica la cofradía de Jesús Nazareno y la Virgen de las Misericordias, que muestra en vitrinas su rico patrimonio. El niño de los milagros Una tradición que, hasta hace escaso tiempo, se mantenía en San Juan y en otras iglesias de la ciudad, era la de llevarse la imagen de un Niño Jesús a casa para que cumpliera algún deseo. Cuentan que un día, durante la Guerra Civil, desapareció el Niño de San Antonio; pasaron los meses y cuando ya lo daban por perdido, una feligresa muy devota devolvió la imagen al sacristán, a quien le confesó que la había guardado para pedirle que devolviera sano y salvo a su hermano que luchaba en el frente; cuando éste volvió, ella, viendo que se había cumplido la petición, lo llevó de nuevo a San Juan, donde aún hoy continúa.

Tesoros de San Juan Esta iglesia del siglo XVI guarda en su interior numerosas obras de arte, la mayor parte de las cuales está relacionada con la Hermandad de Jesús Nazareno y Nuestra Señora de las Misericordias. Dicha hermandad cuenta con un rico patrimonio, en el que destacan los bordados del techo del palio, del siglo XVIII, de la túnica del Nazareno, del XIX y del manto procesional de la Virgen, obra de Rodríguez Ojeda, de principios del siglo XX. La orfebrería es obra del Taller de Villarreal. No obstante, la pieza más valiosa se encuentra en la sacristía: una hermosa talla de un Crucificado de Pedro Roldán.

  • Iglesia de la Victoria Se encuentra esta iglesia donde anteriormente estaba el antiguo convento de San Francisco de Paula, del cual se conservan actualmente, aunque remodeladas, la capilla mayor, el crucero y un tramo de la nave central. El edificio fue construido durante el XVI, aunque las obras se sucedieron a lo largo de los siguientes siglos. Su planta central y las bóvedas de la cubierta son de cañón, con un casquete semiesférico sobre pechinas en el espacio central. La torre está emparentada con la de la Iglesia de la Victoria de Estepa, y destaca de ella su original diseño. Tiene cinco cuerpos y se ve coronada por un doble chapitel en forma de pirámide. En su interior, el Retablo Mayor, fechado en la primera mitad del XVIII, muestra una hermosa talla renacentista con influencia gótica: el Cristo del Confalón, palabra cuya etimología hace referencia a la bandera o estandarte que guiaba a las tropas cristianas en su lucha contra los musulmanes. Se trata de una imagen que data del segundo cuarto del XVI, de autor desconocido. La imagen está fijada a una cruz latina ornamentada con delicadas labores de taracea en maderas nobles y nácar. Otras esculturas que alberga este templo son una imagen de candelero de la Virgen de la Victoria y una talla de Cristo atado a la Columna, probablemente también del XVI, aunque su cabeza debió de ser remodelada en el XVIII.

  • Convento de la Santísima Trinidad o de las Marroquíes Toma este convento su apodo del apellido de sus fundadoras, las hermanas Doña Luisa y Doña Francisca Marroquí, que cedieron sus palacios para que se instalaran las primeras monjas bajo la regla de Santa Clara. Esta congregación, que es una de las más populares de la ciudad, por su fama de piadosa y por sus famosos “bizcochos marroquíes”, celebró el IV centenario de su fundación en 1999, durante el cual tuvieron lugar varios actos conmemorativos. La iglesia presenta nave única, cubierta con un hermoso artesonado de lacería mudéjar del siglo XVI. Del edificio destaca su espadaña, la más bella de la localidad, construida durante el siglo XVIII en ladrillo ornamentado con azulejería. La iglesia conserva en su interior diversas imágenes, entre las que destaca una interesante talla de un Crucificado de estilo gótico.

  • Iglesia de la Concepción (“El Hospitalito”) Esta iglesia, distinguida como Monumento Nacional, es una de las que reúne diariamente a mayor número de devotos. Su nombre popular se explica por el hecho de que la iglesia perteneció anteriormente a un hospital. La fachada del edificio, que data de finales del siglo XVI, es de estilo renacentista, construida en ladrillo visto. Consta de dos cuerpos: el inferior con un arco de medio punto entre pilastras, y el superior con una hornacina, flanqueada por escudos, que contiene una imagen de la Inmaculada portando rosas en las manos. El templo presenta una sola nave y presbiterio cubiertos por un rico artesonado. El Retablo Mayor, de estilo barroco, alberga en su hornacina central una preciosa talla de la Inmaculada. Ante ésta se encuentra una de las imágenes más populares de la localidad: Nuestro Padre Jesús del Mayor Dolor.

  • Iglesia del Convento de la Visitación o de las Madres Filipensas La fundación del convento se produjo a mediados del siglo XVI, tras haber sido ocupado por diferentes congregaciones religiosas. El edificio consta de varios patios, bastante reformados, una capilla y una iglesia. Su portada es barroca y está rematada por un relieve escultórico. Es muy interesante su espadaña del XVIII, formada por dos cuerpos rematados por cupulín y decorados con azulejería. La iglesia, de una sola nave, está cubierta por un artesonado de lacería mudéjar. El Retablo Mayor es neoclásico, y en él destaca un relieve de la Visitación atribuido al Taller de Pedro Roldán. En un retablo situado en el muro izquierdo se puede admirar la imagen de un Nazareno y un Crucificado, ambos también de la Escuela de Pedro Roldán.

  • Iglesia de San Gil Este templo, de estilo gótico-mudéjar, modificado durante el XVIII, posee una de las torres más interesantes de la ciudad por su elegancia: los arquitectos Figueroa y Caballero la concibieron barroca y la decoraron con labores muy finas de cantería, ladrillo tallado y azulejería. Alberga la imagen del Cristo de la Salud, del siglo XVI, así como diversas pinturas de Alejo Fernández y Villegas Marmolejo.

-Otras iglesias Existen varias iglesias más en la ciudad, todas ellas con ricos fondos artísticos. Algunos ejemplos son: la iglesia del Carmen, la iglesia de Santa Ana, el convento de la Merced, la iglesia de San Felipe Neri, el convento de las Florentinas, la iglesia de Santa Inés, la iglesia de los Descalzos y el convento de las Hermanas de la Cruz.

El milagro de San Pablo Según parece, San Pablo visitó Écija con la intención de evangelizar la ciudad, que tenía fama de pagana. Durante su estancia consagró a San Probo como primer obispo de la ciudad. La que se considera su segunda visita pertenece más al mundo de la leyenda o de la milagrería, pese a que existen documentos oficiales que dan fe de su autenticidad. Según las Actas Capitulares del año 1436, un joven ecijano llamado Antón, muy devoto de San Pablo, al que atribuían la milagrosa curación de su ceguera, tuvo una visión en la que el santo le mandaba que proclamase entre sus paisanos la obligación hacer penitencia por sus numerosos pecados, o recibirían un castigo divino. Para probarlo, tomó la mano derecha del muchacho y le anudó los dedos: Antón debía permanecer así durante algunos días, para mostrar el poder de Dios; después, debía acudir al Monasterio de Santo Domingo, posar su mano ante la cruz del altar mayor, tras lo cual volvería a la normalidad. El joven cumplió el mandato de San Pablo y, transcurrido unos días, ante las autoridades eclesiásticas y civiles, acercó su mano a la cruz, con los dedos aún ligados, y al momento, ésta volvió a su estado natural. Sin embargo, los dedos del chico quedaron un poco más gruesos, como recuerdo de aquel milagro. La Semana Santa de Écija En una ciudad de tan honda tradición religiosa como es Écija es fácil imaginar la riqueza de su Semana Santa. De hecho, ha recibido la declaración de Fiesta de Interés Turístico Nacional. Son trece las hermandades que recorren los rincones astigitanos durante la Semana Santa. La primera que sale a la calle es la Hermandad de la Entrada de Jesús en Jerusalén, Nuestro Padre Jesús Cautivo y la Virgen de las Lágrimas, que lo hace el Domingo de Ramos al mediodía. A esa hora procesiona sólo un paso, el de la “Borriquita”. Los otros dos titulares salen por la tarde. El Lunes Santo por la tarde los ecijanos pueden contemplar la procesión de los dos pasos de la Hermandad del Cristo de la Yedra y la Virgen de la Caridad. Destaca la hermosa talla del Cristo, perteneciente a la Escuela Sevillana del siglo XVII, al estilo de Martínez Montañés. La tarde del Martes Santo llega el turno de la Hermandad de los Estudiantes, con su Cristo de la Expiración, tallado por Pedro Roldán, y la Virgen de los Dolores, que salen procesionalmente desde la Parroquia de Santiago. De la Iglesia de San Gil salen el Miércoles Santo por la tarde los tres pasos de la Real Archicofradía de la Coronación de Espinas de Jesucristo, San Marcos, San Roque, Santísimo Cristo de la Salud y Nuestra Señora de los Dolores. El Jueves Santo, a las seis de la tarde, recorre las calles ecijanas la Hermandad de San Francisco de Paula, Cristo de los Azotes y Columna, Cristo de Confalón y Nuestra Señora de la Esperanza, partiendo de la Iglesia de la Victoria. El mismo día, pero a las siete y media, procesiona la Hermandad del Cristo de la Sangre y Nuestra Señora de los Dolores, cuyo Crucificado es obra del siglo XVI de Gaspar del Águila. Ya en la madrugada del Jueves al Viernes Santo, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno Abrazado a la Cruz y la Virgen de la Amargura comienza su estación de penitencia; la talla del Nazareno es una imagen del siglo XVII atribuida a Pedro Roldán. Sigue más tarde, al filo de la mañana, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santa Cruz en Jerusalén y Nuestra Señora de las Misericordias, con su Nazareno de la Escuela Sevillana del XVII. Durante la tarde del Viernes procesiona la Hermandad de Nuestra Señora de la Piedad y Santísimo Cristo de la Exaltación de la Cruz; la talla del Cristo es obra de Miguel de Vilches, del XVI. También lo hace la Hermandad de Jesús Sin Soga y Nuestra Señora de la Fe; la popular imagen de Jesús Sin Soga es obra de Montes de Oca del XVIII. Casi en la noche, el único paso de la Hermandad de Nuestra Señora del Carmen y Cristo de la Misericordia, Jesús Descendido de la Cruz y María Santísima de la Piedad. El Sábado Santo por la tarde los tres pasos de la Hermandad de la Soledad y Santo Entierro comienzan su estación penitencial desde la Iglesia del Carmen; la urna del Santo Entierro es, de por sí, toda una “joya”, realizada en carey y plata. El Domingo de Resurrección cierra la Semana Santa astigitana la Hermandad del Santísimo Sacramento, Gloriosa Resurrección de Jesucristo y Virgen de la Alegría, partiendo de la Parroquia Mayor de Santa Cruz.
Pag. 128 - Iglesia de Santa Bárbara Una de las primeras iglesias de estilo neoclásico en Andalucía Se halla situada en la Plaza de España de Écija. Dice la tradición que la iglesia fue construida sobre un palacio romano, aunque no está probado, ya que los restos más antiguos datan del siglo XV. Posterior es la capilla del Sagrario, situada en el lado izquierdo del cuerpo principal, terminada en 1782 por el maestro Antonio Matías de Figueroa, y decorada con yeserías por Antonio Caballero. El proyecto de construcción de la iglesia fue obra del arquitecto cordobés Ignacio Tomás; éste lo finalizó en 1790, pero las obras no se concluyeron hasta 1855. Fue una de las primeras iglesias de estilo neoclásico que se levantaron en Andalucía y su lenguaje constructivo clasicista, difícil de encontrar en nuestra tierra, reutiliza enormes fustes romanos de granito para levantar las portadas, que se abren, una a los pies y la otra en el lateral derecho; estos fustes proceden probablemente del foro romano, que se extendía bajo el espacio de la iglesia. El Retablo Mayor también es de estilo neoclásico, y está dedicado a Santa Bárbara. La imagen de la santa sostiene en sus manos una torre de plata, y se la relaciona con la obra escultórica de Pedro Roldán, aunque con reformas durante el siglo XVIII. Figuran otras tallas en este retablo, como las de San Pedro Mártir, San Wistremundo y los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Otra imagen interesante es la Virgen del Patrocinio, obra que, como Santa Bárbara, podría haber sido realizada por Pedro Roldán. Otro de los tesoros de esta iglesia es su coro, que se considera el más valioso, artísticamente hablando, de Écija. No en vano el gremio de tallistas de la madera fue uno de los más pujantes de la ciudad. La sillería del coro de Santa Bárbara fue labrada por los hermanos Bartolomé y Antonio González Cañero a finales del siglo XVIII. De estilo rococó, presenta una decoración de rocalla, sobre todo en las puertas y en los relieves de los respaldos, donde aparecen imágenes de santos, destacando la capilla central con la Virgen del Rosario. En cuanto a los asientos, su ornamentación se basa en pequeñas figuras y en motivos vegetales, mientras que las misericordias llevan talladas cabezas de seres fantásticos.

La soga del Cristo se convirtió en oro La hermosa talla de Montes de Oca que lleva este nombre se llamó inicialmente: Jesús Cansado. Sin embargo, al crearse la Hermandad de Jesús Sin Soga y carecer ésta de un titular se le cambió el nombre y se despojó a la imagen de la soga que ceñía la túnica. Y es que Jesús Sin Soga hace referencia a una pintura que guarda la Iglesia de Santa Bárbara, pero que, por la devoción que le tienen los astigitanos, permanece tras un cristal y una reja, pudiendo contemplarse desde la calle que lleva también su nombre. Dicha pintura representa a un nazareno cuya túnica no lleva ninguna soga, y en torno a ella existe una hermosa leyenda: cuentan que durante el siglo XV vivió un carpintero en la localidad llamado Maese Pablo, que era conocido por su afición al juego y a la bebida. Un día enfermó su mujer, y él no disponía del dinero necesario para pagar su cura, por lo que acudió a la Iglesia de Santa Bárbara a rogar al nazareno que le ayudara. Éste, que por entonces sí llevaba un cíngulo atado a la cintura, se apiadó del carpintero, y le dijo: “Toma la soga de mi túnica y llevátela, que durante el camino a tu casa se volverá de oro. De esta forma podrás comprar medicamentos para tu mujer”. El artesano, esperanzado, se marchó y al poco tiempo comprobó que, realmente, la cuerda se había convertido en oro. La vendió fácilmente y cuando se disponía a comprar el remedio para su mujer se fijó en una taberna, a la que entró sin poder resistir la tentación. Allí se gastó todo el dinero, y al día siguiente, arrepentido, volvió a la Iglesia a pedir ayuda al Nazareno, que continuaba sin su cíngulo. Sin embargo, esta vez no obtuvo auxilio. Dicen que Jesús se sintió tan decepcionado que no permitió que volviera a aparecer la soga de su túnica. Desde entonces cuentan que se ha intentado pintar el cordón en dos ocasiones, pero al poco tiempo ha desaparecido sin dejar rastro.

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