¿De qué está hecha una ciudad tan rara que pretende curar a sus niños con el ungüento infalible de una Esperanza, o se pone confiadamente en manos de ese médico de la bata morada que recibe en su consulta de la Plaza de San Lorenzo?
Vivir es preguntarse. Vivir es desplazarse incesantemente de una interrogante a otra. Las cuestiones no se acaban nunca. Hasta Aquel que dio tantas respuestas fue a parar hasta una angustiosa pregunta en la hora de su muerte:
-¡Padre! ¿Por qué me has abandonado?
No quiso dejarnos solos y sin solidaridad por su parte ni siquiera en la condición humana de la incertidumbre.
La tarde, la noche y, dentro de poco, la madrugada de Sevilla están llenas de preguntas. De porqués interminables que no se acaban nunca. De ¿cómo puede ser esto y lo otro? ¿Quién es capaz de explicar aquello y lo de más allá? ¿Qué forma hay para entender que un año entero se sueñen estos días, se les espere con anhelo, se preparen con ahínco, ilusión y esfuerzo para acabar todo rodando por los suelos llenos de charcos? ¿Qué burla es esta? ¿Quién lo hubiera previsto? Preguntas, preguntas y más preguntas en el desconcierto de un cruel cambio de planes. No queríamos contar con esto, pero son al fin nuestras cuentas.
Es el espejo de la vida misma y ojalá sólo por una Semana Santa con lluvia tuviera el hombre preguntas. Pero viven siempre con nosotros, sin que se acaben jamás. Sin embargo, y junto a ellas, en Sevilla están los pies descalzos de Dios para dejar reunidas bajo su talón nuestras preguntas con sus pasos firmes.
Entre las miles, las millones, las billones de preguntas de esta noche del mundo yo añado la mía sobre ignorar a estas horas si el Galileo cruzará nuestras calles. Pero sé en cualquier caso el largo rosario de la gente que durante un año, entre una Semana Santa y otra, pasó por su camarín. Esa gente ya colma una estación de penitencia, catorce estaciones de un vía crucis y todas las que se quieran por cada calle de la amargura de la vida.
Hermanos de la Junta, que por eso mismo se saben la vida y milagros del Galileo, me han contado que sus devotos dejan papeles, fotos o mensajes entre la peana del Gran Poder y el basamento de mármol que lo sostiene en su altar; y que todo queda al descubierto cuando, cada año, por vísperas del Domingo de Ramos, el Señor es trasladado al presbiterio para que reciba en sus manos los besos de todos
¡QUÉ COSAS DEJA LA GENTE EN TU PEANA
DISIMULADAS DEBAJO DE TUS PLANTAS
LO MÁS POSIBLE QUE PUEDAN SER GUARDADAS
SIN QUE LLEGUEN A VERLAS LOS QUE PASAN!
¡QUÉ COSAS PIDEN, SEÑOR, PARA SUS VIDAS
EN LOS PAPELES QUE ESCRIBEN COMO CARTAS
QUE SON DE AMOR, Y EN LAS FOTOGRAFÍAS
CON EL REVERSO PONIENDO QUÉ TE ENCARGAN!
Y CUANDO BAJAS, SEÑOR, AL BESAMANO
SE QUEDA AL AIRE LO QUE TÚ SABÍAS,
LOS DEMÁS NOS QUEDAMOS ASOMBRADOS
DE LAS HISTORIAS CONTIGO ESCONDIDAS
Y SÓLO ATINAN A DECIR LOS LABIOS:
¡CUÁNTO TE QUIERE, GRAN PODER, SEVILLA!
(*) José María Fuertes es cantautor y abogado