Ahí queó. No ha sido ni una chicotá entera. Más bien se nos rajó por la mitad a eso del Miércoles Santo. ¿Quién se acuerda ya de ese día, como no sea por los primores toreros del Baratillo o San Bernardo? Hace tanto tiempo ya del Miércoles Santo, de la última vez que vimos un paso, que parece más bien el Miércoles Santo de otro año y no de este lluvioso 2011. Ha sido una Semana Santa que se ha ganado ser inolvidable por todo lo contrario a como inolvidables se nos quedan otras. Vaya una forma de pasar a la historia. Vaya manera de tirarse los días renqueando y volcándosele la trasera, y acabar sin cuadrar los cuatro zancos a la vez.
Anda que el jartón de escribir que se dio servidor sobre la luz de Sevilla para terminar en un trasplante de nubes gallegas. Estas nubes de no parar de caer agua, ¿eran nuestras? Como ahora se transfieren tantas cosas con las autonomías, a ver si este diluvio era de otro sitio y encima nos lo han largado a nosotros. Porque el refrán dice que en abril aguas mil, pero lo que ha caído se ha pasado tela de la cuenta del dicho.
Con todo, la vida sigue y ahora procede un cambio de tercio sin traumas. ¿Ustedes saben quién es el tío que mejor hace en Sevilla los cambios de tercio? Es posible que no den así al pronto con su nombre, pero le conocen. Les hago el remedo de aquellos versos de Cavestany cuando preguntaba ¿Que usted no ha estado nunca en el Parque de María Luisa?... ¿Qué usted no acierta a decirme cómo se llama el hombre que mejor se abre de capa de nazareno a capa de toreo en La Maestranza? Pues ese individuo es el que mejor toca en Sevilla los dos palos seguidos de la Semana Santa y de la Feria. Su nombre es Pascual González.
-¿Pascual? ¿El de los Cantores?
El mismo. Pascual González, el legendario de los Cantores de Híspalis, es el compositor bisagra que mejor ha escrito la Semana Santa para que siga por sevillanas en la Feria. Te sale un paso por la puerta de San Miguel y te lo lleva de recogía no a su iglesia, sino a que haga su entrada por la portada. La última no es la Soledad; es la que diga Pascual González en el Real. El tío agobio que quiera presumir de que habla de Semana Santa todo el año, hasta bajo un toldo en Punta Umbría, que se atreva a pelear con el de la coleta, que le eche el pulso al tío del bigote cuando en una caseta es capaz de meter entero a San Benito y a su barrio de la Calzá mientras él dice que sale el Martes Santo de penitente. O que el Cachorro nunca ha visto ni Sevilla ni Triana. Y se atreve a pedirte hasta Silencio, con mayúscula de Madre y Maestra, en medio del rebujito. ¿Tiene o no tiene arte el tío? Y encima te canta aquello de a bailar, a bailar, a bailar Para curas traumáticas de que se ha terminado la Semana Santa, Pascual González. No hay otro para depresiones postcapillitas. Antes de él, ni los Toronjo, ni los Hermanos Reyes, ni los mismísimos Romeros de la Puebla o Los Amigos de Gines le habían calzado a la Feria la melancolía de la Semana Santa. Nadie había reunido en el mismo sitio las dos grandes formas de sentir de esta ciudad. Fue el barman que supo servir mezclados los dos aromas del incienso y la manzanilla.
Pascual es un genio. No por eso, que es de las cosas difíciles que más fáciles le han salido, en la fácil naturalidad con que a un artista de verdad le sale el arte. Es un genio porque está lleno de genialidad. Yo le conozco bien, simplemente porque él ha querido que yo le conozca bien. Desde la primera vez que nos encontramos en una emisora de radio para compartir entrevista, me distinguió con su amistad. Llegó a confesarme que venía siguiéndome la pista, que le recordaba mucho a él en sus comienzos, como una clonación de aguililla inquieto que está en todas partes.
He compartido con Pascual González hasta sus momentos familiares navideños, en almuerzos llenos de amigos mientras Francisco de Juan nos regalaba en la sobremesa cantarnos él mismo su Andalucía es mi tierra, yo soy del Sur . Pascual es un gran aficionado a los belenes, busca figuritas hasta por Nápoles, y no vean el nacimiento que monta en su propia casa.
Hemos viajado mucho juntos por toda España, dentro y fuera de la península, compartiendo escenarios y hasta televisiones. Le he tratado de cerca y por eso sé bien que su cabeza no para, es una constante fábrica de ideas, de canciones, de sevillanas, de producciones discográficas, de espectáculos en directo Pascual es un creador incesante. A su lado tengo muchas y muy buenas anécdotas. Es una delicia escucharlo hablar de tú a tú, en la intimidad, cuando se suelta el pelo y dice con confianza aquí estoy yo. Por eso fue con Pascual la primera (y la última vez) que en un aeropuerto, el de Mallorca, me llamaron la atención por megafonía reclamando urgente la presencia de los dos para embarcar en nuestro vuelo de regreso a Sevilla. Se me había ido el santo el cielo -a él también- precisamente cuando en la cafetería Pascual me contaba la de aviones que habían perdido los Cantores durante la gran primera época del grupo, cuando no daban abasto a estar en los distante lugares en que los solicitaban para actuar y no abarcaban los horarios, cuando parecían los Beatles de las sevillanas.
Ese hombre único y extraordinario, se va abrir hoy de capa para colocar en el ruedo de este Domingo de Resurrección sevillano ese toro de la nostalgia de la Semana Santa, envuelta ya en la verónica del pasado y evocada en el lance esperanzado de una feliz y soleada Feria.
José María Fuertes