Por la cadencia flamenca, por su valor musical y poético o por los compases irregulares, la copla es un tesoro. Anoche el Gran Teatro Falla de Cádiz fue testigo de ese imparable efecto nostálgico y pasional que desata el género, en este caso en manos del triunvirato coplero de Joana Jiménez, Erika Leiva y Antonio Cortés en su homenaje a la denominada actriz del género y máximo exponente de la copla flamenca, Marifé de Triana. El trío coplero abrió el espectáculo a cappella con himnos de desmesuradas pasiones que la trianera convirtiera en leyendas como Torre de Arena o La Loba. A partir de ahí, una sucesión de letras-folletín que conforman la arquitectura dramática de los temas de Marifé. Microrrelatos cargados de amor sin paliativos, desengaños y entregas contadas con las mejores historias: con presentación, nudo y desenlace. Con la nobleza y generosidad heredada de la homenajeada, desgranaron una copla tras otra sin la más mínima tentación de racaneo, sin mirar el reloj y con la satisfacción de tener a 1.000 pares de ojos piropeando cada tema, entregados en cuerpo y alma a cada historia. No debe ser fácil para estos tres artistas ser protagonistas de estas historias de desmesuradas pasiones condensadas en apenas cuatro minutos. El desgarro de temas como La encrucijada o el melodrama gitano de María de la O son ejemplos de ese desgaste emocional que debe producir ser epicentro de amores fatales. Sin embargo, no produce el más mínimo atisbo de abatimiento en esta troika coplera que se crece en cada tema. Sin caer en el exhibicionismo catártico de la homenajeada, ni en la imitación burda que resultaría una parodia improcedente de Marifé, Joana, Erika y Antonio se meten en la piel femenina de amores sin paliativos, sin variar las claves de los temas que llevaría a no alcanzar la belleza original.
Si algo pusieron de manifiesto, a parte de su entrega incondicional y sin miramientos al arte, es que el género está más vivo que nunca. La troika de volantes y abánicos está dispuesta a que las melodías andaluzas, al igual que endulzaron los patios de vecinos la gris travesía del franquismo, hoy lo haga con esta crisis que nos acecha y que tanto se alarga en el tiempo. Qué suene la copla, que sueñen los corazones.