Traducir el sentimiento desbordado que brota del venero de la memoria, y hacerlo con la precisión justa con la que ha sido capaz de hacerlo, una vez más, por obra y gracia de su arte, sólo está al alcance de unos pocos elegidos y ella lo es. Porque sentimiento desbordado es plasmar sobre un lienzo la “primera vez que vestí con toda la ilusión y respeto una túnica de nazareno, en este rincón en el que se respira espiritualidad donde he unido mis devociones y las de mi familia a la que adoro”. Una obra en la que convierte esa espiritualidad en luz y color, esa luz y ese color que encierra cada trazo de su obra, ese “pequeño homenaje a los días de felicidad que pasé en casa de mis tíos, en ese Paseo del Estatuto”.