San Ignacio del Viar es una pedanía de Alcalá del Río de la provincia de Sevilla, situada en la comunidad andaluza. Este pequeño y encantador pueblo de la Vega Alta del Río Guadalquivir, surgió en los años 50 con motivo de la llamada concentración parcelaria de aquellos años. La Semana Santa de este municipio es un acto que se celebra este año su novena edición, que viene a respaldar la consolidación e importancia que está tomando la representación de Jesús en carnado por el vecino José María Fernández Martínez.
La Pasión de Jesús está organizado, por la Santa Iglesia Parroquial de San Ignacio de Loyola, (que fue proyectado por el arquitecto sevillano Aníbal González Álvarez-Ossorio), interviniendo el cura párroco el Rvdo. Martín González del Valle, párroco de San Cristóbal Mártir de Burguillos y párroco de san Ignacio de Loyola, de San Ignacio del Viar.
La plaza mayor de San Ignacio del Viar fue el epicentro de Jerusalén, en la representación de las distintas estaciones del Viacrucis, dando vida a los personajes de la Pasión en su vía dolorosa. En ella, sumos sacerdotes Sanedritas y el propio Poncio Pilato para ser juzgado, despojado de sus vestiduras y azotado, decidieron la condena a muerte de Jesucristo. Para a continuación recorrer varias calles, en las que irán apareciendo la María Magdalena la mujer Verónica, vecina que desafió la autoridad romana para limpiar la cara del Hijo de Dios, los lastimoso quejidos de las mujeres de Jerusalén, que lloraban sin consuelo al Redentor, o el dramático encuentro con la virgen en una de las calles representada de la Amargura, también Simón de Cirene o el Cirineo, que venía del campo fue la persona que fue obligada por los soldados romanos a llevar la Cruz de Jesús hasta el monte Calvario, donde luego sería crucificado. Allí, médiate distinto mecanismo, José María Fernández, fue crucificado de forma tan realista que sus manos simulaban a la perfección estar traspasada por clavos. Con el llanto de su Madre al pies del patíbulo su costado mano realmente sangre y agua tras clavar la lanza el paisano convertido en Longinos.
Descendido de la Cruz con el mimo y cuidado propio de tener entre las manos a Cristo y al mismo tiempo a un vecino que ha de acabar ese teatro ileso, los Santos Varones convertidos en José de Arimatea y Nicodemo, trasladaron el cuerpo del Jesús al sepulcro mientras la madre penaba sola a los pies de la Cruz. Momento final cuando, en un salto del tiempo y de gozo, Cristo José María Fernández reapareció victorioso, vivo y despojado del martirio de su pasión entre la alegría de la Resurrección y del aplaudido final feliz de la esperanza del público.
Fotos Antonio Rendón Domínguez