En el patio de la Antigua Facultad de Derecho, en la Fábrica de Tabaco (Actual Rectorado), de la Puerta de la Avda. del Cid, se desarrolló, la Graduación de la Promoción 2014-2018, del Grado de Derecho, que contó con 400 nuevos letrados. Actualmente se sigue poniéndose la Beca, que es una faja de paño que cruza por delante del pecho desde el hombro izquierdo al derecho y desciende por la espalda con mayor o menor longitud, según el estilo de la propia Facultad. En la actualidad, se sigue manteniendo los colores clásicos establecido como el rojo para la especialidad de Derecho.
De Mateo Alemán a Susana Díaz, por sus viejas aulas han pasado cientos de miles de estudiantes. Algunos muy conocidos. Pero la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla, que este año cumple su quinto centenario. Considerada la más importante de España, es algo más que un simple centro universitario además de la cuna de numerosas generaciones de políticos, juristas o artistas.
Ahora está de celebración. «Estamos muy orgullosos de haber contribuido a formar a las personas que han construido este país», dice su decano y catedrático de Derecho Romano, Alfonso Castro, que recuerda que no hay muchas facultades con esta antigüedad en España y que de sus aulas salió no sólo «la cantera de políticos más importante de la Transición», sino también juristas de reconocido prestigio internacional.
Pese a los siglos, sigue siendo una institución viva que se ha ido adaptando al paso de los tiempos. Aunque la Universidad de Sevilla fue fundada en 1505 sobre la base de una serie de cátedras de disciplinas fundamentalmente jurídicas, no hay constancia de actividad docente durante años. Es a partir de 1518 cuando hay testimonio documental acreditado de que en la Puerta de Jerez, donde aún se conserva la capilla, nació la universidad. Allí se dieron las primeras clases de Derecho. Eran, obviamente, unos pocos alumnos. Pero tenían hasta un colegio de becarios.
Luego, en el siglo XVIII, se traslada a la Anunciación, donde hoy se ubica la facultad de Bellas Artes. Y posteriormente sufriría numerosos cambios. Durante muchos años, la Universidad de Sevilla se identificaba con Derecho y unos pocos estudios de Letras. Así sería así hasta muchos años después, cuando se crearon los primeros estudios de Ciencias.
Por eso, hablar de Derecho en Sevilla es hablar de una facultad que ha ido cambiando al compás de los tiempos. Y que se ha transformado por completo en las últimas décadas. Su decano, que cada año se reúne con los antiguos alumnos, ha sido testigo de esa transformación ya que, por ejemplo, recuerda esas promociones de hace lustros en las que no había apenas mujeres. O cuando la educación tampoco estaba al alcance de todos.
Pero Derecho, igual que el resto de disciplinas universitarias, se fue extendiendo. Y ese aumento del número de estudiantes fue la causa de que tuviera que trasladarse a la antigua fábrica de tabacos. Porque ya no se cabía. Un traslado que reflejaba el crecimiento aquella antigua facultad que, en su época de mayor auge, llegó a tener 11.000 alumnos matriculados. Fue la época de la masificación.
Luego, la aparición de otras universidades y el descenso de la natalidad cambiaron la tendencia. La Facultad, ubicada actualmente en el Campus Pirotecnia, tomó dimensiones más manejables. Ahora acoge 6.800. Y sigue siendo la de más prestigio de España.
«Los egresados de nuestra facultad son los más demandados por los empresarios y por los empleadores en general», recalca Castro relacionándolo con el hecho de que se trate de una institución que lleva 500 años. Un prestigio relacionado con la experiencia y el trasvase de conocimiento.
Pero el respeto a la tradición no supone vivir anclado en el pasado. Hoy ofrece una gran variedad de dobles grados: con administración de empresas, finanzas, contabilidad y otras combinaciones. Pese a ello, Castro lo tiene claro: «Derecho no ha pasado de moda», insiste reclamando que es suficiente para ser notario o juez o ejercer cualquier otra profesión. «Derecho no necesita nada más. Hay que reivindicar el grado de Derecho» explica el decano. Para él, convertir las licenciaturas en grados, las ha «degradado». Y se ha extendido la idea de que hay que completarla. Pese a las otras fórmulas mixtas, el decano defiende Derecho como el estudio de referencia.
Por eso es partidario de la fórmula larga. «Indiscutiblemente debería tener cinco años porque haber perdido un año de grado la ha hecho sufrir una imputación», afirma. Aún así, insiste en que tienen «un gran nivel de exigencia» y que «no se regalan los títulos». Lo que no le parece lógico es enseñar Derecho Civil en inglés. A su juicio, eso debe quedarse para las ingenierías.
¿La asignatura pendiente? Como en el resto de universidades públicas, la financiación. Y más ahora que se ofrecen matriculas gratis y no hay financiación más allá de las administraciones. «Hay que exigirle a la universidad pública», admite. En cualquier caso, es consciente de que, para exigir es necesario «proporcionarle lo medios económicos para ello».
La otra materia pendiente es la definición de una carrera docente sin las dificultades actuales. Porque, según Castro, cuando un joven quiere quedarse en la universidad, lo tiene complicado. Es más fácil ser juez o fiscal a los 27 años. En la universidad se considera precoz llegar a catedrático a los 40. «Se ha ralentizado la carrera y las cátedras se han convertido en algo muy lejano», reivindica Castro apostando por una carrera y estable con un profesorado satisfecho y que pueda dedicarse a la investigación. Y una cosa lleva a la otra: «Si la estabilidad del profesor no llega pronto, se perjudica la investigación».
¿Los escalafones internacionales? El decano aclara que «juegan en otra liga» y que no se pueden comparar públicas y privadas. Pese a todo, Derecho sigue siendo una carrera centenaria con futuro. El alma mater de la Universidad de Sevilla.
Foto Antonio Rendón Domínguez