Sor Mª Luisa Pérez Montañés, aragonesa nacida en Andorra (Teruel) el 1 de julio de 1935, hija de Josefa y de Martín, era la mayor de tres hermanos de una familia cristiana. Fueron sus padres quienes le inculcaron el amor y el servicio a los más necesitados, por lo que a la hora de elegir camino lo tuvo fácil y el 29 de marzo de 1957 ingresó en el noviciado en Madrid en las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, donde trabajó y gozó iniciándose en su hacer con las Hijas de la Caridad: Seminario, noviciado, trabajo con los pobres en Vallecas, largas jornadas en el Hospital, ..............
En palabras de ella: “Lo mío, servir a Dios en los pobres”. Por lo que lleva 52 años de vocación en dicha orden religiosa.
Llegó a Chipiona en 1973, para curarse y recuperarse de un gravísimo accidente de tráfico que le acaeció en Madrid que le afectó a ambas piernas quedando prácticamente inválida. El lugar, el Hogar Victoria de las monjas de su orden, de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, en los Pabellones que fundara el insigne Doctor Tolosa Latour con la inestimable ayuda del Padre José Lerchundi. Monjas de las Hijas de la Caridad que por cierto llevan ya más de 120 años realizando su labor en Chipiona.
La bondad de nuestro clima y nuestro sol le beneficiaron hasta el punto de retenerla aquí en Chipiona. Ella que en un principio pensó estar aquí sólo para el tiempo de su recuperación, vino con unas muletas que cuando las soltó las entregó en el Camarín de la Virgen de Regla y durante un año de agua y sol se fue para Madrid en 1974, era su ilusión y su destino. Tras una revisión médica, su Director Espiritual y su médico le recomendaron un balneario marítimo en el pueblo Górlis (Vizcaya) donde permanece durante siete meses y el 7 de abril del año 1975 vuelve a Chipiona, ya que volvió a encontrase tan mal que los médicos le recomendaron volver a Chipiona para recuperar su salud, ya que el clima, el agua del mar y el sol de aquí era el apropiado para su estado de salud. Ella, una persona joven acostumbrada a vivir en capitales como Zaragoza o Madrid no le gustaba en un principio mucho la idea de vivir en Chipiona ya que le parecía y resultaba un pueblo muy chico.
Pero los designios de Dios son así y ella lo aceptó. Una vez desaparecido el Hogar Victoria pasó al Sanatorio Marítimo de San Carlos el 1 de noviembre de 1980.
Tras un periodo realizando las labores de la casa del Sanatorio de San Carlos pasó adscrita a la Parroquia de Nuestra Señora de la O, trabajando codo a codo con los Párrocos que fueron pasando por ella, formando un tándem con todos ellos, como D. Pascual Rodríguez Rodríguez, fray Pascual Andrés Gallo, José Ramón Martínez de Tobillas, Julián Peña, Juan Ramón Mateos, José Antonio Matías Villahoz, José Luís Gavarrón y Alberto Ramos Romero.
Con un grupo de jóvenes chipioneros que cantaban en la misa de 11 en el Santuario de Regla comenzó a impartirles clases de canto, iniciando así su integración con el pueblo de Chipiona .
Muchos recordarán su trabajo como catequista de las primeras comuniones, los ensayos de canto para las misas de los niños, ó dando clases religión en los colegios, destacando sus visitas a los enfermos, llevándoles la comunión a domicilio a los enfermos e impedidos, acompañando a los enfermos, su labor en Cáritas gestionando asilos para las personas mayores, no resistiéndoseles la tramitación de ningún papel a la hora de gestionarlos, cuando en el pueblo aún no existía la figura del asistente social, ella resolvía cuantas necesidades tenían los pobres necesitados. Podríamos decir que ella es la pionera en la labor de asistencia social en nuestro pueblo, la primera trabajadora social de nuestro pueblo. Un trabajo que hoy está de moda. Puesto para el cual hace falta algún que otro estudio y ella lo realizaba sin nada de ello, lo suplía todo con su entusiasmo y coraje.
Ayudó a los pobres de las “Casitas Baratas” (Barriada Camacho Baños). Especial cariño le profesan las gentes del campo, sobre todo de los pagos que lindan sobre el Pinar de la Villa, donde ha realizado una gran labor social. Hasta estos lugares la acercaba el padre Pascual en el coche “Cuatro Latas” de la Parroquia, y posteriormente, además de los párrocos, cualquier persona de bien que la conocía como Manolin Pililla y su mujer Antonia, ayudándoles en el reparto de alimentos por los campos. Jornadas agotadoras, entregadas a los niños, a las catequesis, a los cantos, a la Parroquia, a Cáritas, a las clases de religión, sus caminatas por los campos y calles de nuestro pueblo para dar una palabra de aliento a los desanimados, ayudar a los menesterosos, hacer de samaritano con los enfermos, acompañar a los solos, interceder ante las autoridades sanitarias y políticas, y siempre a favor de los otros. Solía decir: “Poco importa el cansancio cuando el servicio es amor”.
Nunca se encontró sola, contó siempre con la generosidad de su comunidad y la amistad de la comunidad franciscana de Regla.
Con el paso de los años, la salud le fue cobrando sus esfuerzos. A Sor María Luisa comenzó a costarle trabajo caminar para realizar su labor, y es ella quien comienza a necesitar ayuda de los demás para seguir con su cometido. La gente le respondían siempre llevándola a casa, al Sanatorio, en sus coches evitándole el camino de vuelta. Su encomiable labor le ha hecho acreedora del cariño de todos los chipioneros en las décadas de trabajo que ha estado realizando en Chipiona. Lo que nadie resuelve lo arregla ella, dicen algunos.
En 2002 recibió el premio como “Personaje Entrañable” que Radio Chipiona F.M. otorgaba anualmente en sus galas.
Todos los ayuntamientos, de cualquier signo político contaron con ellas para su labor social en el campo, en el reparto de viviendas sociales, en la distribución de los regalos de Reyes, que ella sin medios de locomoción, unas veces acudía al Padre Pino, otras a la Cruz Roja, otras la Policía Local, otras particulares y repartían los juguetes y regalos y otras cosas, porque muchos niños del campo, algunos tenían bicicletas y otros no tenían nada para venir al pueblo.
El 29 de noviembre de 2004 se fractura la cadera y deja de prestar los servicios que realizaba en la Parroquia. Aún así en cuanto pudo reponerse un poco, con la cadera rota y de nuevo con sus muletas acompañaba y llevaba a los frailes enfermos del Santuario de Regla al Hospital o a los médicos cuando era necesario o lo necesitaban, yendo al Ambulatorio por las medicinas para llevárselas al Convento. El 9 de diciembre de 2008 se fractura el fémur y después de ser dada de alta en el Hospital pasa a Sevilla en la casa de las monjas de las Hijas de la Caridad que tiene en la calle Avda. Pino Montano donde se recupera con la esperanza de volver a Chipiona, este pueblo del que ella misma denominó un pueblo pequeño y feo y que la vida le ha hecho querer tanto que ahora no se hace fuera de él.
El 30 de Junio de 2010 el Ayuntamiento Pleno de Chipiona le impuso su nombre al nuevo Centro de Salud del Arroyo como agradecimiento a su labor durante tantos años en pro de los necesitados de Chipiona.
Sor María Luisa con su aptitud, disponibilidad, entusiasmo, altruismo, solidaridad, comprensión, caridad y bondad se ganó la admiración de la mayor parte de los chipioneros, facilitando medicinas, carritos de inválidos, camas articuladas, alimentos, leche para los críos que sus padres no tienen medios, la bombona de butano para aquel que lo necesita, etc., etc. Ella se ha dejado la vida en esas calles de Chipiona, pasando calor y frío en ellas, atendiendo a los más necesitados, una persona que ha llegado a ser popular sin necesidad de salir en las revistas, ni en los medios de información, ni ningún otro medio, pero que sin embargo es conocida por todos los chipioneros. El mundo es una trampa hostil, pero con personas como Sor María Luisa puede ser habitable. Gracias por todo Sor María Luisa, en mi nombre y en el todos los chipioneros.
Descanse en paz.
Juan Luís Naval Molero. Cronista Oficial de la Villa.