Iba, perplejo, el joven a la Feria del Libro. Parece que fue ayer, en la misma Plaza Nueva de hoy. Allí estaban, pura magia, los escritores, alguna escritora, pero menos. Esos señores firmaban libros con la pluma estilográfica que era la gráfica, el dibujo del estilo. La literatura, entonces, era una cosa seria, casi grave, un retrato mecanografiado de la vida. Ay, las máquinas de escribir, las eternas repeticiones, las hojas arrugadas con el enojo de la equivocación, los papeles de calcar. Esos señores, alguna señora, se empeñaban en sacarle agua fresca al pozo de la vida. Con la primavera tardía estaban allí, en la plaza Nueva. El joven los observaba. ¿Los nombres? Claro que sí, el joven, todavía, guardaba la buena memoria del niño. Los más poetas: Montesinos, Murube, Laffón, Romero Murube. Los más narrativos: Alfonso Grosso, Manuel Salado, Manuel Barrios, Antonio Burgos, Manuel Ferrand y Julio Manuel de la Rosa, con el que pasados los años, muchos, el joven intentó llevar a Faulkner a San Lorenzo. El teórico por excelencia, el gran José Luis Ortiz de Lanzagorta. Y el maravilloso Carlos Muñiz, y José María Requena, el estilo hecho cuajarón…la memoria, traicionera, se olvida de alguno, mil perdones. El joven veía a esos escritores, alguna escritora, y presentía que eso de la literatura era cosa seria. Cada vez que empieza la Feria del Libro de Sevilla, el joven los recuerda con cariño, con devoción. Estaban allí, escribiendo con el alma en los dedos, firmando las primeras páginas de libros tan hermosos como las piedras de la ciudad que los reclamaba, cada primavera, allí, donde los libros, en la Plaza Nueva de las losetas blancas.
Degenerando, como el banderillero de Belmonte, se atreve uno, después de todo lo que os he contado, a ir a la Feria del Libro:
Sábado 25:
De 19.00 a 20.00 horas: Librería “Botica de los lectores”
De 20,00 a 21,00 horas: Librería “El Gusanito Lector”
y sabado 1 de junio