A las seis en punto de la tarde se abrían las puertas de la Catedral. Ya había casi una hora antes de la apertura personas esperando, que la Virgen de los Reyes haya extendido sus manos sobre la falda para que los sevillanos vuelvan a mostrarle en este mes de agosto, su devoción en forma beso para besar las manos de la Virgen de los Reyes, uno de los momentos más esperados, tras esperar un año para poder tenerla tan cerca.
Las colas no tardaron en formarse desde ese instante, siempre superando la reja de la Puerta de Palos en todo momento. Conforme pasaban los minutos, la fila seguía creciendo, hasta que llegó a alcanzar la Puerta de San Cristóbal, más conocida por la del Príncipe, y durante algún tiempo incluso al Archivo de Indias, aguantando hasta una hora y media para postrarse ante su patrona.
Poco importó el ser un domingo de agosto, de que las temperaturas superasen los cuarenta grados, nada era excusa para tener de cerca a la Virgen durante solo unos segundos. Besamanos multitudinario una vez más, con una gran afluencia, como suele ser cada día de sus cultos.
Cuando el reloj marcaba las diez de la noche, aún había una larga fila que daba la vuelta a media Catedral, por lo que no se cerró mientras una persona quisiera besar sus manos. A las once y media de la noche con el rezo de la salve, daban por concluido este primer día de culto a la patrona de Sevilla y la Archidiócesis.
La patrona de Sevilla lució para esta ocasión saya blanca bordadas en oro y manto de terciopelo azul pavo, bordado también en oro donado por Esperanza Elena Caro y realizado en su taller en 1982, con bordados procedentes de un antiguo frontal de seda del altar de la urna de San Fernando. Completa el conjunto la toca de sobre manto de encaje fino de Flandes, del siglo XVIII, que perteneció a la señora Condesa de París, Doña Isabel de Orleans, con el escudo de armas de los Reinos de Castilla y León y el de Sevilla bordado en las palas frontales. Además se encuentra aderezada con el magnífico pecherín de topacio y esmeralda en el que destaca un broche con el anagrama de la virgen rodeado de Sevilla y la réplica de las llaves de la ciudad hispalense. En su sienes, la corona de filigrana dorada con gema francesas de Manuel González de rojas fechada en 1889 y restaurada por Fernando marmolejo Camargo, en 2015.
El niño viste manto de capa conjuntado con la de su madre Santísima, juego de zapato de oro y la coronita de oro y esmalte de Limoges del Siglo XVII
Fotos Antonio Rendón Domínguez.