Mi nombre es Pedro y cuando empecé a colaborar con Aladina me di cuenta de que mis expectativas estaban muy equivocadas. Me topé con una realidad muy diferente, mucho más profunda. Ser parte de Aladina es algo difícil de medir con palabras.

La culpa de todo esto la tienen los niños. Crees que llegas al hospital para darles tu apoyo y hacerles sonreír, pero al final el que se vuelve a casa con muchas lecciones aprendidas es uno mismo. Los aladinos son unos luchadores, pero lo más impactante es ver como dejan sus batallas a un lado para disfrutar de esos ratitos con nosotros, los voluntarios. Es increíble darte cuenta como los dolores, la debilidad o las máquinas de quimio desaparecen de sus mentes. Por un rato disfrutan como los niños que son. ¿Cuántas veces somos capaces los adultos de olvidar “los problemas” y disfrutar?

Me fascina llegar al hospital, conocer a un niño nuevo y que 10 minutos después esté preguntando por ti. Te hacen sentir que tu llegada es especial para ellos, de extraños a familia en unos pocos días. ¡Eso es la familia Aladina! He jugado con muchos niños, he apoyado a muchos padres y este verano iré por tercera vez al campamento de Barretstown. Puedo asegurarte que la labor de la Fundación Aladina es especial y que estos niños la necesitan para recuperar la sonrisa.

La labor de los voluntarios y de todo el equipo de Aladina es importante, pero es el apoyo de los socios lo que nos hace imparables. Por eso hoy quiero pedirte algo, hazte socio de la Fundación Aladina, contigo podremos seguir ayudando a los niños con cáncer.