X. es una fuerza de la naturaleza. Sesenta y cuatro años de pasión arrebatada por todo lo que la vida tiene de luminoso y amable. No le cuesta poner en las manos de la gente que camina con él su furgoneta, su mochila y hasta su vida. Lo da todo hasta los aspectos mas escondidos de su vida azarosa y ancha. Conoce los lugares y ha viajado, y mucho y por mil lugares, como VIP y como pordiosero; ha sido la cara y la cruz de muchas monedas y hoy tiene claro que desea que le salga cuando la lanza al aire. No calla una: con la misma facilidad que perdona las debilidades humanas, estalla contra todo lo injusto, lo insolidario, da igual el tamaño y el lugar de la injuria. No traga con lo que es ineficaz pudiendo ser efectivo. Peros sus enconos no duran apenas nada. No almacena rencores. La marcha saharaui me ha colocado como compañero de pasos de un anarquista profundo que cree en la organización mas minuciosa y de un antifascista que no duda en renunciar a sus propias banderas cuando tapan miserias. No tengo palabras para agradecer el regalo de su compañía aunque tenga que estar apagando sus fuegos cada día. No se sí tengo derecho a pedirle moderación. Su intolerancia ante lo injusto y de lo irracional es muy necesaria para todos. En la marcha y en la vida.
Hoy nos ha castigado el sol por la vega de los Alcores cuando empezamos a caminar hacia Arahal. Apenas eran las nueve cuando desaparecieron las livianas nubes que habían despertado con el sol y , grado a grado, Lorenzo se fue vengando de nuestra fuga de los días anteriores. Marchamos por un arcén estrecho, casi inexistente, entre plantaciones enormes de girasoles perezosos que aun no levantaban su corola como si quisieran aprovechar unos minutos más de sueño. La Guardia Civil no apareció por el punto de la cita y nos alcanzó cuando habíamos rebasado la docena de kilómetros. Encima nos riñeron. Nos controlan y quieren que seamos mansos usuarios de su burocracia. Menos mal que X. no estaba cerca para oír la riña porque igual acabamos todos en el cuartelillo y el coche patrulla quemado. No se las piensa.
Tras quince mil metros de arcenes estrechos nos cambiamos a una vía de servicio para hacer otros tantos kilómetros viendo pasar fugaces los coches por la autovía cercana. Recibimos muchos saludos pero creo que ni siquiera podían saber de que iba aquella loca marcha bajo el sol. Por si acaso yo les saludaba con el puño cerrado cuando ya se perdían en la lejanía tras mi espalda.
De nuevo el cálculo tramposo de las distancias. Salimos para recorrer 25 kilómetros y terminamos tras hacer mas de treinta bajo un sol de justicia. Estos kilómetros de de Sevilla deben tener más metros que los de Cádiz.
La acogida en Arahal demostraba que se lo habían currado mucho para demostrar el cariño a los vecinos que se habían puesto a caminar. A los cuatro caminantes fijos nos faltaron palabras de cariño. Veníamos mal acostumbrados de Mairena y El Viso donde nos han querido y mimado tanto. Tenemos capacidad para entender que cada pueblo y cada asociación es un mundo con diferentes estrategias para la gestión y las prioridades. Pero eso no quita de que nos faltaran abrazos en la plaza de la Fuente. Ha sido un dura etapa .