A Lola Flores le pusieron de nombre ‘la Faraona’, porque no había una equivalencia femenina en la Roma de los césares. Nació en Jerez, en 1923 y partió desde Madrid, en 1995. Fue grande, grandísima.
A 13 meses del centenario de su llegada al mundo, la periodista Marina Bernal, de Sevilla, publica un libro biográfico ilustrado que se titula “Lola, el brillo de sus ojos”. En él, hay colaboraciones de Jesús Quintero, Juan y Medio, Rosa Villacastín y Charo Reina, y cuenta con un despliegue de anécdotas junto con fotografías inéditas de Lola Flores, desde la tierna infancia de la primera influencer hasta el final de su vida.
Se trata de un libro-álbum que ha gustado al ámbito de Lola Flores. Entre otros nombres, cuenta con la aprobación de Lolita, Rosario, Carmen Flores, Carmen Mateo y Mariola Orellana. La autora, quien también escribió biografías sobre Raphael y Rocío Jurado, presentó el libro esta semana en Sevilla.
Así era Lola Flores. Además, era coqueta. Se quitaba años y, luego, hacía malabares para justificar las fechas, los momentos claves de su vida profesional. Decía que era gitana, también, pero era una pura ilusión. Según sus hijas, convertía las cosas en verdad a fuerza de repetición.
“Sin mí no vas a ser nada”
De su amor con Manolo Caracol, cuenta ella misma antes de partir que fue una época difícil en su vida. Entre idas y vueltas, todo culminó con una marcha a América, que supuso el fin de una relación con un hombre que siempre que podía le decía que, sin él, no sería nada. Qué equivocado que estaba.
Con quien terminó casándose fue con Antonio “el Pescaílla”, un gitano que garantizó que Lola, amante de ese mundo, a falta de ascendencia, tuviera descendencia gitana. La cultura gitana la abrazó de inmediato.