De nuevo debemos salir al paso de la publicación del informe de “Banderas Azules” de este año por no reunir los requisitos mínimos de rigor, solvencia e independencia. Se trata de galardones fraudulentos enfocados a resaltar el reclamo turístico de las playas elegidas.
Esta concesión se creó en 1985 para certificar puertos deportivos en Francia y se amplió en 1987 a playas y puertos de toda Europa, con la subvención de la Comisión Europea. Adeac (Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor) es la asociación que gestiona las banderas en España, pero nadie fuera de nuestro país da un valor especial a estas banderas, porque no es un sello que un turista asocie a excelencia y ni siquiera ya la Unión Europea lo apoya. Las Banderas Azules hace tiempo que no tienen ningún aval técnico, ni científico, ni administrativo de la UE; son promovidas por un conjunto de asociaciones privadas ligadas a las empresas turísticas. La acumulación de fraudes y denuncias en su obtención hizo que la Comisión Europea les retirase el apoyo económico y se desmarcase de la campaña.
Se trata de “galardones” que carecen de cualquier credibilidad, se basan en meros aspectos turísticos, no realizan inspección alguna y no evalúan con rigor el estado medioambiental de las playas.
Los premios de Bandera Azul solo indican la existencia de servicios para los bañistas, pero no reconocen una verdadera gestión ambiental y conservación de estos frágiles sistemas costeros. Este tipo de premios no deben exhibirse como ecoetiquetas, sino como meros distintivos de calidad de servicios ofrecidos a los bañistas en playas artificiales y urbanas.
Como ejemplo de incoherencia y falta de rigor en esta concesión, este año, al igual que en 2021, hay playas gaditanas con Banderas Azules que no debieran exhibir este galardón:
• La Costilla, en Rota, sufre vertidos puntuales. Los vertidos de Rompidillo-Chorrillo, también en Rota, son continuos. La Costilla alberga chiringuitos playeros en el mismo cordón dunar.
• Fuentebravía, en El Puerto de Santa María, por haber construido edificaciones en la misma playa y tenerse que alimentar de arena de forma artificial. Esta playa estuvo cerrada hace dos años por contaminación de aguas fecales.
• La Barrosa, en Chiclana, por el desparrame urbanístico que arrastra este municipio.
• Getares, en Algeciras, porque sufre una crónica pérdida de arena, siendo realimentada artificialmente, además de sufrir vertidos cuando los bombeos no funcionan.
• Las playas de San Roque, Alcaidesa-El Faro y Cala Sardina, con valores ecológicos notables, están siendo invadidas por aparcamientos y chiringuitos, desnaturalizándolas sin remedio.
Emplazamos a los municipios litorales a que no pierdan el tiempo (y el dinero) persiguiendo estos falsos galardones y se afanen en hacer frente a los dos máximos desafíos para nuestras playas: ofrecer soluciones a la subida del nivel del mar y demás consecuencias indeseables del Cambio Climático, y depurar íntegramente todas las aguas residuales que van a parar al mar.