
Me encuentro con algunos amigos y lectores a los que GOYA no les gusta, excepción hecha de los retratos y siempre y cuando sean “bonitos”. Nada más lejos de lo que él pretendía con su Arte, que en mi opinión era justo lo contrario: captar el interior, lo oculto, lo luminoso y también oscuro de las personas, con independencia de cómo puede interpretarse esa supuesta realidad que supondría representar o captar la personalidad del personaje, tanto desde el punto de vista de la plástica, como del que lo realiza, y desde luego del que lo contempla a lo largo del tiempo y ya de siglos.
La cuestión esta de lo bonito, es un término, diría mejor que un baremo, con que la modernidad interpretativa pretende analizar la Hª del Arte, que como tantas otras divisiones absurdas como pueden ser el hecho por mujeres, por hombres u homosexuales, o como si está hecho por autores blancos o negros, protestantes o católicos, budistas, etc.
Lo bonito casi siempre suele ser atractivo, aunque esto va a depender de la cultura desde la que se contempla, más no por ello siempre obligatoriamente es sugerente. Mucho más sugiere entre otras cosas por el grado de dificultad que puede suscitar para su estudio, el que una obra imprima destellos de oscuridad, incluso de fullería y de fealdad. De todos modos y como digo, la fealdad o la belleza de ayer, no necesariamente debe coincidir con la de hoy, como ocurre en tantísimas otras cuestiones, normas por las que se rige una sociedad o sus costumbres.
“CRONOS devorando a sus hijos”, “El Coloso”, el “Duelo a garrotazos”, las escenas de violencia, de guerra, de violaciones a mujeres, de las pinturas Negras, de muchos de los grabados de los Caprichos y Desastres, de los viejos, viejas que tantas veces representó, los personajes grotescos y deformes,…dejarían mucho de desear en este contexto visualizado desde el prisma de lo bello, cuando a él lo que le interesaba era la denuncia y nada mejor para esto que acudir a la fealdad, a lo feo como crítica de los males de una sociedad confusa y convulsa.
El feísmo en GOYA, su expresionismo casi patológico, es una opción vital, un Arte de denuncia, un Contra-Arte que no deja sino de exponer los dramas cotidianos: la pobreza, la enfermedad, la vejez, la muerte, los abusos del poder en definitiva. Brujas, animales fantásticos alejados de “la belleza” de las quimeras clásicas, no son pues sino una fantasmagoría que además de estar en su cabeza, estaba por doquier en las calles, hospitales, comedores públicos, centros de beneficencia, manicomios si es posible tildarlos así.
Quien esto escribe no es una experta en GOYA. Sí sabe que ha sido torero, escenógrafo de teatro y posiblemente actor (además de pintor, grabador, dibujante y litógrafo). Por eso entiende que mucho de su obra, no puede explicarse sin un conocimiento profundo del alma humana y sobre todo sin la sabiduría y el aporte existencial que otorgan estas artes hermanas.
En este orden de cosas, muchas de sus obras, sobre todo aquellas que incluyen bastantes personajes y no pocos de sus dibujos y grabados, entrarían en lo que hoy llamamos Arte Feísta o Feísmo simplemente. Pero como ya he dicho muchas veces, es un error tremendo analizar el pasado con los criterios morales, estéticos, jurídicos y médicos de hoy.
Sin tener en cuenta, porque se da por descontado analizado desde esta perspectiva, el modo en que sitúa las escenas, la manera de iluminarlas desde arriba, desde los laterales o desde abajo, la sucesión de planos que delimitan los distintos espacios, los grados de terminación, o acabados de las figuras que a él le interesa destacar, desde luego que hay mucha distancia con sus coetáneos y con los que le precedieron en el Arte de estas Musas del teatro, más bien diría que se acerca al de las Parcas, a las ilustraciones que acompañaban los discursos de los incunables góticos y medievales, a determinados elementos de la emblemática del Renacimiento, Manierismo y Barroco, a las prédicas pronunciadas desde los púlpitos, cuestión esta última nada desdeñable por el miedo que producían, y en consecuencia, el desarrollo en espíritus sensibles, la infinidad de delirios o posibles enfermedades mentales, que de eso lamentablemente y según mi opinión, GOYA debía saber bastante.
Su descanso en Sanlúcar de Barrameda precisamente, sus tratamientos a lo largo de la vida, sus visiones esperpénticas y escenas de manicomios, sus “otros” temas que se salen de cualquier género o clasificación –fuera aparte de que estaban de moda en Europa- por exóticos, reflejos de la maldad e ingratitud humana, diría que hasta el sadismo o la crueldad si repasamos uno por uno los lienzos que entran en “la sensibilité”. La sublimación por el dolor, el exhibicionismo obsceno, las orgías siniestras, las aberraciones.
Pero junto a este GOYA, hay otro luminoso, alegre, en donde la belleza es plena, indefinida, intemporal, igual de subyugante que la fealdad o la deformidad que impone ¿en los momentos de angustia?, ¿en cualquier ocasión de investigación y estudio sobre las figuras, en periodos de lucidez y paz creativa. En cualquier caso contienen terribilitá y morbideza, en estado puro.
No quiero dejar atrás, el que en el amplísimo bagaje existencial y experiencial de GOYA, no se acercara él mismo a la interpretación y fuese uno de los personajes si quiera secundarios de las obras teatrales de su gran amigo MORATÍN, pues es de considerar que el multifacetismo de su amplia personalidad, le haría ir más lejos de ser un simple aficionado, como ocurriría con los toros y …muchas cosas más como pudieran ser el montar o conducir su propio coche de caballos.
Finalmente y también en relación con lo que se ha afirmado aquí en relación a su exilio en Burdeos, bien podría deberse precisamente a que al verse acosado entre otros por los absolutistas y la Corte ya de FERNANDO VII, optara por seguir a quienes le precedieran en Francia y en Burdeos en particular, como fuera MORATÍN. La proximidad, el lenguaje más parecido al español que el inglés, la facilidad de cruzar (¿clandestinamente?) la frontera, hizo que se declinara hacia el país vecino y no a Inglaterra a donde acudían los claramente liberales. Una vez más, con esta opción que podría calificarse como intermedia, vuelve a despistarnos. Una vez más no se pronuncia radicalmente y lo mismo que ataca al gabacho, lo admira y exalta en El Coloso. Lo mismo que retrata a militares y a Reyes de España, lo hace con JOSÉ I BONAPRTE y así podríamos estar hasta el infinito que es el propio GOYA.
Y bueno: FELIZ AÑO A TODXS. Qué la imagen que acompaña a este artículo no tenga lugar YA EN NINGUNA PARTE. GOYA denuncia y advierte los peligros del radicalismo. Llegados a este punto, no podemos sino tomar partido y seguirle cada uno en la medida que pueda. TERESA LAFITA

