Antonio Rendón . La Plaza de Toros de la Algaba (Sevilla), tiene la peculiaridad de estar construida solo una mitad de la misma, es decir, el coso se encuentra dividido en dos. Una de las zonas fue construida en cemento, mientras que la otra parte es un entramado de tubos con gradas que, al modo tradicional, se adorna con ruedas de carretas pintadas de colores y andamios de madera, dándole un aspecto muy original y festivo.
Tradicionalmente y hasta mediados del siglo XX, los espectáculos taurinos se celebraban en la plaza principal del pueblo, cerrando convenientemente todos sus accesos mediante barricadas y fabricando un coso improvisado a base de carretas y andamiajes.
Asimismo, estas instalaciones albergan la Escuela Taurina de La Algaba, que realiza una labor que sobrepasa las fronteras taurinas. Es un centro de enseñanza para los más jóvenes donde se prioriza la educación y la formación para el futuro de los adolescentes de esta localidad sevillana.
Cronica de la última corrida de la plaza de toros de la Algaba,el variado juego del serio encierro de Agustín Lunar, marcado por la bronquedad, la falta de entrega y escasa humillación, condicionó el desarrollo del último festejo del XLVI ciclo de promoción de jóvenes valores de la tauromaquia en La Algaba. La plaza, que colgó el cartel de No hay billetes en una soleada tarde de domingo, vibró con las distintas respuestas de los novilleros ante un ganado de desigual presentación y dispar comportamiento.
El cordobés Manuel Quintana dejó escapar la mejor oportunidad de la tarde al desaprovechar un novillo de noble condición. Su labor, despegada y falta de convicción, se saldó con silencio.
En cambio, el sevillano Javier Torres “Bombita” se enfrentó a un eral áspero y deslucido. Pese a ser prendido de mala manera, no rehuyó la pelea y se fajó con entrega ante un astado que buscaba con descaro el cuerpo. Estuvo desacertado con la espada, pero su pundonor le valió para cortar una oreja tras aviso.
El palentino Pedro Caminero, ante un tercero andarín y desordenado, no terminó de confiarse. El novillo lo obligó a recorrer todos los terrenos de la peculiar plaza algabeña. Su mejor momento llegó con una estocada ejecutada con verdad, aunque resultó contraria y dejó al torero en situación comprometida. El balance de su actuación fue silencio.
El gran triunfador de la tarde fue el onubense Cristóbal de Lara, que resolvió con inteligencia y firmeza la complicada papeleta del cuarto. A base de temple y paciencia, fue domeñando las bruscas embestidas hasta construir una faena de menos a más, plena de mérito y exposición. Remató con una estocada certera y paseó las dos orejas, saliendo a hombros por la puerta grande.