La Feria va a empezar sin él. Está pachucho. Los hombres tan buenos como Fernando no se ponen malos, se ponen pachuchos.
Parece mentira, pero la portada está a punto de iluminarse para inaugurar el Real y Fernando no está en la Feria. Hace años que la vida fue llenándose de cosas que parecen mentira: parece mentira esto y parece mentira lo otro. Igual que en la canción, las cosas se nos van como el agua que se escurre de las manos
Hay personajes famosos creados desde la puerta de su casa a la de la droguería, y hay otros, sin ser tan famosos, levantados por el corazón de la gente que les conoció, divulgados boca a boca por un golpe de gracia que se contó de ellos, proclamados ilustres sin títulos ni postines porque su señorío por la vida ya era un abolengo nada común, una rara moneda con la que adquirir excelencias inolvidables. Con esas distinciones ha vivido y vive Fernando Parra.
Llegó a nuestra ciudad desde su Manzanilla natal. Se licenció en Derecho en nuestra Universidad, aunque después derivara profesionalmente a la vida comercial y nunca ejerciera la carrera que estudió. Ha sembrado tanto y por tantas partes como para que el Ayuntamiento esté en deuda con nombrarle Hijo Adoptivo de Sevilla, y dejarlo justamente a la misma altura afectiva que a aquel otro manzanillero que fue Pepe Peregil. Porque aunque Fernando no haya sabido cantar saetas, lo ha dicho todo a una media voz de temple, de hombre sensato y muy inteligente, que solo en su familia va a dejar el día que Dios quiera una herencia de hechos y palabras cuyo reparto será interminable para hijos y nietos, amén de tantos amigos.
Le debo a Fernando Parra mucha felicidad y en muchos momentos: me llevó hasta la Patrona de Manzanilla, la Virgen del Valle, cuando fue su Hermano Mayor; estuve alojado en su casa de Punta Umbría disfrutando bien cerca el patriarcado admirable que representaba para su familia; me invitó a compartir en el Hotel Inglaterra la celebración de sus bodas de plata matrimoniales; le seguí en sus momentos políticos a través de sus mensajes ilusionantes y honrados. ¡Incansable Fernando Parra que ahora está cansado! O los años más bien, porque por él no se hubiera cansado nunca de ese entusiasmo constante que fue su vida activa. Tan inagotable era, que su caseta de La buena gente fue noches y noches un auténtico templo ferial de la acogida. Se colgaba del cuello un cuerno de esos de pregonero con el que marcaba las pautas de la mayor animación. Cada vez que muy temprano se deshacían con el amanecer las horas de un aguante increíble, vagaba en versos un eco de cante con sueño: el que ahora le devuelvo agradecido a mi amigo Fernando Parra, enviándole con emoción de buenos recuerdos un abrazo muy fuerte.
La Feria ¡qué sola está a las diez de la mañana cuando Fernando se va !