Éxito arrollador del estreno en Sevilla del musical
LOS MISERABLES
Bajo el invariable signo de la admiración
Se cuenta que Víctor Hugo se hallaba de vacaciones cuando su editor publicó Los Miserables. Al telegrafiarle el autor un conciso signo de interrogación -?- para saber cómo marchaba su obra, Víctor Hugo recibió por respuesta un escueto signo de admiración: !. Es el que ayer siguió marcando en Sevilla, con su estreno, la mejor y más rápida definición sobre Los Miserables.
Vuelvo de jugarme peligrosamente mi acreditación y consideración como cronista del concierto de Raphael en el Club Vera de Mar, en la onubense playa de La Antilla. Por los pelos me he librado de quedarme en blanco, desconcertado, sin palabras precisamente cuando se trata de tenerlas, cuando se espera de ti que escribas las mejores. Si no llega a ser porque me reanima el aire de la bella madrugada de Huelva, regresando en coche a Sevilla entre pinos y eucaliptos de mentas marineras, si no llega a ser porque hago ese viaje con mi buen amigo Álvaro Vázquez Silva, el hijo de la leyenda Pepe Luis, que me asegura asombrado que ha visto y oído lo mismo que yo, a estas horas entro en coma en el arrogante oficio de la crítica. Si esto de Raphael sigue así después de cincuenta y tres años en la música, yo no sé lo mal que vamos a acabar los buscadores de metáforas y contadores de lo incontable.