Con el regreso el jueves pasado a sus respectivas capillas sevillanas de las hermandades de Sevilla y Triana, concluía la romería del Rocío 2005, que ya le llaman popularmente, en lugar de la romería de la lengua azul, la de la lengua fuera por el paso que llevaban los mulos.
Como dice la copla "Bonito y triste el camino cuando se viene de vuelta, se cantan las sevillanas, poquito a poco, muy lentas, y el eco de sus cantares, en la marisma se queda, y a la Virgen se le pide, salud pa' otro año verla".
Con las letras de algunas sevillanas y canciones, tan inspiradas como esta de Alfredo Santiago, se podría hacer un manual de los sentimientos rocieros, porque todas son la síntesis poética de momentos entrañables e irrepetibles, que se viven en la romería del Rocío, y para los que llevan los sentidos y el alma de par en par, es un río de belleza e inspiración, con sus aguas muy limpias.
Ciertamente, el camino de vuelta es bonito y triste a la vez, los nervios de la ida, se sosiegan, y dan paso a una tristeza dulce, que nos atempera el paso, andamos con la cabeza agachada, mirando más a la arena que al horizonte, vamos ensimismaos, quizás rememorando emociones, o poniendo en orden nuestras vidas, con nuevos propósitos y nuevas promesas. Las sevillanas se cantan más sentías, más lentas, con las voces curtidas de madrugadas, de relentes y clamores, y la voz sale directamente del corazón, sin pasar por la garganta.
El camino de ida, es de ilusión por llegar, por vivir, por ver a la Virgen un año más; el de vuelta, es de reflexión, de balance, de emoción, y los dos completan un círculo anual de primavera, amor y devoción, que llena caminos y senderos de gente buena, con una misma finalidad, llegar a la Ermita de la Virgen del Rocío, y pedirle, entre otras cosas, salud para otro año verla.