Tras la decadencia marbellera sin mucho relumbre que llevar a las páginas sociales, Antonio Banderas aterrizará esta semana en su finca de Los Monteros en plan Superman. Su presencia siempre risueña, paciente y comprensiva supone un levántate y anda a tanto decaimiento, un aliento del que Marbella anda necesitada, aunque esta tarde haya mano a mano taurino entre Morante de la Puebla y un Rivera Ordóñez sin muchas faenas que llevar al palmarés, algo que ya también aplican a Enrique Ponce, tan poco repleto de lances históricos. «Antonio llega entre el 9 y el 10, “má o meno”», me anticipa su hermano Javier, que sigue regateando en Palma en su «Tau Cerámica». Constante, entregado, dispuesto a colaborar en la resurrección marbellera, el gran Banderas viene resignado a padecer el tradicional acoso fotográfico a pie de playa, su «Gaviota» está en el mismo borde. Marbella, por lo menos este verano, sólo tendrá como relumbrón a nuestro actor más internacional, mientras la zona se vacía de «vips» y tan sólo es refugio de la caspa nacional.