Aún se siente en la finca de los Peralta el ambiente de resaca de la boda de Farruquito y Rosario. Los restos de los doscientos kilos de peladillas que se tiraron tras la ceremonia del pañuelo, que demostró la virginidad de la novia, están desapareciendo poco a poco del albero que luego pisan los caballos cartujanos de los rejoneadores.
A estas horas Farruquito, es decir, Juan Manuel Fernández Montoya, y su esposa Rosario Alcántara estarán haciendo las maletas para su viaje de luna de miel, que no será en la intimidad deseada por unos recién casados, dado que el esposo tiene compromisos artísticos en varios países de América Latina y aprovecha éstos para su viaje de novios.
Los recuerdos de la boda son imborrables para muchos invitados y para los protagonistas. El rosario de anécdotas que se sucedieron durante todo el festín comenzó a la entrada. Ángel Peralta, dueño del rancho, contó ayer que si la novia se escurrió del caballo no fue por su poca pericia como amazona, sino porque al corcel le dio un ataque de pánico al ver la de volantes que se le venían encima.. Ya se van conociendo también detalles de la famosa ceremonia de las «cuatro rosas» o del pañuelo. Las mujeres casadas se llevaron a Rosario a una habitación aparte, mientras el padre de ésta y la Farruca esperaban fuera impacientes. Pero las cuatro rosas, es decir, los cuatro pañuelos manchados con la virginidad de la novia, se mostraron con alborozo, y tras ello, los hombres tomaron en sus hombros a Rosario para pasearla. Los cuatro jinetes de este «apocalipsis gitano» fueron el hermano de Farruquito y padrino de su boda, Farru, El Barullo, el tío Manuel y Antonio Canales.
Por cierto, a este último, durante la boda, le llegaron a romper hasta cuatro camisas, y luego éstas fueron repartidas a trocitos entre algunas invitadas.
Canales protagonizó junto a Manuela Carrasco uno de los momentos en los que el compás rompió a borbotones: Antonio y Manuela Carrasco salieron a bailar con tronío, y ella, por placer o por cansancio, tiró al aire sus zapatos ante el alborozo general.
Ante tanta afluencia de gente inesperada (ayer supimos que eran tres mil personas las que allí se reunieron), los regalos, abanicos y corbatas, tampoco fueron suficientes.
Muy entrada la madrugada al novio se le reservó otra sorpresa. Le vendaron los ojos y le llevaron hacia una esquina donde apareció un piano de cola negro regalo de su madre la Farruca. Emocionado, Juan comenzó a tocar y en un arranque, Niña Pastori le acompañó al cante. Los niños estaban en un tablao, y fueron el Carpetilla (hermano pequeño del novio) y el nieto de la bailaora Angelita Vargas quienes llevaron la voz, o mejor dicho los pies cantantes. Alrededor de los niños se produjo el espectáculo de los hermanos Peralta, que hicieron una coreografía con sus «cartujanos» al compás de las palmas de los gitanos.
Y no sólo bailó Farruquito y tocó el piano, sino que hasta cantó, aunque cuando ya quedaban menos invitados, y bailó su madre Farruca.
Para curiosidad de los seguidores de la moda, sobre todo moda gitana en este caso, el traje de Rosario era diseño italiano, y el de Juan y sus hermanos hecho por el sastre madrileño González, diseño del propio Farruquito y su madre. Los invitados lucieron todo tipo de diseños, con profusión de colores estridentes y adornos de encaje. Y el fin de fiesta fue tranquilo, tras la caldereta el puchero, un caldito con hierbabuena y por fin a casa.