Juan Salas recibe en el Alcazar de Sevilla la medalla del Orden de Las Camaras a nivel nacional.
Francisco Correal lo entrevista con este motivo en Diario de Sevilla.
Nació frente al convento de Santa Paula. Bautizado en San Luis de los Franceses, se casó en la iglesia del Salvador, "la eligió mi mujer para que cupieran todos los invitados". De la promoción que llegó a Suresnes y a la Moncloa, el condiscípulo de los rojos se hizo empresario. Hoy le entregan en el Real Alcázar la Medalla de Oro de la Orden de las Cámaras.
¿Empresario y sevillano es una contradicción?
Ésta es, dijo Cervantes, la ciudad donde toda contradicción tiene su asiento.
¿La palabra emprendedor es un invento de la izquierda para no decir empresario?
Emprendedor es la persona que emprende cualquier cosa; que no le gusta vivir a costa de la sociedad, de su padre, de su sueldo. Que pretende mejorar la sociedad y busca nuevos horizontes. Puede tener motivaciones económicas o culturales. Un artista puede ser un emprendedor. Hay otras personas que no emprenden nunca nada, se instalan en la realidad a ver qué ocurre. Ahí viven y mueren. Todo empresario es un emprendedor, salvo que herede una finca.
La Universidad de Sevilla es el germen de la clase política española de la transición...
Era, ya no es, era. Y eso ha influido enormemente. Yo no soy hombre de fichas como don Manuel Giménez Fernández, que lo apuntaba todo, pero en la historia de España, que un presidente del Gobierno y un vicepresidente sean de Sevilla no se ha dado nunca. Y eso se notó. De otra manera sería impensable el Ave.
Hasta que llegó Juan Guerra...
El affaire de Juan Guerra acabó con la amistad de Felipe y Alfonso Guerra. Con la personal primero, con la política después. Se acabó ese hallazgo de dos al precio de uno. Volviendo a la influencia, entra dentro de lo políticamente correcto. No se entiende el Ave de Valladolid sin el paso de José María Aznar por la Moncloa o el Palacio de Congresos de León sin el gobierno de Zapatero. Es lógico que quieran favorecer a su tierra.
¿En qué momento la izquierda normaliza la figura del empresario?
Es un debate ideológico que llega a España un poco tarde. Esa diatriba entre la empresa privada y el sector público había sido abandonado en el resto de Europa. El aldabonazo definitivo es la caída del muro de Berlín.
¿Cómo se forjó la vocación política de sus compañeros de Facultad?
La mayoría eran rojos, no sé si mentalizados. Hay algunos que no eran nada. Nosotros llegamos a la Facultad el año 60. En la mayoría de los hogares españoles todavía se decía que de política no se habla en casa. Rescoldos de la guerra civil que algunos quieren abrir ahora. El choque espectacular fue oír en clase a don Manuel Giménez Fernández. Fue el detonante de conceptos como libertad o democracia.
¿Hay empresarios de izquierdas y obreros de derechas?
Lo que hay es una confusión terminológica. Decía un político agudo y circunspecto que todos los términos eran relativos. Se asociaba derecha con una sociedad desigual e injusta e izquierda con una sociedad igualitaria y justa.
Y está la disyuntiva de la Marsellesa: ¿Liberté o Egalité?
¿Igualdad por dónde? ¿Todos tiesos? Para esa igualdad, váyanse ustedes a Cuba.
¿El muro de Berlín se cayó o lo cayeron?
Hay dos personajes muy importantes en relación con ese episodio. Uno fue el presidente Reagan, que se dio cuenta de que la III Guerra Mundial no se libraría en los campos de batalla, sino en los campos económicos. Tomó conciencia de que había que darle una vuelta de tuerca a la guerra fría. Con la llamada guerra de las galaxias, la Unión Soviética de Gorbachov, tiesos, sin un rublo, nada podían hacer. Junto a Reagan, está Juan Pablo II, su batalla de imagen y su ejemplo moral. La lección sobre igualdad y libertad la aprendió con la presencia soviética en su país, Polonia. Fueron decisivos los dos, lo que no quiere decir que quien llevó a Reagan a la Casa Blanca llevara a Wojtyla al Vaticano. Habrá quien piense que una mano negra los puso a los dos.
¿Le abrumaron los cargos?
He sido presidente de la CES, vicepresidente de la CEA, presidente de la Feria de Muestras y de la Cámara de Comercio. Tenía de profesión ser presidente.
Sólo le faltó serlo del Betis...
Fui presidente del Betis 8 días.
Los mismos que Cangas de Onís fue capital de España...
Imagino que por motivos bien distintos. Pepe Núñez, presidente en 1979, no aceptó mi dimisión. Después se fue toda la junta y yo me quedé como único directivo y tuve que presidir la asamblea que nombró a Juan Mauduit.
¿Fichó a alguien?
En ocho días no da tiempo.
¿Y a usted lo quisieron fichar para la política?
Algún partido me llamó. ¿Sabes por qué no entré? Yo no cambio un banderín por la libertad. Yo soy muy poco disciplinado. En un partido puedes tener la estética del poder, la erótica del poder, lo que quieras. Y conste que la política es absolutamente necesaria, no hay atajo para ella, pero yo elegí mi libertad personal. Con la política pasa como con los toros, tienen que dar cornadas, por eso no me pongo delante.
¿Sevillano y cofrade?
Ahí no hay contradicción. Soy hermano del Silencio y de la Hiniesta. De los pocos sevillanos que soy de las dos Esperanzas: de la Trianera por mi padre; de la Macarena por mi madre. Y en la luna de miel descubrí durante una nevada en Valladolid por qué las imágenes de Berruguete están tan tiesas. Por el frío.
¿Aprovechó Sevilla el tirón de la Expo?
Yo creo que no. No se hizo el Puerto Deportivo, el Metro se había parado, no se redondeó la ruta de la Plata. En Sevilla cada vez que hay una Exposición coincide con una crisis económica.
¿Se ve en el Metro?
No es que quiera morirme pronto, pero tengo la sospecha de que el Metro me va a ganar a mí, me va a sobrevivir. En la Universidad ya se oía hablar del proyecto del Metro y hasta de las casas con grietas. Más que el Metro de Sevilla es el Metro del Aljarafe.