Dedicación, entrega, servicio, integridad, diplomacia... Cuando se pregunta a sus compañeros o cualquiera del gremio de la judicatura por José Joaquín Gallardo, es prácticamente imposible encontrar alguien que diga algo negativo del que ha sido durante 24 años decano del Colegio de Abogados de Sevilla y que hoy deja el cargo en el que ha batido todos los récords. No se conoce en los 300 años de historia colegial ningún caso similar de un decano que revalidara el mandato en cinco ocasiones.
¿Qué hay detrás del éxito de este hombre? Sobre todo una dedicación a una institución que ha considerado su casa, sin que se le subiera el cargo a la cabeza. Prueba de ello es que la silla presidencial de estilo clásico que tiene en su despacho apenas la ha usado unas pocas veces en estos cinco lustros. Sólo lo hacía cuando había que ponerse serio con alguien. El resto del tiempo Gallardo prefería la butaquita pequeña que hay junto al sofá, mucho más cercana.
Y es que si hay algo que caracteriza al decano saliente es su afabilidad en el trato y lo fácil que ha resultado acceder a él. Siempre que se le necesitaba, allí estaba el decano de los abogados. Estaba para sus compañeros, los letrados. Pero también para ser el primero en felicitar al nuevo representante de cualquier otro sector de la judicatura y para actuar con su talante conciliador, como mediador en cualquier litigio, allá donde lo hubiera. O para tener, como dice su sucesor Oscar Cisneros, «el colegio en la cabeza». Con sus 8.000 letrados, sus nombres, sus problemas y sus anhelos.