Django Unchained. USA, 2012. Director: Quentin Tarantino. Guion: Q. Tarantino. Fotografía: Robert Richardson. Música: Elayna Boynton. Intérpretes: Jamie Foxx, Christoph Waltz, Leonardo DiCaprio, Samuel L. Jackson, Kerry Washington, M.C. Gainey, Walton Goggins, Garrett Dillahunt, Dennis Christopher, Gerald McRaney, Laura Cayouette, M.C. Gainey, Don Johnson, Tom Savini, Anthony LaPaglia, RZA, Tom Wopat, James Remar, James Russo, Todd Allen, Jonah Hill.
Todo lo que uno puede esperar de una película de Tarantino está en Django desencadenado: un argumento imposible y disparatado, sus homenajes y referencias cinéfilas, la parodia de un género clásico, la originalidad en el planteamiento de numerosas secuencias, la brutalidad en las escenas de acción, tan salvajes como divertidas, sus largos diálogos (muchos de ellos, como en Pulp Fiction, figuran ya en una antología de frases célebres).
Django desencadenado tiene mucho en común con Malditos bastardos: cine de género en una época pasada, la presencia de Christoph Waltz con un personaje muy similar, la locura de todo lo que acontece en la historia, Quizá no llega a la redondez de Malditos bastardos, pero sí vuelve a fabricar una película repleta de ingenio y originalidad, con una galería de personajes a cual más insólito: un alemán cazarecompensas en los años previos de la Guerra Civil norteamericana, un esclavo que acaba convirtiéndose en un temible pistolero, un terrateniente amante de las peleas entre esclavos, Tarantino se luce con el dibujo de sus personajes, y hasta consigue darles credibilidad teniendo en cuenta la irrealidad del asunto (un pistolero negro en el Oeste y sobre todo en el sur de Estados Unidos- es como encontrar a una cabra en el planeta Marte). Pero no estamos en una cinta histórica que tenga que respetar los detalles que encontremos en cualquier libro, Tarantino juega a otra cosa y la falta de veracidad no es ningún problema para que disfrutemos con un divertimento que funciona a todos los niveles. El cineasta se zambulle en el western mejor dicho: el spaguetti-western- para divertirse a tope con su primera película del Oeste, aunque su admiración por este género ya se encuentra en otros títulos anteriores; Kill Bill o Malditos bastardos están concebidas como un western, con buenos, malos, forajidos y un duelo final. Tarantino usa la música original de Luis Bacalov para el Django de 1966, le da un papel a Franco Nero (el Django original), y planifica muchos momentos con un zoom rápido que se acerca a la cara de los personajes (algo muy propio de aquellas películas y del antiguo cine oriental de artes marciales); es su particular homenaje al género, con la sangre a borbotones que suele aparecer en sus películas y una peculiar visión sobre el esclavismo de aquella época, mostrado con toda su crudeza y ridiculizado magistralmente en la escena en la que un grupo del Ku Klux Klan discute por el tema de los capuchones blancos. Aquí los esclavistas son los malos malísimos de la historia, y Tarantino se ceba con ellos.
En cuanto a los actores, el realizador saca lo mejor de ellos: el espléndido Christoph Waltz, tan cínico, irónico y divertido como en Malditos bastardos, el siempre eficaz Jamie Foxx (vuelve a formar matrimonio con la actriz Kerry Washington, como ya hicieron en Ray), un Leonardo DiCaprio que se sale con su papel de malvado, y hasta el tarantiniano Samuel L. Jackson (es su sexta película con el director).
Tarantino vuelve a demostrar que es un gran arquitecto de historias, diseña con pericia cada detalle del plano, sabe en qué lugar y de qué material- deben ir las vigas de su edificio, dispone las habitaciones de la manera más funcional y eficaz, se pasea por ellas puliendo cada uno de sus ángulos, y lo hace con un estilo propio, tan genuino e inconfundible que algunos han tratado de imitarle y no lo han conseguido. En suma, dos horas y media de pura diversión, puro Tarantino.