Calles adoquinadas, aceras de albero, hileras de farolillos de papel blancos y rojos, e infinidad de bombillas cubriendo en perpendicular las calles, son los elementos que conforman la imagen del Real de la Feria de Abril. Y, por supuesto, las casetas, todas con un frontón o pañoleta, sencillo o múltiple dependiendo del número de módulos de que se dispongan.
El interior de las casetas es harina de otro costal. Ahí entra en juego el gusto de los socios y lo que se quiera invertir en ello.
Los elementos decorativos que más se repiten son los siguientes:
– Los farolillos y las flores de papel, utilizados en forma de guirnalda o para cubrir por entero el techo, son un clásico imperecedero de esta ciudad de usar y tirar. Los colores más habituales son el blanco, rojo y verde, aunque se agradece ver ya otros colores que dan un aire más actual con un elemento de toda la vida.
Los encajes son otro de los elementos más tradicionales, en techos (tipo toldo, formando dos aguas o saliendo del centro en forma de cúpula) o en paredes (cubriendo el paño entero o a modo de cortinas). La verdad es que a mi me aburren, sobre todo porque el ambiente sofisticado y delicado que se podría conseguir con un uso moderado de encajes de calidad es difícil, y con frecuencia lo que vemos son recreaciones de bodas gitanas o escenarios de las mil y una noches… aunque, en el fondo, tampoco dejan de tener su gracia.
Las flores son también habituales. Si la caseta recrea un patio andaluz popular, con rejas y serones, generalmente se eligen gitanillas y geranios en macetas de barro. Si el ambiente buscado es más señorial (cortinajes, espejos dorados, etc) vemos bouquet florales colgados en las paredes (a veces sobre un fondo de esparto). Y qué decir de las flores artificiales de algunas casetas, compradas por chinos (hay gustos para todos y en las casetas no iba a ser distinto).
Y para sentarse, lo más frecuente son las sillas de enea pintadas (normalmente en verde o rojo) y mesas redondas de madera, pintadas a juego. Cada vez más se decoran los paneles de madera con pintura (recreando un burladero, por ejemplo, o sencillamente de colores divertidos y originales) o pintando paredes y zócalos, con telas de rayas tradicionales, más atrevidas o de fibras naturales. Y definitivamente, me parece una buenísima idea los bancos corridos que albergan baúles para que los socios guarden todas aquellas cosas que se echa de menos en algún momento tener en la feria: manoletinas de repuesto por si los pies dicen que ya no pueden más, chales para protegerse del relente en la vuelta a casa, un neceser con lo necesario para retocarse el maquillaje o ponerse unos compelled en una rozadura, la cámara de fotos, un paraguas, etc. Porque, en definitiva, la caseta se convierte durante una semana en una prolongación de las casas de los sevillanos, donde recibimos visitas, cumplimos con los compromisos o pasamos un rato en familia o con amigos.Foto Antonio Rendón Domínguez