Retrato fotográfico de Francisco Bores, extraída de sala. FOTO: T.L.
Continuamos con la pequeña y exquisita exposición que hasta el 7 de septiembre se exhibe en la Sala “VELÁZQUEZ”, de la Fundación Cajasol, en su sede de Sevilla, con entrada por calle Álvarez Quintero.
En realidad BORES no hubiese necesitado acudir al epicentro de las Vanguardias, porque él ya era un vanguardista desde que la pintura le atrapa.
Demasiado moderno para que la crítica, comisarios de exposiciones, directores de museos y coleccionistas que no fuesen tachados de snobs, entendieran esta manera de expresarse, sin tener en cuenta los conceptos tradicionales que habían regido hasta entonces los destinos del arte español, como pudieran ser la perspectiva, el realismo (naturalista), costumbrista o regional; el equilibrio de la composición; la fidelidad al retratado o al paisaje; la paleta lograda a base de veladuras, y otra serie de condicionantes que el joven FRANCISCO no estaba dispuesto a repetir, entre otras cosas porque tenía muy claro que de seguir por ahí, el Arte no evolucionaría, y máxime cuando ya habían empezado a descomponer estos principios 20 años antes, los artistas renovadores.
No es de extrañar por eso que las primeras críticas fuesen negativas, no vendiera nada, ni mereciera la atención de conocedores de escasas miras, salvo los más evolucionados como pudieran ser a título de ejemplo MORENO VILLA, BENJAMÍN JARNÉS o GÓMEZ DE LA SERNA –a los que retrató- o los editores de revistas como la de Occidente, fundada y dirigida por ORTEGA Y GASSET, Alfar y otras en las que colaboró el propio BORES con portadas e ilustraciones, pues salvo ellos y unos cuantos más, ninguno se encargó de él.
No lo tuvo fácil tampoco al instalarse en París, 1º porque debía conseguir un estilo propio, que lo diferenciara de los abanderados como PICASSO, BRAQUE, GRIS, CEZÁNNE, MODIGLIANI, MORANDI y otros con los que estilística o temáticamente pudiera tener una cierta afinidad y relacionara. Pero sobre todo distanciarse del Gran Fagocitador como fue D. PABLO, el acaparador, megalómano y vampiro.
2º Conocer el mercado, las rutas, cómo se movían los hilos para exponer en las plataformas con las que él se identificaba. Tarea nada fácil sobre todo si eran las punteras, para la que fueron fundamentales su perseverancia, investigación constante y sus amigos españoles, como BENJAMÍN PALENCIA o PANCHO COSSÍO que junto con él, formarían parte de la Edad de Plata Española en el exilio artístico, y en la que destacaría también, a la que fuera su esposa, RAÏA PEREWOZKA.
3º: Avanzar hasta ser conocido internacionalmente frecuentando círculos literarios, Salones, cafés y galeristas que le iban abriendo las puertas, como pudieran ser entre los numerosos que le expusieron, vendieron y expandieron su firma por el mundo, PERCIER o KHANWEILER, si bien, este camino de tertulias, fidelidad, intercambio de ideas afines, ya fue el que comenzó a (entre)abrirle las puertas cuando aún vivía en Madrid (y se daba a conocer ilustrando las publicaciones de ellos). Madrid, Madrid, la ciudad a la que nunca regresa salvo esporádicamente, aunque ¿quién sabe si esa Antológica dos años antes de morir, le hubiera propiciado el reencuentro y el conocimiento, además del reconocimiento que salvo para una pequeña élite tenía aquí? TERESA LAFITA