Sentían un profundo amor, que sólo Ellos conocían y eso lo intensificaba y lo hacía muy especial. Tenían un balcón en sus cuartos por el que se veían todas las noches y bajo la luz de la luna hablaban sin que las horas pudieran susurrarles al oído que al día siguiente tendrían sueño. Nunca conocieron algo más grande, ningún sentimiento más digno, sus balcones en vez de rejas tenían cristales, y aunque dejaba pasar la voz y la imagen, no podían tocarse. Vivieron momentos de incertidumbre, sin comprender porque una amor tan grande crece sin caricias, sin promesas, sin sexo. Se les salía el corazón del pecho, sentían fundirse sus cuerpos, se hablaron como amantes, compartieron momentos de éxtasis. Un día Él le dijo adiós…Y Ella nunca más supo amar. Explicó a la mujer: No me has dado amor carnal. Eres muy posesiva. Y Ella...que siempre había escuchado de Él...palabras de amor...no entendió . Lloró y Lloró hasta que no tuvo más lágrimas y dejó de sentir el universo, no escuchó las golondrinas cantar, ni sintió el rocío de la noche en su piel desnuda. Sólo respetó su silencio y se quedó sin comprender, esperando que algún día Él quisiera abrazarla y mirarla de nuevo.