Los Nuggets materializan su superioridad y empatan a uno la Final del Oeste al imponerse por 106-103 a unos Lakers que volvieron a caer en los mismos defectos del primer partido. La serie se traslada a Denver a partir del próximo sábado.
Decía Cicerón, aquel reputado hombre de letras romano, que errar es de humanos, pero de necios es permanecer en el error. Bien podría Phil Jackson, no sólo entrenador de los Lakers, sino también gran aficionado a la literatura y la meditación, aplicarse la máxima del jurista y escritor latino. De lo contrario, de pecador reincidente y, pongámoslo bajo interrogación, puede que ¿involuntario?, se trasformará en infractor deliberado. El Maestro Zen, impasible desde la banda, observó como su equipo se desangraba poco a poco, y especialmente en el último cuarto, por el mismo costal y de la misma forma que lo hizo en el primer encuentro de la serie y que estuvo a dos puntos de costarle la victoria. La dirección del juego angelino, originada y trasmitida por Jackson, y cuyo máximo responsable en la cancha es Fisher como base titular, parece obviar la participación de los jugadores interiores, a pesar de que tanto Gasol, Odom y, en circunstancias normales de entrega e intensidad, Bynum, destacan por encima de Nene, Martin o Andersen. Resulta incomprensible observar como los amarillos no aprovechan esa ventaja tanto de calidad como de altura para beneficio propio y prefieren otorgar la responsabilidad, asimismo adjudicada por decisión propia, a elementos secundarios como Ariza o Brown. Cierto es que el primero completó un partido excepcional ,yéndose hasta los 20 puntos, pero tanto él como el banquillo deben acotar su osadía en ataque en los momentos finales. En los segundos finales, Ariza, seguro crecido por su magnífica actuación hasta el momento, perdió un balón y erró dos lanzamientos que nunca tuvo que ejecutar. Mientras tanto, Bryant, infalible con dos triples inverosímiles que sostuvieron al equipo para llegar con opciones de triunfo al desenlace del partido, se irritaba no sólo por los fallos de Ariza, sino por contemplar impotente como Brown, un escolta que se ve obligado a jugar como base y que se olvida con demasiada frecuencia del verbo pasar, campaba a sus anchas y se atrevía, en un ejercicio desmesurado de insolencia, a lanzar aquellos tiros definitivos destinados en exclusiva para Kobe, único jugador que puede responder en esos términos con garantías.
Acumulamos, por tanto, dos taras que Jackson ha de remediar si quiere vislumbrar mejora alguna en los suyos, a saber: escasísimo reparto de balones en la zona y concesión de intervenciones inapropiadas para jugadores complementarios y de segunda fila. Habría que añadir un par de ellas más para que los Lakers puedan ofrecer un rendimiento más óptimo, tarea nada complicada: intentar defender los más dignamente posible el pick and roll que Billups comanda en la línea de 725 al inicio de muchas jugadas y que le posibilita anotar desde fuera o en penetración o, en su defecto, encontrar al hombre libre. Por otra parte, obstaculizar a Anthony, no ya cuando sedisponga a lanzar en tanto que parece evidente que alcanzará los 30 puntos cuando a su equipo le haga falta, sino al verle acudir al rebote ofensivo, hecho que les está costando puntos determinantes. En manos del señor de los anillos( Jackson atesora 9 como entrenador y 2 como jugador en los Knicks del 70 y del 73), está que la situación se torne diferente y, en más o menos medida, solventada de cara a los encuentros de Denver y también que sus jugadores armonicen con sus ideas.
En este sentido, al comprobar como no recibe todos los balones que quisiera, Gasol se ha quejado de que ya no sabe qué más tiene que hacer. Es indudable que, por nada del mundo, el segundo estilete del equipo se puede quedar por debajo de Fisher (incapaz de dirigir un pase preciso al lugar oportuno) u Odom (algo distraído y propenso a acumular faltas con gran facilidad) en tiros e campo, e incluso al mismo nivel que Bynum o Brown. Ningún entrenador cabal que apueste por sí mismo, repetiría esa discriminación de talento. A Pau, además, hay que reconocerle una mayor adaptación al contacto y más predisposición para la lucha por el rebote (17 en este segundo choque). En su debe, en cambio, se le tiene que achacar su reticencia a jugarse las pocas posesiones que se le asignan. En el cuarto periodo, por ejemplo, recibió un balón sobrepasada la línea de personal y, a pesar de no contar con oposición alguna, prefirió pasar. De la misma forma que lo hizo cuando conseguía encarar en el poste bajo. Esta situación se asemeja preocupantemente a una exención de responsabilidad, puede que motivada por la falta de confianza en sus posibilidades, lo que sería realmente absurdo, puesto que condiciones no le faltan. Asimismo, el catalán ha de estar preparado para la presión añadida que supone anotar dos tiros libres en lo smomentos cruciales de los partidos: en el primer partido erró dos fundamentales, al igual que en el segundo, aunque más tarde solventase correctamente otro par de ellos. Parece que soplarse las manos antes de lanzar no surge efecto. De todas formas, hace bien Gasol en reclamar más protagonismo ya que sin duda lo merece, valado por su calidad e importancia en el equipo, pero, al hacerlo, no puede permitirse el lujo de despreciarlo allí donde se decide el triunfo.
A estas alturas de la eliminatoria, sólo Bryant, en su mejor nivel, ha presentado las credenciales ofensivas suficientes como para alarmar a los de George Karl, quien, por el contrario, se protege con Billups y Anthony como armas de primer orden. El air ball que Fisher efectuó en el último segundo, y que de entrar hubiera llevado el partido a la prórroga, no habría hecho otra cosa que engañar a los propios Lakers, muy por debajo de sus contrincantes en claridad teórica y representación práctica de sus esquemas de juego. Las montañas rocosas de Colorado serán testigos de los dos próximos envites de la serie y si Los Angeles quiere volver a recibir la eliminatoria con serias opciones de ganarla, (esto es, no con un 1-3 en contra), Jackson y los suyos han de reparar los daños y evitar tender a la autodestrucción.