Dolores se rió, con su carcajada desagradable. - Bueno… depende. Mira, te voy a contar… yo le arranqué una sonrisa a José Tomás en la México…

 - En la plaza?.
 - En la plaza. Yo estaba en la barrera, la verdad es que muy mona, con un abrigo rojo, y él, haciendo el paseíllo. Me miró fijamente, y yo también a él. Él no apartaba los ojos de los míos, y yo le sostuve la mirada y, entonces, sonrió, me dedicó una sonrisa.
 - Cómo sabes que te sonrió a ti?.- dijo Bárbara.- Igual tenía a algún conocido sentado detrás de ti.
 - No. Lo sé. Me sonrió a mí. Fue un momento mágico, como una comunión espiritual. Bueno, yo estaba muy guapa. Y Lorena también. Nos invitaban a todo. Lorena es que es muy mona, los coches se paran cuando ella va por la calle…
 - Sí?.- fingió escandalizarse la sevillana- Provocará muchos accidentes, entonces…
 Loli hizo caso omiso a semejante comentario. Se atusó la melena, con gesto coqueto, y continuó con su perorata…
 - Y, eso, que me sonrió. Y, lo de la carta que os estaba diciendo, se la escribí, es preciosa, con mucho sentimiento, y le conté muchas cosas, le hablé de su valor, y también le hice una especie de crítica sobre todo lo que él está aportando al toreo…
 - Qué completa…- comentó Amelia.
 - Sí, la verdad es que me quedó una carta muy completita. Y se la di a su apoderado, coincidí con él en una cafetería.
 - Sí?,- intervino Bárbara- qué raro, no?, no vive por Barcelona?.
 - Sí. Fui hasta allí, alguien me comentó donde suele tomar café por las mañanas y le estuve esperando. Llegué a pensar si sería mentira lo que me habían dicho, porque en tres días no apareció. Pero, al fin, el cuarto día sí se presentó. Yo le di la carta y él se la entregó a José Tomás. La verdad es que no parecía tener muchas ganas de hacerlo, pero accedió y me juró que se la entregaría. No me quiso dar su teléfono, a pesar de que le dije que soy periodista taurina y presidenta de una peña, es muy raro. Pero, si creía él que yo me iba a rendir, estaba equivocado. Fui a verle al hotel a Castellón, a Valencia, a Sevilla, a Salamanca, y, finalmente, en León no le quedó otra que hablar conmigo, porque yo hubiera seguido detrás de él toda la vida, y me dijo que la carta le había encantado a José Tomás, que se había emocionado mucho, que confesó que nunca había leído nada tan bonito… que incluso se la enseñó a sus padres…
 - Qué historia tan linda…- exclamó Bárbara.
 Pero Dolores era incapaz de captar la ironía…
 - Bueno…- dijo Amelia- nosotras nos vamos ya para la exposición, no te animas?.
 - No. A mí me cansan mucho las exposiciones. Cuando me vine a vivir a Madrid Mónica, una chica que conozco, estuvo días y días dándome la paliza para llevarme a ver museos…