Tengo un buen amigo que me ha prometido que el día en que el Altísimo le llame a su presencia, desde allí me va a soplar el número premiado de los cupones. Le he dicho que a ser posible me diga el número premiado de los viernes o de un especial verano para que la cuantía sea más sustanciosa. Le he hecho jurar y perjurar que no se lo va a soplar a más nadie, que los amigos no están para ese tipo de traiciones. En todo caso me ha reconocido que podría tener un desliz con sus perros bodegueros, Pepe y Pepa Pulgoso-de los Pulgoso de toda la vida, familia de rancio abolengo-.Eso me ha tranquilizado porque hasta ahora los perros no hablan y si lo hiciesen nadie los creería.
Ya me he hecho a la idea de en qué voy a invertir esa lluvia de millones pero las mínimas normas de decencia y de lo políticamente correcto-algo que últimamente se lleva mucho- me impide dar alguna pista sobre ello. En cualquier caso tranquilícense porque no voy a emplear el dinero en nada bueno por lo que no hay nada en qué temer. No voy a dar nada a ninguna ONG ni obra piadosa para lavar mi conciencia. Tampoco nada a los pobres de solemnidad, son tan pobres que a decir verdad nada necesitan. Eso sí, me han aconsejado que invierta en la Bolsa, más bien en putas porque por muy mal que vaya el IBEX 35 por lo menos te garantizan lo metío. Eso está bien porque sarna con gusto no pica. Estoy ilusionado porque ya me imagino rodeado de banqueros, notarios, corredores, blanqueadores y pelotas sebosos .Todos reirán mis chistes aunque no tengan gracia, me llamarán D. Juan y no er poza como hasta ahora y además me quitarán las caspas que ese es un problema invernal que ahora brota mucho.
Mi conciencia, que aunque ustedes no se lo crean todavía tengo, me pide que no sea tan malo y que deje algo aunque sea para las monjitas o para alguna mesa petitoria presidida por señoras de alto copete. Pero algo me dice que debo ser malo maloso y dedicar el dinero a perpetuar el poder de los ricos. Ser como Robin Hood que robaba el dinero a los pobres para dárselo a los ricos. ¿Era así no? , creo yo, salvo error u omisión.
Ya en mi delirio le he dicho a mi amigo que a ver si es capaz de influir en qué número va a tocar los viernes. Me he encaprichado con algunos. Se me ocurre el 370312, que era el antiguo número de Radio Chipiona. El 371006, que es el del himen, perdón del INEM o el de mi casa de toda la vida, el 370767. He desistido en darle ningún numero del ayuntamiento porque como los han cambiado todos se le puede hacer la picha un lío, deshacerse el encanto y no tocar nada o que el premio lo intervenga el Estado. Pero claro, lo que no sabe mi amigo es que hay crisis y un servidor no puede esperar tanto tiempo a que sea llamado ante el Altísimo. Él no sabe con qué urgencia me hace falta el dinero y he pensado matarlo de inmediato con una sobredosis de Tío Pepe.
A cambio pienso comprarle en agradecimiento el mejor panteón del cementerio con las mejores vistas y una buena corona de flores. Además pienso encargarle una buena misa bajo el rito copto y un recital de los Coros del Ejército Ruso con la pieza Kalinka. El ritual se completaría sumergiendo a mi amigo en un barril de Tío Pepe al modo del almirante inglés Horacio Nelson muerto tras la batalla de Trafalgar, con lo que le garantizaría un alegre viaje hasta el otro mundo.
Aunque finalmente también me ha saltado una duda, en el caso que no sea mi amigo el llamado ante el Altísimo sino yo. ¿Sería capaz de ser tan generoso como él o me quedaría con todos los números para disfrutarlo al calorcito del infierno? Ante esa máxima duda existencial me lo he pensado mejor y le voy a decir a mi amigo que deje todo como está, ustedes no pierden el tiempo conmigo y yo mientras sigo con los efluvios del Tío Pepe.