Ahora que he estado con Mariani Molina, ahora que ha convocado al hermoso mundo de las sevillanas, al que últimamente tanto se le está muriendo en el alma, tanto de Tate Montoya, tanto del Niño Miguel, tanto de Isi Sayago Ahora vengo a rememorar, despertados por el cálido abrazo de mi gran amiga, especialmente los años del principio de la Cadena Dial, aquella de la Gran Vía madrileña, que estaba creciendo dentro del legendario edificio de Radio Madrid y después la Cadena Ser, y que dirigía un gran tipo llamado Paco Herrera. Yo sé de antemano que estas líneas van a emocionar a Mariani, porque fue precisamente Paco Herrera, todo un experto en la radiodifusión española, el que puso el ojo en la niña, se dio cuenta por anticipado de la valía que después demostraría y, llamando a las cosas por su auténtico nombre, la apadrinó.
En cuanto salió mi primer disco todo el mundo me hablaba de Paco Herrera como si fuera un dios de la promoción. Y lo era: pues toda la música española e internacional cantada en castellano pasaba por sus manos -y sus oídos- antes de llegar al gran público. Malo si Paco Herrera torcía el gesto con un disco nuevo.
En principio yo no sabía quién era Paco Herrera físicamente. Pero eso era lo que me creía. Nada más lejos de la realidad, porque otra vez la vida, como tantas veces, iba a hacerme una carambola genial de las suyas, cuando a la vida le da la gana de hacer carambolas, claro.
Una noche fui invitado por la Cadena Dial a un concierto de Manolo Orta -con el tiempo, otro gran amigo mío de las sevillanas- en la discoteca El Coto, de Sevilla. Y con la plana mayor de la emisora apareció Paco Herrera.
-¡Anda, mi madre! ¿Este es el Paco Herrera director en toda España de la Cadena Dial?, me dije.
Nos reconocimos de inmediato mutuamente. Porque Paco Herrera -estábamos en 1993- me había entrevistado en su día, estando él en la COPE, una tarde de sábado de 1975 en su programa Caleidoscopio, en aquel primer intento mío de abordaje a la música que suspendieron la mili y mis estudios de Derecho. No nos habíamos olvidado ni nos habíamos perdido la pinta, porque la química entre ambos fue rápida, esas cosas que no te explicas porqué con unos sí y con otros no.
Y a partir de aquella noche en El Coto, después de unas copas juntos para celebrar nuestro reencuentro, Paco Herrera se tomó mis ilusiones como una causa común entre ambos.
Almorzamos o cenamos muchas veces en Madrid o en Sevilla, alentó mis ilusiones, supo de mis esfuerzos; pero lo mejor de todo fue cuanto yo le escuché a él, lo mejor de todo fue lo que aprendí de su larga experiencia, las confidencias que me hizo sobre grandes figuras internacionales, porque Paco era indispensable para ellas, para abrir las puertas de España a sus canciones. Yo he visto irse a Paco Herrera rumbo a New York invitado por Gloria Estefan para que no dejara de asistir a la presentación oficial de un nuevo disco. O ha llegado a confiarme que Raphael, con su insomnio de siempre, le llamaba a las cinco de la mañana para interesarse por su promoción en la Cadena Dial. Fue Paco Herrera quien le propuso al de Linares que cantara canciones mías. De esa manera recibí un día, directamente, la primera carta de Raphael en mi domicilio. No me lo podía creer. Me escribía el artista que yo he admirado más en esta vida. Es imposible que alguien se calcule mi emoción cuando reconocí su propia letra en el membrete del sobre, su autógrafo de la enorme R, sobre su dirección particular en Pozuelo.
Sin embargo, con todo, uno de los días más sorprendentes y felices que yo haya conocido se lo debo a Paco y junto Paco. Una mañana me telefonea desde Madrid a Sevilla:
-Fuertes, que José Luis Perales quiere conocerte; que te llevo a Cuenca y almorzamos con él en su casa.
-¿Qué me quiere conocer qué dices Paco, si el que lo quiero conocer soy yo?
Me cogí un AVE y desde Madrid hicimos el viaje a la ciudad encantada en el coche de Paco, con Reyes Mateo, subdirectora de Cadena Dial. Aquello no lo olvidaré mientras viva. Y no voy a extenderme ahora porque ya lo conté en su día. Si acaso, vuelvo a publicar, al hilo de estos recuerdos dedicados a Paco Herrera, los que escribí sobre Perales. Creo que ya dije en su momento que no tengo fotos de ese día. Nunca he ido por la vida preocupado por hacerme de un expediente gráfico que demuestre lo que cuento. Yo sé que fue verdad. Yo sé que está grabado a fuego en mi corazón y en mis retinas mucho mejor que reproducido en papeles. Yo lo sé y me basta.
Para mí, Paco Herrera fue un estupendo acompañante de sueños, por mucho que el de la música forme parte de la enorme tripulación de un negocio que ha de llegar al buen puerto de los superventas. Pero con acuerdos económicos y todo, siempre me ofreció un margen especial de fe en mis metas, una zona aislada y personal ajena a las crudas cuentas de las piezas vendidas. Desde aquí le envío un fuerte abrazo que le alcance hasta Zahara de los Atunes, donde se encuentra en la actualidad, lejos del mundanal ruido de la capital, de la Gran Vía en Madrid, de aquel su despacho, ante la mesa en la que íbamos dejando nuestros discos igual que ante San Pancracio se dejan los velones rojos. Desde aquí le digo que la otra noche en La Puebla, cuando su ahijada convocó a la bonita gente del cante por sevillanas, pareció como si Mariani Molina me hubiese asomado, desde sus bellísimos y vivos ojos de siempre, a un tiempo eterno de anhelos y esperanzas del que nunca me faltará él, mi querido Paco Herrera.