Franco se ha muerto ya varias veces en España, no sólo una como creemos, aquella del 20 de noviembre de 1975, cuando dejó escrito en el testamento que el futuro quedaba atado y bien atado. ¿Alcanzó a entrever que, como una fatalidad, una y otra vez se sucederían los dictadores para gobernarnos?
Parecemos salir siempre de una dictadura y meternos en otra; eso que en mi tierra llaman salir de Herodes para entrar en Pilato, ese círculo vicioso entre el PSOE y el PP.
En España no hemos hecho más que aplazar sucesivamente la democracia, vivir de sus apariencias, pero no de sus exigencias. Después de la etapa menos reprochable y más digna de Adolfo Suárez llevando a cabo una modélica transición, los políticos no han perseguido más que burlarla, realizarla a su antojo y arrimarla a sus propios beneficios, adaptarla a un gigantesco negocio personal que los ha enriquecido a costa de un afán recaudatorio inmoral y vergonzoso.
-Bueno, bueno, no todo el mundo es igual.
-Completamente de acuerdo, pero ¿cuándo va a ser la hora de los políticos diferentes?
La historia de nuestros días, con una democracia de poliéster -que parece auténtica, pero no lo es-, abarca en corrupciones y desmanes desde el PSOE al PP, sin quedar ningún partido -ni sindicatos- con un expediente impecable de haber servido, no de servirse.
¿A dónde vamos a parar ahora? Es la gran pregunta de los españoles. ¡Yo qué sé! Sólo soy uno más perdido y desconcertado entre millones de votantes que no tenemos idea de lo que vamos a hacer con la ranura de la urna la próxima vez que la tengamos delante, eso si llegamos hasta la urna.
Repite una mentira muchas veces y acabará pareciendo una verdad, parece haberse dicho nuestra democracia, que vive de engañarse a sí misma, presumiendo de tener al día muchos requisitos de los que carece. Porque ni los españoles somos iguales ante la ley, que es un principio constitucional que han quebrado, entre otros, hasta los parlamentos de cada comunidad, que nos sitúan en padecer diferencias según donde vivamos; porque no todos los jueces aplican la ley -como se esfuerzan en repetir-, sino que la interpretan a lo largo y ancho de sus antojos y hasta del pie con el que se levantan; porque existe una censura capaz todavía de derribar foros para la libertad de expresión, como ha ocurrido recientemente con El Gran Debate de Tele 5, conducido por Jordi González, dejando a la profesión periodística en medio de más peligro del que se sospecha; y porque hay en España una cosa que va en contra de la naturaleza más genuina de la democracia, y esa cosa se llama miedo, y miedo a hablar.
Cuando se acabe la oprobiosa dictadura de Rajoy, cuando se muera Franco otra vez en España, y si quien le suceda no busca aprovecharse de seguir sus huellas, sin resarcirnos de todo el contenido de la democracia que nos han arrebatado el PSOE, el PP y hasta los sindicatos -la banca también va en el paquete-, si así sucediera empezaremos a contar la verdad de uno de los trechos históricos más lamentables jamás atravesados por los últimos tiempos. Hay ya mucho miedo a hablar. A lo mejor, cuando se muera Franco otra vez, se cuenta la verdad de lo que estaba pasándonos; pero cuando se muera Franco