Pocos ciudadanos pueden 30 años después sentirse orgullosos de sus alcaldes.
Julio Anguita, el Califa Rojo, siempre ha destacado por figurar entre los mejores alcaldes de España. En sus varias comparecencias ante los electores supo ganarse el voto de los suyos y de los que no lo eran tanto.
Fue sonora en su tiempo la polémica que sostuvo con el entonces Obispo de Córdoba, monseñor Infantes Florido por las críticas de éste tras la cesión de un pequeña mezquita al culto musulmán.
Anguita no tuvo más remedio que zanjar la polémica con aquella célebre frase que los periódicos tradujeron como usted no es mi obispo pero yo soy su alcalde.