En el Ateneo de Sevilla de la calle Orfila, se celebró el 29 pregón de la tertulia de los ?13? en el salón de acto de la docta casa, a cargo del aficionado taurino y conocido empresario hostelero sevillano Rogelio Gómez ?Trifón?.
Mientras más subes las rampas de la Giralda, más cerca te hallas del centro de gravedad de Sevilla. Es una de las proporciones a la inversa de esta rara, extraña y única ciudad. Pero es también la metáfora del espíritu humano, que se encumbra a medida que eleva su situación moral. Rogelio Gómez me ha invitado a poner los pies en la planta inmediatamente superior a la de las jarras de azucenas. Alucinante, que dicen ahora. En tiempos pasados se podía hacer esto, el tope de la visita a la Giralda acababa ahí, igual que hoy termina en el cuerpo de campanas. Yo tengo fotos de mis padres posando en el lugar donde ahora me he encaramado yo. Y conozco una magnífica colección de diapositivas en color de don Miguel Royo, aquel catedrático de Civil de nuestra Facultad de Derecho, que contiene vistas de Sevilla desde donde ahora las he tomado yo con video.
Nunca me han salido las cosas mejor que cuando las he controlado yo. Parece una arrogancia, posiblemente lo sea, pero estoy seguro de que mando bien, de que organizo perfectamente, de que tengo las ideas muy claras cuando llego a madurarlas hasta extremos y exigencias que nadie podría imaginar dónde alcanzan para consumarse.
Primera parte
Ese nazareno que parece salir de los callejones en sepia de Luis Arenas, cuando en 1947 publicó su primera gran obra gráfica, Semana Santa en Sevilla, con los textos de Luis Ortiz Muñoz; ese nazareno que lleva a un niño de monaguillo y es la viva imagen del sembrador que salió a sembrar; ese nazareno en los tonos antiguos de un Martes Santo que ha tostado el sol de una vieja estampa es, sin embargo, un nazareno de comienzos del siglo XXI, de hace cuatro o cinco años, no más. Se llama Joaquín Moeckel y acompaña a su hijo para salir en la cofradía de Los Estudiantes.
De la mano de Marina Bernal he regresado a uno de los actos sevillanos anuales más gozosos y de más prestigio que puedan celebrarse: la entrega de los Trofeos Taurinos Puerta del Príncipe que desde hace veintiséis años otorga El Corte Inglés.
Como invitado en varias ediciones conocí este acontecimiento en su primitivo enclave, la quinta planta -desalojada de género y preparada para la ocasión- del centro comercial de la Plaza del Duque. Los que corríamos la suerte de ser convocados encontrábamos encima el regalo de lujo que era escuchar allí mismo, en directo, a la Banda de Tejera por pasodobles toreros. Allí estreché por primera vez la mano de Curro Romero. Años más tarde -qué curioso, de nuevo con El Corte Inglés del Duque por testigo-, mientras mi madre se paraba bajo sus soportales a hablar con los suegros del camero, los padres de Carmen Tello y grandes amigos suyos de toda la vida, yo acerqué a mis dos hijas hasta el maestro y les dije, siendo pequeñas:
Se fue a las once y cuarto de esta mañana, justo la hora en la que sabe que nació hace sesenta y cinco años. Rogelio Gómez, hijo del famoso Trifón, se ha jubilado de La Flor de Toranzo.
Ya no estará desde hoy tras la barra del popular establecimiento, cortando jamón casi sin levantar la vista, dejándose la vida a goterones sobre el papel de estraza de sus manjares, desde que era un zagal currando al lado de su padre hasta el día en que vi con mis propios ojos cómo un chico que empezó haciendo recados acabó con la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo puesta en su solapa. El protocolo y las maneras sociales más decorosas evitaron la forma romántica y natural de que aquella noche se la hubieran colgado sobre el babi blanco de tabernero. El mismo que podía ser tratado desde entonces como excelentísimo señor. ¿Para qué? Haber logrado en Sevilla ser Rogelio cuesta más que eso y es más importante.